Clara
se había aventurado en un barrio desconocido y al doblar una esquina, se dio
cuenta de que estaba perdida.
En
una callecita corta, entre dos casas sombrías divisó una vidriera iluminada y
se dirigió hacia allá para pedir que la orientaran.
Era
una pequeña tienda que llevaba el nombre
de Botica y a continuación una frase extraordinaria: Se vende sueños.
-¡Bah! Debe ser una broma- se dijo extrañada.
Sin
dudarlo entró y se encontró en una habitación muy grande revestida de anaqueles
que llegaban hasta el techo. Tras el mostrador había un viejecito que la miró,
expectante:
-¿Qué
desea, niña?
-¡Vengo
a comprar un sueño!- respondió Clara, desafiante.
-¿De
qué clase lo quiere?- le preguntó él, sin sorprenderse en lo absoluto.
Clara
vio que la cosa iba en serio y aunque le parecía increíble, decidió
arriesgarse:
-¡Quiero
un sueño feliz!
-¡Ah,
no! Eso no puedo garantizárselo. Le
pregunto si lo quiere corto o largo, porque el precio depende de la duración.
Clara
llevaba unos pocos billetes y los puso sobre el mostrador.
-Será
uno corto, entonces- dijo el anciano y bajó del anaquel un pequeño frasco del
color del ámbar.
-Cuando
llegue a su casa, impregne su pañuelo en el contenido del frasco y póngalo
sobre su cara.
Luego
le alargó unas pocas monedas de vuelto.
-Para
que tome el Metro- le dijo- La estación está al doblar esa esquina.
En su
casa, Clara siguió las instrucciones y aspirando el perfume del pañuelo se
quedó instantáneamente dormida.
Se
encontró en un prado sembrado de margaritas. Cientos de mariposas volaban a su
alrededor, ebrias de gozo en el aire primaveral. Desde lejos le llegaba un ruido seco y
monótono y sin dudarlo se dirigió hacia allá.
Vio a
un joven leñador cortando un árbol en el lindero de un bosque.
-¿Por
qué cortas ese árbol?-le preguntó Clara.
El detuvo su trabajo y la miró en silencio. Su
rostro era franco y agradable.
-Sigo
órdenes.- le respondió con sencillez- Mañana vendrán a recoger los árboles que
he cortado para llevarlos al aserradero.
-¿Y
qué harán con ellos?
-Muchas
cosas, niña. La cama en que duermes, el escritorio en que estudias. Incluso las
páginas del libro que lees...
-¡Pero
es malo destruir algo tan hermoso! ¿No
pudiste elegir un oficio menos cruel?
En
ese mismo instante, el sueño de Clara terminó y se encontró tendida sobre su
cama.
Asombrada
y contenta se dijo: La próxima vez
llevaré más dinero y compraré un sueño más largo.
Al
verla entrar, el anciano la miró burlón.
-Veo
que después de todo tuviste un sueño feliz.
-No-dijo
Clara- Fue más bien triste, pero esta vez quiero un sueño más largo.
Puso
todo su dinero sobre el mostrador y el viejecito bajó del anaquel una botella
color esmeralda.
Ya en
su habitación, Clara vació el contenido en su pañuelo y esta vez, un fuerte
aroma de sal y de yodo la transportó a orillas del mar.
Se
encontró sentada en la arena mientras el agua, con juguetones zarpazos trataba
de alcanzar sus pies.
Vio
que sorteando las olas se aproximaba una barca. En ella venía el mismo joven
que conociera en el sueño anterior.
De un
salto bajó a la playa, dejando la barca encallada en la arena. Estaba cargada
de pescados, cuyas escamas plateadas resplandecían al sol.
-Ahora
soy pescador. ¿Lo ves? Cambié de oficio como tú querías.
-Pero
esos peces era dichosos nadando en el mar y ahora están muertos. ¿Qué harás con
ellos?
-Llevarlos
al mercado y alimentar con ellos a mucha gente.
-Preferiría que no los hubieras matado. ¿No podrías haber elegido otro oficio?
Vio
en el rostro del joven un gesto de enojo y de tristeza.
-¿Qué
tendría que hacer para agradarte, entonces?
¿Es que no puedes aceptar a la gente tal cual es?
Arrepentida,
Clara quiso responderle conciliadora, pero abruptamente el sueño terminó.
Durante
varios días estuvo pensando en el joven y lamentando haberlo hecho enojar con
sus críticas. Ansiaba poder verlo de
nuevo para decirle cuanto le gustaba y que no le importaba el oficio que
hubiera elegido sino la honradez de su corazón.
Decidió
volver a la Botica con la esperanza de comprar un sueño en el que él
apareciera. Si todo lo que le había pasado últimamente era mágico ¿ por qué no
podría volverlo ver?
Un
anochecer se dirigió a la tienda . La callecita estaba oscura y las luces de la
vidriera apagadas. Frente a la tienda
cerrada distinguió la figura de un hombre.
Se
acercó a él y para empezar una conversación, le preguntó:
-¿Vienes
a comprar un sueño?
- ¿Y
qué otra cosa si no? Quiero ser escritor
y busco inspiración para mis cuentos...
-En
cambio yo- dijo Clara- necesito soñar para encontrar a alguien.
En
ese momento, las luces de la tienda se encendieron y ambos se vieron con
nitidez.
Clara
reconoció al joven que aparecía en sus sueños.
Lo
curioso fue que él también pareció reconocerla. La miró con sorpresa y luego
sonrió sin decir nada.
Viendo
que no entraban , el anciano salió a la puerta y les preguntó impaciente:
-Bueno
¿van a comprar o no?
Ambos,
al mismo tiempo, respondieron que no, que muchas gracias, que otra vez
sería...Y sonriéndose uno al otro, se alejaron juntos sin mirar atrás.
Muy místico este relato...misterioso
ResponderEliminarque po donde nos pueden llevar los sueños...
y al fin encontrar una respuesta ...
vivir la vida a plenitud...
besos!