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domingo, 27 de agosto de 2017

EL ULTIMO AMOR DE JOSE.

Ser viejo y ser pobre es lo peor que le puede pasar a uno, meditaba José, frente al espejo, mientras se afeitaba.
Una telaraña de finas arrugas le rodeaba los ojos y su boca parecía que estaba entre paréntesis.  Dos surcos la rodeaban y aunque él no lo habría reconocido, era la amargura constante la que los había marcado en su cara, a través de los años.
Sentía que la Vida le había pasado por el lado, saludándolo apenas, con una inclinación de cabeza y una mirada esquiva.
Y el Amor, que dicen que es como una rosa perfumada que se abre...En su caso se había marchitado sin abrirse jamás.
Había tenido una sola ilusión: Margarita.  Pero nunca se había atrevido a declararse...Era tan pobre ¿ Qué  le podía ofrecer que no fuera una vida de estrecheces?
Sin embargo, muchas veces había creído que ella lo miraba con afecto. ¿ Sería tiempo todavía?  Dicen que nunca es tarde para amar...
Ella vivía a pocas cuadras de su casa y decidió ir esa tarde a verla , a la hora que volvía del trabajo.
Se vistió con esmero. Camisa blanca y su corbata azul de las grandes ocasiones. ( Funerales, casi siempre. Estaba en la edad en que los amigos empiezan a aparecer en el obituario...)
Se vio en el espejo y notó que la esperanza le iluminaba la cara, rejuveneciéndolo.
Inspeccionó su billetera con cierto pesimismo.   Siempre tan flaca, que parecía anoréxica. Y era cierto que todo lo que comía, lo vomitaba de inmediato...
Vio que le alcanzaba para un ramo de flores. De margaritas, que eran baratas y además llevaban el nombre de ella. ¡ Seguro que le gustarían!
Con el ramo apretado contra su pecho, se dirigió a verla. Cuando le faltaba media cuadra para llegar, vio a un hombre muy elegante, que tocaba el timbre de la puerta. Llevaba un ramo de rosas rojas envueltas en celofán.
A José le llegó el perfume y pensó que para él, olían como una corona fúnebre.
Escondido tras un árbol, vio abrirse la puerta. En el umbral apareció Margarita, más linda que nunca.
Sonriendo, tomó las rosas .
-¡Espérame un momento!-  le dijo al galán- Las pondré en agua y nos vamos en seguida.
Pasaron por el lado de José. El hombre lo rozó sin querer y le dijo con gentileza:
- ¡Disculpe, abuelo!
Margarita no lo reconoció o fingió que no lo veía...
José miró su triste ramo que ya parecía marchito. Sin saber qué hacer con él, se sacó la corbata y lo amarró en los barrotes de la reja.
Un dolor agudo le atenazó el corazón. Pensó que era el preludio de un infarto.
-¿ Qué me queda ahora sino esperar  a la Muerte? suspiró José y se sentó en un banco del parque. Las hojas secas se desprendían de las ramas y caían a sus pies.
Al rato, vio llegar a una mujer muy linda que se dirigía hacia él y le sonreía desde lejos.
-¿ Me esperabas a mi?- le preguntó con coquetería.
-La verdad es que no. Esperaba a la Muerte.
-¿ Y quién crees que soy?
-¿ Tú?  Pero si eres tan joven y tan bonita...
-Yo nunca envejezco, como comprenderás.   ¿ Y por qué no iba a ser linda?  ¿ Acaso no es linda la Vida?  Y las dos somos hermanas gemelas...
Lo tomó suavemente del brazo y juntos caminaron por la vereda mojada, mientras los últimos resplandores del sol se perdían en el ocaso.


3 comentarios:

  1. En esta bonita historia,tu sacas a la luz,muchos de esos sentimientos que vas acumulando,y que tu buena forma de escribir,hace que sea una delicia leerlo

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  2. Al final de todas las cosas
    creo , que nos encontraremos con la autentica felicidad
    pues el amor es eterno y él nunca muere...

    Y todos merecemos ser amados.

    Besos.

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