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domingo, 1 de septiembre de 2019

LA ESCRITORA.

Mirta se asombró de ver cuanto había cambiado el pueblo en quince años. Era un pueblo costero, poco frecuentado por los turistas y ella había creído que permanecería igual.
La calle principal lucía ahora coloridos escaparates con artículos de playa y al borde de la arena, un hombre arrendaba sillas plegables y quitasoles.
El sol clavaba en el mar sus flechas de oro como si quisiera matarlo. Pero el mar no moría. Se revolcaba como una fiera rugiente y continuaba batiendo sus olas contra las rocas.
Mirta regresó a la casa de huéspedes y aunque se cruzó con varios habitantes del pueblo, nadie pareció reconocerla. Después de quince años, nadie la relacionaba ya con la escritora que antes arrendaba la casita blanca al final de la calle.
La había ocupado durante muchos veranos. Llegaba con su computador y sus cuadernos de notas y era ahí donde había escrito sus novelas más populares. Lo hacía con un seudónimo: Doris Carter. La fotografía que aparecía en la contratapa la habían tomado al principio de su carrera y nadie se había preocupado de cambiarla. Por eso no era raro que nadie en el pueblo  relacionara a la autora más o menos famosa con la mujer de mediana edad que había llegado a la casa de huéspedes.
A la hora de almuerzo la sentaron en una mesa ya ocupada por un hombre. La patrona los presentó sin grandes ceremonias:
-Mirta, Bernardo.
El le contó que era profesor de literatura. Tenía un rostro anguloso pero atractivo y las canas volvían ceniciento su cabello rubio.
Mirta no le dijo quién era, pero la conversación derivó igual al tema de los libros.
De pronto, él le preguntó:
-¿ Conoce a Doris Carter?
Ella pensó que la había reconocido y que estaba bromeando, pero sus ojos le indicaron que hablaba en serio.
-Sí, claro. he leído sus libros...-murmuró, evasiva.
- Me contaron que hace años venía al pueblo todos los veranos. Arrendaba una casita que ahora está en ruinas... Dicen que ahí escribió " La copa dorada. ¿ Lo conoce? Es el que más me gusta...
Mirta pensó que ya era tarde para darse a conocer. Eataba claro  que su aspecto era muy distinto a la foto que aparecía en los libros. Humillada, entendió que no la reconociera y prefirió callar para no decepcionarlo.
Al día siguiente, llegó atrasado al comedor. Venía apurado y traía el pelo desordenado por el viento. Mirta lo halló muy atractivo.
-He andado por el pueblo interrogando a la gente. Muchos se acuerdan de Doris Carter y me han contado anécdotas de cuando venía a escribir aquí cada verano...
Mirta se acordó de que eran hostiles con ella. La consideraban arrogante porque se aislaba para escribir.
Fastidiada le preguntó:
-¿ Piensa escribir su biografía ?
-En realidad no. Investigo por gusto. Quiero saber más cosas de ella...Siempre la he admirado tanto.
Mirta se sentía avergonzada y triste. Lamentaba no haber dicho la verdad desde el principio.
Fue a ver a Julia, la única amiga que había tenido en el pueblo durante aquellos años.
Ella se alegró de verla y le exigió que le contara sus experiencias. Al despedirse, la invitó a tomar el té el siguiente Domingo. Mirta pensó que entonces podría hablarle de Bernardo... De cuanto le gustaba y del enredo en que se había metido sin querer...
Al llegar  ese día , Julia la recibió sonriente:
-Te tengo una sorpresa. Me presentaron a un admirador tuyo y lo invité a venir...El pobre anda por todo el pueblo averiguando cosas de tu vida. ¡ Cualquiera diría que está enamorado!
Mirta se paró violentamente para huir, pero ya era tarde. En el umbral de la puerta apareció Bernardo.  Venía con rostro expectante. Al ver a Mirta, la miró sin entender que estuviera ahí, pero preguntó enseguida:
-  ¿ Y Doris?  ¿ No ha llegado aún?
-¡ Claro que sí!  ¡ Ella es Doris Carter!
La miró callado un momento, como si no comprendiera. Luego habló con voz enronquecida por la furia:
-¿ Por qué no me dijo nada? Me dejó hacer el ridículo hablando...¿ Eso la divertía?
Llevaba en sus manos " La Copa dorada". Miró la contratapa, donde aparecía esa mujer joven de rostro luminoso. Luego, miró a Mirta y pareció compararlas. Ella sintió una punzada de dolor y se llevó la mano al cabello, tratando inútilmente de componer su aspecto.
- Se estuvo riendo de mí. ¿ No es cierto?- articuló Bernardo, decepcionado y molesto. Con un gesto de  disculpa hacia Julia, abandonó la casa.
Al anochecer, Mirta volvió a la casa de huéspedes, con la esperanza de encontrarlo. Necesitaba hablarle... Pero ¿ tenía acaso una explicación sensata?
No lo vio y al otro día tampoco se presentó en el comedor a la hora del almuerzo.

Le preguntó a la patrona y ella le informó que se había ido a primera hora. Un llamado urgente desde Santiago, dijo, lo había  obligado a partir... 


1 comentario:

  1. Linda historia, de pronto los escritores son igual algo ners o por el estilo, no todos andan buscando luces y portadas...
    Mejor para ella que puede seguir ocupada en lo que importa...
    Siempre habrá oportunidad ...después de todo el tipo ese iba por la mujer joven como se ve...no por la persona que conocería.

    Besos.

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