Dicen
que el amor es como el carbón. Encendido quema y apagado ensucia.
Si es
así, de su affaire con Rosina, Mario salió tiznado hasta las orejas.
De
todos modos, había sido una verdadera hazaña lograr que se fijara en él.
Sin
exageraciones, era feo. En cambio ella...Decir que era linda sería mostrar la
pobreza de vocabulario de un analfabeto. En realidad, era preciosa. Como ver a
la luna en traje de noche o a una magnolia disfrazada de mujer.
Cuando
pasaba por el pasillo de la oficina, moviendo las caderas, todos quedaban
esperaban el tsunami que a veces viene después de un terremoto...
Había
tenido algunos romances con tipos de la Empresa, pero siempre de corta
duración.
Bastaba
ver al galán llegar el lunes, ojeroso y cabizbajo, para entender que Rosina le
había dado una pateadura.
Mario,
sabiéndose feo, iba de modesto por la vida y jamás se le hubiera ocurrido
tratar de conquistarla.
Hasta
que notó que Rosina celebraba sus bromas con exageradas risas y que cuando
pasaba junto a su escritorio, siempre se le caía un lápiz o algún papel.
Reunió
valor para invitarla a salir y ella, la bella, la codiciada por todos, le dijo
que sí.
Pero
ocurrió algo inesperado. Al poco tiempo, Mario descubrió que Rosina era como un
hermoso joyero del cual se habían robado la perla. O mejor dicho, que era un envase de lujo sin
nada adentro.
Su
romance fue como tomar champaña en una copa de cristal muy fino. La embriaguez
se discipa, pero la copa se ha quedado vacía...
¿
Como romper con ella sin destrozar su pedestal de diosa?
Rosina
no iba a permitir que un tipo feo como Mario la dejara de lado.
A
donde iba, se topaba con ella. Rodeada de sus amigas, riendo fuerte y
lanzándole indirectas.
Luego
probó a darle celos. Cuando Mario la vio del brazo con otro, a la salida de la
oficina, sintió un enorme alivio. Se creyó liberado y al otro día fue a su escritorio
y la felicitó.
Ella
le dio una bofetada y escapó llorando al baño.
Mario
sabía que no lo quería, que al contrario, lo odiaba. Lo que la atormentaba era
no ser ella la que rompiera con él. Su vanidad de mujer linda la tenía
acostumbrada a romper corazones y caminar sobre ellos como sobre una alfombra
roja. Que un hombre feo se atreviera a despreciarla...¡ eso no lo iba a
tolerar!
Así
es que Mario decidió darle en el gusto.
Un
viernes y en presencia de todos, se acercó a su escritorio y le dijo que no
podía vivir sin ella, que había estado ciego, que por favor lo perdonara...
Ella
se quedó atónita. No sospechó el subterfugio. Creyó que había triunfado y con
salvaje alegría, se rió en su cara y le dijo que se fuera al diablo.
Mario
puso cara de sufrimiento y salió encorvado y arrastrando los pies, tal como
había visto hacer antes a las víctimas de Rosina.
Cuando
se encontró fuera de la Empresa, se
irguió y se fue silbando al bar, a juntarse con sus amigos.
Linda y real historia la de Rosina y Mario, hace muchos años conocí una parecida...
ResponderEliminarSiempre me encanta leer tus microrelatos.
Saludos.
Siempre leo tus relatos,aunque a veces no te los comentos.
ResponderEliminarEse tipo de mujer de tu último relato me suena a realidades,algunas mujeres son narcisista y creen el el mundo de los hombre gira a a su alrededor
Mario, todo un caballero y ella, una mujer vanidosa exenta de calidad humana.
ResponderEliminarAbrazos Lily.
Muy inteligente Mario, que feo encontrar personas que se las creen todas, me gusta tu blog.
ResponderEliminarAbrazo
Bueno, pero aún así como todo los varones
ResponderEliminarse sacó las ganas de tenerla...ops!
Así que por igual aunque ella sea una golfa, quizás fue bien merecido esa bofetada...
Te dejo un abrazo.