Rubén
se había subido a ese bus, sin un propósito determinado, viajando hacia ninguna
parte.
Llevaba
unos audífonos puestos y en la radio, Fito Paéz cantaba: " A donde va mi vida, a dónde va mi
amor"
Rubén
no sabía a donde iría su vida, pero su amor se había ido hacía tiempo. Al
olvido, a la nada misma.
Se
sentía deprimido, incapaz de mirar a su alrededor. Viajaba con la cabeza baja,
absorto en su melancolía, como lanzando guijarros al agua estancada de su
corazón.
Hacía
un mes que Natalia había terminado con él.
-¡ No
soporto más tus indecisiones y tu abulia!- le había dicho con desprecio.
Una
semana después de la ruptura, lo despidieron del trabajo. Mejor dicho, no le renovaron el contrato.
-Lo
tendremos en cuenta si la situación cambia- le dijeron.
¡
Ojalá Natalia le hubiera dicho eso también !
" Te tendré en cuenta si la situación cambia..." Pero no. Lo
había mirado con frialdad y le había asegurado que esa vez era la definitiva.
Y así
estaba su vida: sin trabajo y sin amor.
Mataba
las horas arriba de un bus y viajaba hasta el terminal, donde tomaba otro de
vuelta.
Por
un momento hizo contacto con la realidad y notó que al bus había subido una niña.
Era
delgada y llevaba una melena oscura que ondeaba sobre sus hombros, mientras
caminaba por el pasillo.
Al
mirarla, a Rubén se le ocurrió pensar:
Si pudiera olvidar a Natalia, sería por alguien como esta chica.
La
vio sentarse cerca de la puerta y apartó los ojos, cohibido. Pero siguió
consciente de su presencia.
Cerró los ojos y se puso a fantasear con
acercarse a hablarle.
Se le
ocurrieron varias frases ingeniosas y las respuestas que ella le daba lo hacían
sonreír. ¡Qué simpática ! ¡ Qué ocurrente!
Eran
almas gemelas, no cabía duda...
Pero
su sueño pareció hacerse trizas cuando lo asaltó un temor:
-¿ Y
si le hablo y no me contesta? ¿ Si me
mira con desprecio y se hace la desentendida?
- ¿O
me contesta y me da esperanzas para luego destrozarme el corazón?
En
sus audífonos seguía cantando Fito Paéz, pero esta vez decía: Fuimos juntos,
solos en la ciudad.
-¡
Basta de vacilaciones!- exclamó, recordando que Natalia lo había llamado
indeciso y abúlico- Tengo que arriesgarme...Quizás al otro lado del pasillo va
viajando mi destino.
De un
manotón se arrancó los auriculares y abrió los ojos, levantándose del asiento
con determinación.
Pero
la niña ya se había bajado. Casi no quedaban pasajeros y el bus iba entrando al
terminal.
Vaya este es como un eterno aprendiz...
ResponderEliminarquizás en la próxima parada lo consiga
eso esperemos.
Te dejo un abrazo