Gabriela
se unió al grupo de turistas que visitaría la isla.
Partieron
temprano y a medida que navegaban, la isla parecía que se alejaba más.
Pero,
al fin pusieron pie en la playa y se asombraron de su misteriosa belleza.
El
guía los condujo hasta las ruinas de una fortaleza colonial y luego visitaron
el pequeño pueblo, rodeado de pinos.
Gabriela
se apartó del grupo cuando vio a una mujer, sola sobre una roca. Clavaba los
ojos en las olas, como si quisiera arrancarles algún secreto.
Se
acercó a ella y se sentó a su lado. La
mujer no la miró y siguió escudriñando el mar.
-¿
Espera a alguien?- le preguntó Gabriela.
-Espero
que el mar me devuelva a mi hijo. Me dicen que no lo espere más. Que
encontraron su lancha destrozada en otra playa. Pero sé que no era la suya....
Gabriela
la miró con tristeza y no supo que contestarle.
-El
mar mece sus olas acunando a sus hijos.
Peces, caracoles, algas... Son los hijos del mar. Y si tiene tantos ¿ para qué querría
quitarme al mío?
Gabriela
se alejó en silencio y algo en la actitud de la mujer le hizo pensar que
desvariaba.
Rugía
el mar y su bramido acallaba el grito de las gaviotas. Empezaba a atardecer y se apresuró a unirse
al grupo.
Los
encontró reunidos en el único bar del pueblo y se le ocurrió interrogar al
mesero.
-¿
Hace muchos años que usted vive en la isla?
-Toda
una vida, pues, señorita- respondió el hombre sonriendo.
-Entonces
habrá conocido al hijo de la señora, de esa que está allá, sentada sobre la
roca.
-No,
la verdad es que ella nunca ha tenido un hijo.
Gabiela lo miró sin comprender. El mesero hizo
una pausa y luego continuó con voz pesarosa.
-Llegó
sola a la isla, hace muchos años. Al
principio la veíamos en la playa, cantando y riendo como si jugara con alguien.
Después empezó a ir a la escuela, para ver la salida de los niños. Y ahora dice
que su hijo fue a pescar y se va a esperarlo todas las tardes hasta que cae la
noche. La gente, compadecida, trata de hacerla volver, de convencerla de que
espera en vano...
El
hombre se quedó pensativo unos momentos y luego exclamó como si una idea nueva
lo entusiasmara:
-¿ Y
como sabe si un día el hijo de verdad regresa?
Llega en su lancha, con la red cargada de peces, alto y guapo, como ella
dice que es... Y desde lejos la saluda, feliz de ver que lo está esperando en
la playa... Es mejor pensar que así será...¿ Como podríamos vivir si no
creyéramos en milagros?
-Es
cierto- respondió Gabriela- ¿ Como podríamos ?
Que hermoso relato
ResponderEliminarme gustó mucho
porque me habla de muchas cosas
sobretodo de la esperanza y d los sueños
que tanto mujer y hombre no pueden perder
la fuerza de la fe y la esperanza a veces puede mucho
tengas días buenos estimada.
Espero hayas tenido un regalón día de la mujer
Eliminaraunque en verdad eso debería ser todos los días de la vida
abrazos.
Un bello relato.
ResponderEliminarMuy esperanzador y lleno de colorido.
Un abrazo estimada amiga.
Sigo admirando tu forma de escribir,sigo siendo devoto de esa facilidad que posees y consigue transmitir
ResponderEliminarUn fuerte abrazo