Marta
se veía a si misma sentada en la orilla de la Vida, como al borde de un muelle,
mirando pasar los barcos a lo lejos.
Tan
lejos, que no podrían ver las señas que ella les hacía y no se detendrían
jamás.
Sus
días eran grises como puñados de arena arrojados por sobre el hombro. Daba lo
mismo si era Lunes o Jueves... Nada rompía la monotonía de su existencia.
¿ En
qué momento había desechado las inútiles ilusiones y aceptado la soledad?
Tenia
la costumbre de subirse a los buses y hacer todo el recorrido hasta el
terminal. Se iba con la frente pegada al vidrio de la ventanilla, mirando como
los colores del ocaso teñían la mole de la ciudad. Luego se encendían los faroles y disminuía la
gente en las calles. Era la hora que más le gustaba, cuando el día tocaba a su
fin.
Pero
una de esas tardes muertas, la Casualidad le ofreció un festín a su corazón
ávido de aventuras. ¿Como rechazar la oportunidad de vivir una vida más
interesante que la suya?
Iba,
como siempre, sentada en el bus, mirando a las personas que la rodeaban. Le
gustaba imaginar sus historias, suponerles dramas o existencias felices . Y así
se le iban las horas, hasta que caía la noche y se bajaba en el paradero
cercano a su casa.
Pero
esa tarde fue distinto. Sintió que alguien la miraba a ella. Algo parecía
tirarla con fuerza hacia atrás, hasta que volvió la cabeza y lo vio.
Era
un hombre que la miraba fijamente con expresión extraña. Como si estuviera
mirando a un fantasma y no supiera si acercarse o pararse y salir huyendo.
De
pronto, cesó su lucha y se levantó del asiento, acercándose a ella.
-¡
Elena!..¡ Elena! ¿Es posible que seas tú?
-No,
no es posible-le habría dicho con sorna- Porque me llamo Marta y no te he visto
en mi vida.
Pero decidió guardar silencio y quedarse a la
expectativa.
El se
sentó a su lado e intentó tomarle la mano. Ella la retiró asustada.
-¡
Elena! ¡ Cuantos años llevo
buscándote! Fui varias veces a tu pueblo
a preguntar por tí, pero siempre me decían los
mismo. Que te habías ido y no sabían donde...
El
cerebro de Marta trabajaba febrilmente. No sabía si estaba pisando terreno
peligroso, si el hombre era un delincuente...Pero algo en sus ojos cargados de
ansiedad la convencía de que era sincero y lo novedoso de la situación le producía
un grato cosquilleo.
Para
tantear la situación, se le ocurrió preguntarle:
-¿ Y
como me reconociste?
- Has
cambiado un poco, es cierto- dijo él- pero tus ojos son los mismos. ¿ Y acaso
no he cambiado yo también?
Marta
guardó silencio, en espera de lo que venía, pero no supo qué recuerdo triste de
su propia vida le arrancó una lágrima.
El la
miró consternado y trató de nuevo de tomar su mano.
-Elena
¡Ya sé que es difícil que puedas perdonarme!
Te abandoné como un cobarde...Pero
créeme que he pagado con creces lo que te hice...¡No sabes cuanto he
sufrido!
Lo
dejó hablar y de a poco, la historia de Elena se fue aclarando en su mente.
¡ Así
es que la había abandonado por otra y ahora imploraba su perdón ! ¡ Cínico!
¡ Más que cínico!
¡Como
todos los hombres, no más...!-pensó con rabia- ¡Pero el daño que le hiciste a
Elena me lo hiciste también a mí y no creas que lo vas a borrar con ruegos y
promesas!
A
esas alturas, se sentía totalmente identificada con Elena y un ramalazo de
rabia y de dolor la estremeció, haciéndoloa prorrumpir en sollozos.
- ¡
Me pasé años llorando sin poder aceptar tu abandono! Perdí mi juventud
añorándote, sintiendo que no podía amar a otro que no fueras tú...
Le
dió un empujón y trató de pararse del asiento, pero él la retuvo implorante:
- ¡Elena, no me dejes ahora que te he
encontrado! ¡ Aún es posible rehacer
nuestras vidas!
Marta volvió a sentarse pensativa, maquinando
un desquite y el hombre la miró esperanzado.
Lo
dejó que se engañara y sonrió débilmente, entre sus lágrimas.
El
bus se detuvo en el terminal.
Ambos
se bajaron y él llamó a un taxi que pasaba.
-¡
Gracias, querida, gracias! ¡Vas a ver
como todo va a cambiar!
¡-Quiero irme a mi casa- dijo ella- Mañana
seguiremos hablando.
Dio
una dirección falsa y solo le permitió que la dejara en la esquina, con el
pretexto de no darle que hablar a los vecinos.
-¿
Puedo venir a buscarte mañana, mi amor?
-Sí.
Ven a las seis. ¡ Te estaré esperando!
Cuando
lo vio perderse en las sombras, se dirigió tranquilamente al paradero de buses
y tomó uno en dirección a su casa.
Esa
noche durmió sin necesidad de somníferos.
En la oscuridad de su pieza, le sonrió a
Elena. Sintió que la había vengado. A ella y a todas las mujeres del mundo.
Aunque no me creas,tus historias son reflejos de muchas vidas,que tu sabes hilvanar hasta llegar al punto de atraer a tus lectores.
ResponderEliminarTu imaginación vuela mucho mas alta que todas mis fantasias
Si supieras cuánta gente pasea en esos autobuses los domingos en Madrid!! Muy entretenido el relato.
ResponderEliminarNunca se sabe como la vida
ResponderEliminarda oportunidades para cobrárselas a los falsos...
bien dicho eso que el que la hace la paga
y que todo se cumple aquí abajo de alguna manera...
la belleza se encuentra en cualquier parte...despierta y se hace una historia bella.
besos.
Me ha gustado mucho el relato amiga, muy bien escrita. Puede ser perfectamente real. Un fuerte abrazo y buen fin de semana.
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