Joel
iba manejando su modesto automóvil por una carretera secundaria, cuando al
llegar a un cruce, vio que La Muerte venía en su Mercedes Benz, a toda
velocidad, por la avda principal.
No
hubo manera de evitar el choque.
Ya
estaba muerto un segundo después de que el volante se le hubiera incrustado en
las costillas.
Pero,
alcanzó a oír un crujido como el que se produce al pisar una caja de fósforos
vacía o una cáscara de huevo....Su corazón rechinó, borboteó, se saltó un par
de latidos y después pareció decir: ¡ al diablo con todo! y se paró
definitivamente.
Largo
rato después, llegó la ambulancia y Joel vio a dos tipos fornidos llevarse en
una camilla lo que quedaba de su cuerpo.
Se
sentía liviano y fresco.
Comprendió
que La Muerte le había quitado el envoltorio y había dejado su espíritu en
contacto directo con el aire un poco frío de esa tarde de Otoño.
Como
un caramelo al que se le saca el papel...
También
había llegado un coche patrullero y por una hora hubo mucha actividad alrededor
del árbol donde el auto de Joel permanecía incrustado.
El lo
observaba todo desde el matorral tras el cual se había refugiado. No le cabía
duda de que estaba muerto, pero no tenía ninguna pista acerca de lo que vendría
a continuación...
¿ Qué
hacían los muertos después que se morían?
Le
resultaba sorprendente y bastante incómodo seguir sintiéndose vivo y no saber
qué hacer ni a dónde ir.
Cuando
todos se hubieron retirado, salió de su escondite y echó a andar por la
carretera. Trató de hacer auto stop, pero nadie le hizo caso.
-¡
Está claro que no me ven! - reflexionó
Joel y siguió caminando sin sentir
ningún cansancio. ¡ Lo bueno de no tener cuerpo era que no le dolían los pies!
Al
llegar a la ciudad, quedó sorprendido. No era la misma que había dejado por la
mañana. Era una ciudad diferente, superpuesta sobre la otra. Coexistiendo en el
mismo sitio, pero libre de las imposiciones del tiempo y del espacio.
Reconoció
la calle por la que iba caminando y comprendió que se encontraba en el barrio
de su infancia.
Enfiló
rumbo a la casa donde había vivido con sus padres, aunque sabía de sobra que la
habían demolido allá por los años ochenta...Pero de lejos la vio, flamante y
como recién pintada. Siempre blanca y con sus persianas color marrón.
Se
acercó emocionado y pensó en qué pasaría si tocaba el timbre. En ese instante,
se abrió la puerta y salió su mamá. Llevaba un vestido de entre casa y apretaba
en su mano la infaltable chaucherita de cuero sintético, siempre un poco vacía,
a tono con los malos tiempos...
Al
ver a Joel, exclamó, entre contenta y enojada:
-¡
Hijito ! No deberías estar aquí. ¡
Devuélvete por donde viniste! Ya sabes
que a tu papá no le gusta que dejes las cosas a medio hacer...Ni la vida a
medio vivir.
-¡ Lo
siento mamá! Te aseguro que no fue culpa
mía...¡ No me retes! ¡ Estoy tan contento de volver a verte !
Su mamá lo besó enternecida y siguió
caminando.
-¿ A
donde vas, mamá?
-A
comprar pan.
-¿ Y
para qué ? Se supone que ahora no
comemos ¿no?
-No
es para nosotros, tontito. Es para las palomas.
-¿
Que aquí también hay palomas?
-¡
Claro que sí ! Esta es otra ciudad, pero el cielo es el mismo ¿ no ves?
Joel
elevó la mirada por sobre los techos y vio el cielo azul salpicado de redondas
nubecitas blancas, como si Dios hubiera sacado a pastar su rebaño de ovejas.
En la
plaza, desmigaron el pan y de inmediato llegó una bandada de palomas, chocando
entre ellas, dándose aletazos y subiendo a las mismas rodillas de su mamá.
-¡ Es
evidente que ellas sí nos ven!- pensó Joel, ya más asimilado a su nueva
situación.
Había
varias personas sentadas en los bancos. Otros caminaban entre los árboles,
conversando.
Por
el medio de la plaza vieron llegar a su padre. No pareció muy sorprendido de
ver a Joel.
-¡
Hola, hijo!- lo saludó con tono solemne y le estrechó la mano. Después señaló
un tablero de ajedrez que llevaba bajo el brazo.
-Más
tarde jugamos una partidita ¿ te parece ?
El
campanario de la iglesia dio las siete, pero ninguno de ellos se movió. Allí el tiempo no importaba. Nadie tenía
apuro por ir a ninguna parte.
Se
quedaron sentados tranquilamente, mirando como los últimos rayos del sol centelleaban
sobre el agua de la pileta.
Los
árboles parecían envueltos en una neblina de oro.
Amiga escritora,tu espíritu te hace soñar,y en esos sueños te hace escribir tus relatos
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Volver de donde partiste...
ResponderEliminares bueno pensar eso...yo volvería al campo a corretear entre arboleda y río...
eso me gustara de manera...
pases buena semana estimada...
acá llueve atroz este día...
un abrazo.
Tu amas a la literatura,pero creo que amas mas a la poesia,tu mente se pone a divagar y por ella intenta buscar algo que no podras encontrar
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Tu imaginación y tu cultura se nota en ese relato,la creencia en el más halla esta latente
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Amiga escritora tu imaginación y tus sentimientos,consiguiron que tu comentario parecer ser de una asdolecente
ResponderEliminarTu imaginación,es capaz de escribir un cuento de cualquier cosa
ResponderEliminarTe acompaño en esa afirmación,ya tenemos otro punto en comun
ResponderEliminarTe dejo un abrazo amiga
ResponderEliminarespero estés bien...releo tu texto
siempre encuentro nuevos visos de sabiduría
alojados entre sus pliegues.
un abrazo.