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domingo, 28 de marzo de 2021

AIRES DE PRIMAVERA.

El doctor Coppelius estaba satisfecho. Más que satisfecho, eufórico.  ¡Había logrado construir un robot tan perfecto, que casi en nada se diferenciaba de un ser humano!

Lo había dotado de un cuerpo de proporciones armoniosas y en su cráneo  había instalado unos circuitos electrónicos que generaban pensamientos sencillos. Para hacerlo completo, en mitad del pecho llevaba una válvula que imitaba los latidos de un corazón.

Lo contempló con orgullo y el robot le devolvió la mirada con ojos en los que brillaba una especie de inteligencia elemental. 

-Te llamaré Igor- le dijo el sabio, complacido.

-Te agradezco la vida que me das- respondió el robot.

Por un momento, el científico se sintió Dios y pensó que bien podía llamar Adan a su criatura. Pero reaccionó, ant el temor de mostrarse demasiado soberbio.

Pensó que su invento lo haría famos en el mundo entero y que se cubriría de gloria.

Escuchó un rumor en el pasillo de su laboratorio y abrió la puerta, preocupado. Vio a su mujer, Laura, rondando cerca, con actitud interrogante.

-¡ Laura!  ¡ Te he dicho que no te acerques al laboratorio. ¡ Aquí hay elementos radiactivos que podrían dañarte !

-¡ Es que me aburro sola!- rezongó ella, con sonsonete infantil- ¿ Por qué no me muestras lo que estás haciendo!

-No, mi amor. Bien sabes que te faltan conocimientos científicos para comprender mi trabajo...Te prometo que pronto lo verás.

Ella hizo un mohín de despecho y se alejó por el pasillo, sin responderle.

En el transcurso de los días, el doctor Coppelius le fue agregando más circuitos al cerebro de su robot. Era capaz de responder preguntas sencillas y hasta parecía haber desarrollado cierta vida emocional.

Al cabo de un tiempo, lo empezó a notar cambiado. .No respondía a sus preguntas y parecía resentido  por algo.

-¿ Qué tienes, Igor?  ¿ Qué te hace falta?  ¿ Necesitas que recargue tus baterías?

El robot no lo miraba. Permanecía con los ojos fijos en la ventana.

-Allé afuera están brotando los árboles y el cielo se ha puesto azul y brillante...

-Es que está llegando la primavera, Igor.

-Ya lo sé- respondió el robot, friamente - Usted ha incorporado a mis circuitos el concepto del cambio estacional.

-¿ Y entonces?

-Entonces, nada.

El robot apartó la vista con impaciencia y clavó los ojos en la rama de un árbol. Un pajarito se había posado allí y trinaba con entusiasmo.

Al salir del laboratorio, el doctor Coppelius volvió a ver a su mujer rondando por el pasillo.

Pero, esta vez ella lo miró con un aire ausente y no le insistió que le mostrara su trabajo.

Por si acaso la vencía la curiosidad, el científico había escondido la llave del laboratorio en un lugar donde a ella no se le ocurriría buscarla.

-¡ No es muy ocurrente, la pobrecita!- suspiró Coppelius con ternura.

Por un momento, se detuvo a pensar que Laura estaba diferente. Ya no se quejaba de sus ausencias constantes ni lo urgía para que volviera temprano de sus reuniones en la Universidad.

Ahora pasaba las horas pegada a los cristales de la ventana, siguiendo el vuelo de los pajaros.

-¡ Otra que anda emocionada con la llegada de la primavera!- pensó Coppelius enternecido.

Lo distrajo la llegada de una invitación para que dictara una conferencia en una Universidad extranjera.

Pensó exponer allí sus avances en el campo de la robotica. Pero sería cauteloso. Prepararía primero el terreno antes de mostrarles su prodigioso invento. No quería alarmarlos. Sabía que ya rondaba el temor de que en el futuro las máquinas dominaran la tierra...

Partió emocionado, recomendando una vez más a Laura que no se acercara al laboratorio. 

Ella no mostró un gran pesar al verlo irse.

-Se ve que ha madurado- pensó complacido - Ya no es la chiquilla insistente que me abrumaba con sus caricias. Parece que por fin entendió que un cintífico eminente como yo no tiene tiempo que perder en niñerías.

La conferencia fue un éxito.  Disertó sobre sus avances sin revelar los resultados. Preparó así la atmósfera para la presentación triunfal de Igor, que vendría pronto y que los dejaría atónitos.

Al llegar a su casa, vio todo oscuro. Ni siquiera había luz en el dormitorio de Laura. Pero, su primer pensamiento fue para Igor.  ¿ Algún extraño habría irrumpido en el laboratorio? ¿ Estaría a salvo?

No encontró la llave en su escondite y aterrado se dirigió allí, corriendo. La puerta estaba abierta y el robot había desaparecido.

-¡ Entraron a robar!- gritó- ¡ Se llevaron a Igor!  ¿ Qué voy a hacer ahora?

Pensó que Laura estaría durmiendo y no había oído nada.

-¡ Estúpida!- murmuró y subió la escalera, enceguecido por la rabia.

En el dormitorio no había nadie. Sobre la mesa de noche encontró un papel con unas pocas líneas garabateadas con la letra infantil de Laura.

-  "Perdóname, Coppelius. Igor y yo nos hemos enamorado y nos vamos juntos. Adios"

Se precipitó a la ventana, desesperado, confiando en que aún los podría divisar en la calle...

No vio a nadie, pero el aire nocturno, cargado de los efluvios de la primavera entró a bocanadas al dormitorio y lo hizo estremecer. 




6 comentarios:

  1. Tu eres poeta,tus escritos están lleno de esa poesia que tanto nos regala, tus imaginaciones vuelan sienpre en ese camino.

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  2. Entre tus mejores más solidos relatos, Lillian. Felicitaciones.

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  3. Bueeeeee....me quedé sorprendida ,vaya que si!!

    bueno, pensaba cosas graciosas en todo esto, pero suponiendo que de verdad hubiera vida de esa manera sería una cosa muy tremenda ...el ser humano quiere rebasar sus principios hace rato , y eso le puede salir muy mal.

    Un abrazo estimada.

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    1. Que tengas un feliz día de Resurrección, que el amor de Dios no falte en tu camino!

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  4. El leer tus notas es como entrar en la cultura.

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