Marcos
se quedaba hasta tarde en su despacho de abogado, revisando con calma los
procesos pendientes.
A las
seis, el edificio empezaba a vaciarse. Se iban apagando las luces de las
oficinas y el silencio solo era quebrado por la llegada del personal de aseo.
Era
un pequeño ejército de mujeres que hacía su entrada en los pasillos arrastrando
sus carritos cargados de escobillones.
Marcos
ya conocía de lejos a la mujer que hacía el aseo en su piso. Una mujer gorda y ceñuda que, a pesar de la
prohibición de fumar, trabajaba con un cigarrillo colgado de una comisura de su
boca.
Por
eso le extrañó, ese Lunes, ver avanzar por el pasillo una figura juvenil. La
luz del techo daba de lleno sobre una melena de pelo castaño.
Al
acercarse a él, mostró una cara agraciada, roja por el esfuerzo de arrastrar el
pesado carro.
-¿ Y
tú, quién eres?- le preguntó Marcos, con curiosidad.
-Soy
Miriam, señor. Estoy reemplazando a mi tía que pidió licencia médica.
Al
día siguiente, dejó ex profeso su puerta abierta para escucharla avanzar hacia
su oficina.
-¡
Pasa, Miriam! Yo salgo enseguida.
Ella
entró, muy seria y se puso a vaciar los papeleros.
El
miraba de reojo sus piernas enfundadas en medias oscuras, tratando de adivinar
las formas de su cuerpo bajo los pliegues del guardapolvo. Observó que llevaba
unos zapatitos de medio taco, no aptos para ese trabajo tan rudo.
Al
fin, no tuvo más remedio que tomar su abrigo y abandonar su oficina para que
ella la limpiara con libertad.
-¡
Qué bonita es!- pensaba mientras se encaminaba al estacionamiento- ¡ Y que pena
que no le tocara una suerte mejor!
Sin
saber como, le vino una idea a la cabeza y exclamó a media voz:
-¡Pobrecita Cenicienta!
Al
día siguiente, esperó su llegada con impaciencia. Y cuando ella se detuvo en el umbral, la
invitó a entrar y le propuso que se sentara y
tomara un respiro.
Ella
no quería, pero al final aceptó y con un suspiro de cansancio se dejó caer en
una silla.
-Y tu
tía ¿ como está?- le preguntó él, para incitarla a hablar.
-Está
mejor, señor. Es una gripe, nada más.
-¡
Ay! No me digas señor, que me haces más
viejo de lo que soy. Dime Marcos
¿quieres?
Ella
enrojeció y se quedó callada.
Marcos
había encendido la radio y se escuchaba un tema bailable.
-¿
Por qué no te quitas ese guardapolvo tan feo?
Ven, vamos a bailar un poco.
La
tomó por la cintura y la hizo deslizarse sobre la alfombra, al ritmo de la
música.
Al
verla cohibida, se rió por lo bajo, con ternura burlona y le dio un beso en la
frente. Después, empezó a besarla en la cara y en el cuello y su mano se cerró
sobre su pecho. Trató de empujarla hacia el sillón.
Ella
lanzó un grito y de un empujón, se zafó
de sus brazos.
Salió
corriendo de la oficina y se precipitó por la escalera. Iba llorando con
sollozos roncos y desgarradores.
Al
bajar, uno de sus tacos se enredó en un
peldaño y se quebró con un chasquido seco.
Lo
dejó ahí y continuó la huida, cojeando.
Al
llegar a la calle, vio que llovía. Arrojó el otro zapato en un charco y quedó
descalza en la vereda. Miró hacia atrás
y notó con alivio que el hombre no la había seguido.
Vio
pasar un taxi y lo detuvo, sin pensar siquiera si le alcanzaría el dinero para
pagar el recorrido.
Iba
llorando, acurrucada en un rincón. El
chofer, que la había visto parada en la vereda sin zapatos y con cara de susto, adivinó que le había
pasado algo y al llegar a destino, no le quiso cobrar.
Mientras,
Marcos había quedado parado en medio de la oficina. No se decidía a ir tras
ella porque daba por fracasada la aventura.
Pero,
al fin, se encaminó hacia la escalera por donde la había escuchado correr.
En un
peldaño, vio abandonado el zapatito roto.
Lo
tomó un instante, dándolo vuelta entre sus dedos, con una mezcla de compasión y
de vergüenza.
Pero,
se repuso en seguida y de vuelta en su oficina, lo arrojó al primer basurero
que encontró.
Por tus relatos,parece ser.que dentro de tus sentimientos,existe un vacio,que tu intenta llenar
ResponderEliminarMenos mal que se desató a tiempo del lobo
ResponderEliminar...aprendió rápido la lección...
y bueno el fulano, nada que decir ...cual lobo
no queriendo pasar de largo las oportunidades.
Te dejo un abrazo.