MARIPOSA
DE OTOÑO.
(Sobre
un poema de igual nombre, perteneciente al libro Crepusculario de Pablo
Neruda.)
Una
mariposa anaranjada entró por la ventana abierta. Sus alas era dos pequeñas
hogueras ardiendo jubilosas en la palidez del crepúsculo.
Juan
se incorporó en la cama tratando de alcanzarla, pero las fuerzas le faltaron y
cayó sobre la almohada.
"
ME DECÍAN : NO TIENES NADA.
NO
ESTAS ENFERMO: TE PARECE. "
Su
madre entró en puntillas y él cerró los ojos, fingiendo dormir. Por entre sus
párpados entornados miró su rostro triste, cuando se inclinó a arreglarle las
sábanas. Era la única que no sentía miedo ni repugnancia de su enfermedad. La
única que lo seguía amando, aunque ahora parecía un haz de paja seca, un puñado
de huesos.
Su
padre, en cambio, no entraba nunca a su pieza.
Desde
que era muy niño, había sentido su distanciamiento y su menosprecio.
Juan
sabía que él era distinto y trataba de
ocultar sus sentimientos para no ser humillado ni encarnecido. Mucho tiempo
había luchado, pero al final, dejó de rebelarse. Cayó en aventuras pasajeras
que lo dejaban lleno de insatisfacción y de asco. Había buscado el amor en esos encuentros
ocasionales y más de alguna vez había recibido en respuesta una sonrisa
burlona.
Su
madre lo veía sufrir y buscaba en vano una confidencia.
YO
TAMPOCO DECÍA NADA.
Y
PASO EL TIEMPO DE LAS MIESES.
HOY,
UNA MANO DE CONGOJA
LLENA
DE OTOÑO EL HORIZONTE
Y
HASTA MI ALMA CAEN HOJAS.
La
primera señal de peligro fue una brusca baja de peso y una pequeña lesión en la
frente. Juan decía que se había golpeado en un mueble y la disimulaba bajo su
cabello largo.
Se
fue a hacer el examen y al cabo de unos días lo llamaron con urgencia desde la
Clínica.
El
médico se mostró optimista. Hay un tratamiento- le dijo- que frena los síntomas y permite vivir con
normalidad. Esto ya no es mortal, como antes.
Pero
Juan decidió que no quería hacer nada, que su vida debía llegar hasta ahí.
Había sufrido ya lo suficiente. Estaba cansado. Le parecía que cargaba un peso
de siglos sobre su espalda.
Le
dijo la verdad a su madre y lloraron los dos, abrazados.
Poco
a poco, se fue debilitando y al final,
cayó postrado.
Su
padre sabía que se moría sin remedio, pero no entraba nunca a su pieza. A veces
escuchaba sus pasos que parecían detenerse frente a su puerta. Juan alcanzaba a
incorporarse en la cama, susurrando su nombre, pero los pasos seguían de largo.
TODO
SE VA EN LA VIDA, AMIGOS.
SE VA
O PERECE.
SE VA
LA ROSA QUE DESATES
TAMBIÉN
LA BOCA QUE TE BESE.
La mariposa anaranjada seguía revoloteando por
la pieza y a veces parecía suspendida, como si la sostuviera una mano
transparente. Era Verano cuando se había
levantado por última vez. Ahora los árboles se teñían con los tintes dorados
del Otoño.
PASO
LA HORA DE LAS ESPIGAS.
EL
SOL AHORA CONVALECE.
SU
LENGUA TIBIA ME RODEA.
TAMBIÉN
ME DICE : TE PARECE.
LA
MARIPOSA REVOLOTEA.
REVOLOTEA
Y
DESAPARECE.
Con elegancia y sutileza nos deslizas el secreto del protagonista, homosexual y enfermo de sida. El amor incondicional de la madre, el desprecio del padre. Una realidad muy contingente y relatada muy a la altura del poema de Pablo.
ResponderEliminarOpina María Teresa González por correo electrónico.