Cuando
se masificó la televisión, los agoreros de turno predijeron la muerte del cine
y de la radio. Pero ambos siguen bien
vivos hasta hoy. Los cines de los Mall se llenan los fines de semana y por otra
parte, hay mucha gente que cada día se acompaña en sus quehaceres, con el
sonido amigable de un programa radial.
Eso
lo sabía Genaro, por la cantidad de mensajes que recibía durante su espacio
dedicado a la Literatura. Otro mito echado abajo: que la gente ya no lee. Es cierto que no es
tanta, pero a él le permitía mantenerse
en el aire sin problemas.
Los
llamados y los mensajes los respondía al final.
Generalmente saludos y comentarios de libros. Un día se llevó una gran sorpresa al recibir
una carta manuscrita. ¡ Como! ¿ Todavía había gente que escribía en papel?
Era
un sobre chico, con una letra menuda muy de señorita del siglo pasado.
Se lo
echó al bolsillo y no se acordó más, hasta llegar esa tarde a su departamento.
Lo salió a recibir el gato, único recuerdo que le había quedado de Mariela...
-¡
Hola, Toribio! ¿ Qué tal?- el gato se restregó en sus piernas y él respondió a
su ronroneo con un rasquido detrás de las orejas.
Solo
entonces se acordó de la carta.
La
firmaba una mujer llamada Elena. Las típicas frases de elogio al programa.Que
no se lo perdía nunca. Pero luego contaba cosas de ella, que le gustaba mucho leer y que escribía poemas...
Le
pedía que le contestara también en forma manuscrita porque a ella le parecía
muy impersonal el correo electrónico.
Genaro la encontró anticuada y un poquito
ridícula. Se la imaginó vieja...¿ Qué edad podría tener una mujer así?
Pero
al otro día, mientras analizaba frente al micrófono la última novela de Anabel
Clifford,
imaginó a Elena junto a la radio, escuchándolo
con interés. Y sin saber por qué, se le ocurrió que después de todo, no tenía
por qué ser vieja. Perfectamente podría tener unos treinta y cinco o algo
menos, quizás...Y se la representó como una mujer bajita, de pelo castaño,
con ojos verdes.
¿ Por
qué se la imaginó así?
Estaba
claro que su composición mental contenía
varios detalles pertenecientes a Mariela... Bueno ¡ hasta el gato sabía que no
lograba olvidarla!
Al
final contestó la carta. Y se estuvieron
escribiendo durante unas semanas. A Genaro le parecía increíble haber caído en
una cosa así, tan añeja. Pero ella había logrado cautivarlo.
Por
la dirección postal, se imaginaba una casa de barrio, de esas con fachada
continua y patio interior. Y creía ver a Elena, siempre bajita y con ojos verdes, regando las plantas al
llegar de su trabajo.
Ella
le escribió que ya era tiempo de que se conocieran y lo citó, para la semana
siguiente en un café cerca de la Radio.
Ella
iría vestida de azul y acordaron que Genaro llevaría corbata roja y un libro en
la mano. Al más puro estilo de las novelas románticas de Anabel Clifford...
Pero sufrió un decepción. La mujer que se
presentó con un vestido azul era morena, alta y se movía sensualmente por entre
las mesas, mientras le sonreía con desparpajo.
Ignorando
su desazón, lo besó en la mejilla :
-¡
Hola, Genaro! Eres más guapo de lo que
imaginé.
Era
vivaz y simpática, pero nada de lo que decía parecía corresponder al tenor de
sus cartas. Genaro se sentía traicionado. ¿ Tanto se había falseado al
escribirle? Veía retroceder y
desvanecerse la imagen de la chica de pelo castaño, sencilla y algo
tímida, que escribía versos y regaba las
flores en el patio interior.
Trató
de sacudirse la melancolía y disfrutar de la compañía de la verdadera Elena. El
había sido el tonto al imaginarla de acuerdo a sus íntimos deseos y a la
nostalgia que tenía de Mariela.
Quedaron
de juntarse a la semana siguiente en el mismo café.
Al
llegar a su departamento, Genaro sacó las cartas y de nuevo encontró que no
cuadraban con la mujer que acababa de conocer. Pero no podía negar que era
seductora y que había disfrutado de su charla.
Se
juntaron otra vez y él tuvo que admitir que el atractivo sensual y la
personalidad de la mujer iban borrando definitivamente la falsa imagen que se
había hecho de ella.
Hasta
que el siguiente Lunes, el radio controlador le pasó un sobre que acababa de
llegar. Era otra carta de Elena.
Le
decía que ya estaba mejor, que le habían dado de alta en la Clínica y estaba de
vuelta en su casa. Esperaba que su amiga Isabel le habría dado sus disculpas por no haber ido al café.
¿
Sería mucho pedirle que fuera a verla a su casa? Todavía no tenía permiso del médico para
salir...
Genaro
llegó esa tarde a la casa de barrio, de fachada plana y con patio interior...Le
abrió la puerta una mujer bajita, de melena castaña y ojos verdes.
Su
cara se iluminó al verlo.
-¡
Genaro! ¡Qué bueno que viniste! ¡ Al fin nos podemos conocer !
No se engaña el sentir a través de las palabras, de quien sabe leer en lo profundo ...
ResponderEliminarMisterioso y significativo final.
besos.
El mucho leer.consigue que ciertas personas,avancen en cultura y,,,en saber estar.
ResponderEliminarNo es peloteo,es la pura verdad
Vaya, Isabel también podía haberse identificado, claro que de haberlo hecho...
ResponderEliminarDe todas formas parece que su corazón no le engañó,
Te metes en el relato y de pronto llega un final que no essperas.
En las letras de Elena pudo verla reflejada.
Un abrazo.
Ambar