Esa
tarde, al volver del trabajo, Laura logró conseguir un asiento en el Metro. Eso
era bastante inusual, porque siempre le tocaba viajar de pie.
En
mitad del túnel, el tren frenó violentamente y Laura se azotó la frente contra
el vidrio. Fue un golpe tan violento, que vio todo negro y sintió que perdía el
conocimiento.
Aún
mareada, se bajó del tren y notó que lo había hecho por error en la estación
del barrio donde vivía su mamá.
Después
de todo-pensó- hace días que tenía ganas de ir a visitarla.
Era
un antiguo edificio de cuatro pisos, sin ascensor.
En la
escala se encontró con Zulema, la señora que hacía el aseo en los
departamentos.
Alcanzó
a extrañarse, porque le parecía que había jubilado ya hacía un tiempo. Pero
ella la miró como si se vieran todos los días y le dijo:
-¡
Apúrese, Laurita! Su mamá está en cama
con dolor de cabeza y sería bien bueno que le preparara un té.
Sin
demorarse más, Laura corrió escaleras arriba. Maquinalmente, buscó las llaves
en su bolsillo y vio que iba vestida con su chaqueta escolar.
Su mamá
la recibió quejumbrosa:
-¡
Ay, Laura! ¿ Por qué no te vienes
directo cuando terminan las clases?
Laura
no entendía...¿ Como era posible que hubiera retrocedido en el tiempo y fuera
de nuevo una estudiante?
Se
echó en los brazos de su mamá y empezó a besarla en la cara y en el pelo,
sofocándola con sus caricias.
-¡
Laurita! Déjame, que me duele la
cabeza...Anda mejor al salón, porque hace rato que te está esperando un
muchacho.
Corrió,
sabiendo que se encontraría con René.
Ahí
estaba, sentado en el sillón bajo la ventana, con cara de malhumor.
Pero,
al verla, se paró de un salto y sonrió aliviado.
-¡
Creí que no llegabas nunca...!
Ella
contempló con avidez su figura delgada, el mechón de pelo oscuro que le caía
sobre la frente. Sabía que, en el presente,
él era un hombre canoso, de mediana
edad, que de vez en cuando aparecía en el diario, promocionando su nuevo libro.
René
buscó en su bolsillo y le entregó una barra de chocolate. En el tiempo en que era un estudiante,
seguramente ese gasto era un verdadero desangramiento de su escaso presupuesto.
Laura
lo miraba sonriendo, pero sentía un secreto dolor en el corazón. Sabía que pronto iba a dejar de quererlo.
¡
René!- pensaba- ¿ Por qué no supe amarte?
¿ Por qué te cambié por alguien que a tu lado valía tan poco? Y ahora...¡ Ahora eres tan solo un
recuerdo añorado de mi juventud!
Abrumada
por la tristeza, cerró los ojos.
Cuando
los abrió, vio al pasajero que viajaba a su lado en el Metro y que la miraba
preocupado.
-¡
Señorita! ¿ Se siente bien? Se golpeó muy fuerte en la frente...
- Me
siento bien, gracias- respondió Laura, confundida- ¿ Estuve inconsciente mucho
rato?
-¡ No
! Apenas unos segundos.
El
tren estaba aún detenido en el túnel, pero enseguida se encendieron las luces y
se reanudó la marcha.
-¿ No
ve ?- le preguntó el pasajero- No fue nada...Ya todo vuelve a la normalidad.
-¡
Sí! -suspiró Laura- Todo parece que vuelve...pero, nada vuelve en realidad.
En este relato tu imaginación logra superar a otros cuentos.
ResponderEliminarTe felicito
si hay tiempos que se van irremediablemente
ResponderEliminary hay que seguir tomando el metro
aunque uno sienta que ya la dejó el tren ...jejejej
besos.
El tren pasa y para, mi querida Lilly.
ResponderEliminarPero la vida pasa y no para hasta que llegamos al final del trayecto, muy interesante relato.
Un abrazo.
Ambar
tus relatos me conmueven...son tan actuales y dejan enseñanza...todo vuelve, y nada vuelve en realidad...
ResponderEliminarAbrazos.
eres tan maravillosa con tus letras
ResponderEliminarme deleitas cuando te leo
un saludo enorme desde mi tierra