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domingo, 23 de febrero de 2020

TE ODIO, AMOR.

Te confieso que quería que murieras. El odio me desgarraba el pecho, como un animal salvaje. Sentía que no podría vivir en paz mientras tú caminaras sobre la tierra.
En las noches, me desvelaba pensando que, allá en tu cama, tú dormías tranquilo mientras a mí me torturaba el insomnio.  Quizás soñabas, pero en tus sueños jamás aparecería yo.
Cuando iba por las calles, tenía miedo de encontrarte y sin embargo, mis ojos te buscaban
entre la gente. Quizás quería verte una vez más, antes de que  mi odio te matara.
Porque había concebido la idea de que a fuerza de odiarte, te lograría matar.  Y me concentraba en ese pensamiento, hasta agotar mis fuerzas.
Todos los días, abría el periódico en la página del obituario y buscaba tu nombre, mientras me mordía los labios, hasta hacerlos sangrar.
¡ Aún vives !  pensaba, después de la inútil búsqueda.  Y el día se me volvía negro, como una noche sin estrellas. Solo tu muerte podría hacerme vivir...
¡ Hasta que un día, leí tu nombre en la lista de fallecidos, por fin!
No podía creerlo. Pensaba que mi hambre de tu muerte  me  traicionaba los ojos ...Pero, no ¡ allí estabas!
Trastornada por una  feroz alegría, busqué tu obituario:
" Comunico con enorme pesar el fallecimiento de mi amado esposo"
Y la dirección de la Iglesia donde velarían tus restos.
Me vestí de negro y partí. ¿ Por qué no?  Yo también soy tu viuda.
En silencio me uní al grupo de los dolientes. Nadie reparó en mi presencia.
De a poco, me fui acercando hasta tu ataúd abierto.  Desfallecida, volví a mirarte, después de tanto tiempo. Tu pelo había encanecido un poco, pero tu cara era tan hermosa como siempre.  Llena de serenidad, libre de la rabia fría con que me habías mirado por última vez.
De a poco me fui deslizando entre la gente, hasta que quedé parada al lado de tu mujer legítima.
Lloraba, con la cabeza hundida en el pecho y los ojos cerrados.
Ahora somos dos, le dije en silencio. Al fin y al cabo, siempre fuimos dos.  Solo que tú lo amabas y yo lo aborrecía. Pero éramos dos, caminando tras la sombra que su cuerpo proyectaba sobre la tierra.
El eligió ir de tu mano y a mí me apartó con el pie. De las dos, tu fuiste la afortunada.
Eso le dije en silencio, mientras las dos llorábamos, junto a tu ataúd.
Sí, yo también lloraba. Pero al mismo tiempo crecía en mí el júbilo .  ¡ Lo había logrado!

Porque tengo la total certeza de que fue  mi odio el que te mató.


2 comentarios:

  1. Que pena me dió este relato...
    dos caras de la moneda puede verse también...
    alguien que vive perdida su vida sumida en el rencor por un mal amor o el amor no correspondido ...nos habla de esa felicidad que le impactó la muerte, hasta se siente gozosa que lo haya provocado...cuanta más amargura le quedará a futuro cuando no tenga en quien más vaciar sus horas de insomnio...
    en fin hay seres que jamás aprenden y desperdician igualmente sus preciosos momentos de vivir la vida con otra mirada...
    Pero cada quien se debe a sus elecciones y sus consecuencias de esos actos.

    Te dejo un abrazo.
    Espero estés muy bien!

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  2. Amor.olvido,odio.pasiones humanas que casi siempre nos acompañan.

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