Mirta
se asombró de ver cuanto había cambiado el pueblo en quince años. Era un pueblo
costero, poco frecuentado por los turistas y ella había creído que permanecería
igual.
La
calle principal lucía ahora coloridos escaparates con artículos de playa y al
borde de la arena, un hombre arrendaba sillas plegables y quitasoles.
El
sol clavaba en el mar sus flechas de oro como si quisiera matarlo. Pero el mar
no moría. Se revolcaba como una fiera rugiente y continuaba batiendo sus olas
contra las rocas.
Mirta
regresó a la casa de huéspedes y aunque se cruzó con varios habitantes del
pueblo, nadie pareció reconocerla. Después de quince años, nadie la relacionaba
ya con la escritora que antes arrendaba la casita blanca al final de la calle.
La
había ocupado durante muchos veranos. Llegaba con su computador y sus cuadernos
de notas y era ahí donde había escrito sus novelas más populares. Lo hacía con
un seudónimo: Doris Carter. La fotografía que aparecía en la contratapa la
habían tomado al principio de su carrera y nadie se había preocupado de
cambiarla. Por eso no era raro que nadie en el pueblo relacionara a la autora más o menos famosa
con la mujer de mediana edad que había llegado a la casa de huéspedes.
A la
hora de almuerzo la sentaron en una mesa ya ocupada por un hombre. La patrona
los presentó sin grandes ceremonias:
-Mirta,
Bernardo.
El le
contó que era profesor de literatura. Tenía un rostro anguloso pero atractivo y
las canas volvían ceniciento su cabello rubio.
Mirta
no le dijo quién era, pero la conversación derivó igual al tema de los libros.
De
pronto, él le preguntó:
-¿
Conoce a Doris Carter?
Ella
pensó que la había reconocido y que estaba bromeando, pero sus ojos le
indicaron que hablaba en serio.
-Sí,
claro. he leído sus libros...-murmuró, evasiva.
- Me
contaron que hace años venía al pueblo todos los veranos. Arrendaba una casita
que ahora está en ruinas... Dicen que ahí escribió " La copa dorada. ¿ Lo
conoce? Es el que más me gusta...
Mirta
pensó que ya era tarde para darse a conocer. Eataba claro que su aspecto era muy distinto a la foto que
aparecía en los libros. Humillada, entendió que no la reconociera y prefirió
callar para no decepcionarlo.
Al
día siguiente, llegó atrasado al comedor. Venía apurado y traía el pelo
desordenado por el viento. Mirta lo halló muy atractivo.
-He
andado por el pueblo interrogando a la gente. Muchos se acuerdan de Doris
Carter y me han contado anécdotas de cuando venía a escribir aquí cada
verano...
Mirta
se acordó de que eran hostiles con ella. La consideraban arrogante porque se
aislaba para escribir.
Fastidiada
le preguntó:
-¿
Piensa escribir su biografía ?
-En
realidad no. Investigo por gusto. Quiero saber más cosas de ella...Siempre la
he admirado tanto.
Mirta
se sentía avergonzada y triste. Lamentaba no haber dicho la verdad desde el
principio.
Fue a
ver a Julia, la única amiga que había tenido en el pueblo durante aquellos
años.
Ella
se alegró de verla y le exigió que le contara sus experiencias. Al despedirse,
la invitó a tomar el té el siguiente Domingo. Mirta pensó que entonces podría
hablarle de Bernardo... De cuanto le gustaba y del enredo en que se había
metido sin querer...
Al
llegar ese día , Julia la recibió
sonriente:
-Te
tengo una sorpresa. Me presentaron a un admirador tuyo y lo invité a venir...El
pobre anda por todo el pueblo averiguando cosas de tu vida. ¡ Cualquiera diría
que está enamorado!
Mirta
se paró violentamente para huir, pero ya era tarde. En el umbral de la puerta
apareció Bernardo. Venía con rostro
expectante. Al ver a Mirta, la miró sin entender que estuviera ahí, pero
preguntó enseguida:
- ¿ Y Doris?
¿ No ha llegado aún?
-¡
Claro que sí! ¡ Ella es Doris Carter!
La
miró callado un momento, como si no comprendiera. Luego habló con voz
enronquecida por la furia:
-¿
Por qué no me dijo nada? Me dejó hacer el ridículo hablando...¿ Eso la
divertía?
Llevaba
en sus manos " La Copa dorada". Miró la contratapa, donde aparecía
esa mujer joven de rostro luminoso. Luego, miró a Mirta y pareció compararlas.
Ella sintió una punzada de dolor y se llevó la mano al cabello, tratando
inútilmente de componer su aspecto.
- Se
estuvo riendo de mí. ¿ No es cierto?- articuló Bernardo, decepcionado y
molesto. Con un gesto de disculpa hacia
Julia, abandonó la casa.
Al
anochecer, Mirta volvió a la casa de huéspedes, con la esperanza de
encontrarlo. Necesitaba hablarle... Pero ¿ tenía acaso una explicación sensata?
No lo
vio y al otro día tampoco se presentó en el comedor a la hora del almuerzo.
Le
preguntó a la patrona y ella le informó que se había ido a primera hora. Un
llamado urgente desde Santiago, dijo, lo había
obligado a partir...
Linda historia, de pronto los escritores son igual algo ners o por el estilo, no todos andan buscando luces y portadas...
ResponderEliminarMejor para ella que puede seguir ocupada en lo que importa...
Siempre habrá oportunidad ...después de todo el tipo ese iba por la mujer joven como se ve...no por la persona que conocería.
Besos.