Jorge
decidió no ir a ninguna parte la noche de Halloween.
Estaba
aburrido de hacer lo mismo año tras año.
Disfrazarse de zombie, que era lo más fácil y mas barato, juntarse con
sus amigos que, por supuesto se disfrazarían de lo mismo, porque ninguno tenía
plata para arrendar algo más original....y de ahí, ir a bailar a la discoteca,
hasta que saliera el sol.
¡¡
Qué lata !! No tenía intención de
repetir el programa.
Así es
que esa noche, cuando sus amigos lo pasaron a buscar, les dijo que estaba
cansado y que se iba a acostar, porque había tenido una semana de perros.
Uno
de ellos lo miró con suspicacia y le preguntó:
-¿ No
será que tienes pensado dar una fiesta aquí y no quieres invitarnos?
-¡
Estás loco, hombre! ¿ Yo una
fiesta? Si lo único que quiero es
dormir...
Se
fueron al fin, después de echarle unas cuantas miradas cargadas de sospecha y
de sonreirle con mordacidad.
Quedó
claro que no creían sus palabras.
Jorge
se echó en el sillón, frente al tele, y al poco rato se quedó dormido.
Lo
despertó el timbre de la puerta.
Pensó
que eran sus amigos, que volvían para pillarlo " In fraganti" preparando la fiesta.
Pero
en el umbral había una figura solitaria.
Era
una joven que parecía maquillada con harina, porque lucía una palidez terrosa.
El pelo le caía desgreñado sobre un vestido blanco cubierto de sangre. Y se
diría que usaba el perfume "Moho,
de Chanel"...
- ¿
Es aquí la fiesta?- preguntó dubitativa.
-¡
No, señorita! ¡Aquí no hay ninguna
fiesta!- exclamó Jorge enojado y cerró de un portazo.
¡ Ah! - pensó- Así que estos idiotas están
mandando a sus compinches a averiguar de la fiesta. Si llega otro, no le pienso
abrir.
Retomó
su lugar en el sillón y al rato se adormeció de nuevo.
Sería
pasada la una cuando el timbre volvió a sonar.
Sobresaltado,
olvidó sus propósitos de no hacer caso y fue a abrir, medio dormido.
En la
puerta estaba la misma joven con olor a moho, sólo que esta vez venía del brazo
de un esqueleto.
-¿
Empezó la fiesta?- preguntaron al unísono.
-¡ Ya
le dije a esta señorita que aquí no hay fiesta! ¿ Hasta cuando molestan?
Lo miraron decepcionados y sin responderle ,
se perdieron calle abajo.
Jorge se quedó observándolos y notó que al
esqueleto le sonaban los huesos al caminar, con un ruido hueco, como de
castañuelas.
-¡
Qué disfraz más convincente!- no pudo evitar pensar, antes de cerrar la puerta.
Mejor
es que me acueste, reflexionó, estos deben haber sido los últimos molestosos.
Se nota que su chiste les parece fome hasta a ellos mismos.
Se
puso el piyama y fue a la cocina a calentar un poco de leche.
Escuchó
un rumor de voces y de risas ahogadas junto a la puerta de calle.
¡
Ah!- dijo-¡ Volvieron los idiotas que idearon la bromita ! Seguro que vienen a
reírse de mí. Pero, les voy a decir cuatro cosas...
Abrió
la puerta de golpe, pero en lugar de encontrarse con sus amigos, vio a un grupo
de zombies que lo miraban expectantes. Se adelantó uno de ellos , que tenía una
máscara tan bien hecha que hasta le salían gusanos de la nariz.
-
¡Venimos a la fiesta! Sabemos que es
aquí y no vamos a aguantar discriminaciones...
Jorge
se quedó estupefacto. Los miró uno por uno y vio caras lívidas, huesos al aire
y ojos desorbitados en una muda interrogación.
Pensó
cerrar la puerta sin contestar, pero resolvió armarse de paciencia.
-Les
informaron mal - suspiró, con hastío- Aquí no hay ninguna fiesta.
Los
zombies le volvieron la espalda y se alejaron arrastrando los pies.
Jorge
pensó que de seguro irían a juntarse con sus amigos, para comentar la broma y
decidió seguirlos hasta la cercana discoteca.
Pero
el grupo dobló por una calle solitaria que conducía al cementerio.
-Y
bueno- decía uno- ¿ Quién fue el idiota que nos hizo quedar en ridículo?
-¡
Este fue!- contestó otro, señalando a un flaquito de cara verdosa.
-¡Ya,
pues!- intervino una mujer- ¡ No lo acomplejen!
Este pobre se acaba de morir y todavía está choqueado por el transe.
-¡ No
fue culpa mía!- se defendió el flaco con voz lastimera- Vi salir a unos tipos
de esa casa comentando que habría una fiesta. ¿ Como podía adivinar que era
mentira?
-¡ No
nos echemos a morir!- exclamó un
esqueleto, celebrando su propio chiste con una risita- ¡ El próximo año vamos a
bailar a la discoteca!
Jorge
los escuchaba, helado de espanto. Tenía el pelo erizado y sentía que las
piernas se negaban a sostenerlo.
Los
vio llegar a la reja del cementerio y atravesar los barrotes como si fueran de
mantequilla. Las sombras del campo santo se los tragaron y todo quedó en
silencio.
Llegó
a su casa tiritando y no paró de temblar hasta que la primera luz del día se
empezó a filtrar por entre las persianas.
Cuando
estuvo más lúcido, reflexionó:
-El
próximo Halloween voy a aceptar la primera invitación que me hagan, por latosa
que sea. ¡Lo que está claro es que yo en mi casa no me quedo !
Eres talentosa para crear historias y cuentos diversos querida Lily. Te felicito, este relato no me provocó miedo pero si me encantó leerlo.
ResponderEliminarAbrazos siempre.
Yo creo que me muero de susto
ResponderEliminarestá fenomenal este cuento...
se puede decir que los muertos también saben pasarla regio...
cuando se puede ...claro esta...
saludos estimada...espero estés bien y tengas buenas alegrías en tu vida y todo lo demás...
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