Nora
decidió que ese verano no se quedaría otra vez sola en un Santiago despoblado,
viendo películas cursis y llorando de aburrimiento.
Se
conectó a Internet y en un rapto de audacia, inesperado en ella, arrendó una
cabaña por dos semanas en un Centro Vacacional.
El
lugar era lindo pero se veía solitario,tal vez porque aún no llegaba el grueso
de los veraneantes.
Las
cabañas estaba rodeadas por prados muy verdes y bosques de pinos susurrantes. A
lo lejos, muy lejos, se escuchaba el ruido del mar.
Nora
salía a dar largos paseos matinales, ansiando encontrar un alma compasiva que
le diera conversación. Pero regresaba a
su cabaña tan sola como había salido.
Una
de esas mañanas, divisó a lo lejos una figura bastante masisa que se dirigía
hacia ella.
Al
acercarse, vio que era un gordito sudoroso, vestido con un bermudas color lila.
Nora
creyó que sería otro náufrago flotando en el mar de la soledad y ensayó una
sonrisa de bienvenida.
Pero
¡ Oh, patética ilusión ! Al cruzarse con ella, él apenas la miró y
después de un escueto buenos días, dobló en dirección al gimnasio del Centro
Vacacional.
Nora
comprendió su apuro al adivinar varios kilos de más bamboleándose bajo su
polera, pero igual se sintió humillada.
Ella
ya se aprestaba a soltar ingeniosos comentarios sobre las inclemencias del
clima, lo lejos que quedaba el mar y otras naderías simpáticas. Pero, el gordito no le había dado la
oportunidad de lucir su sentido del humor, que era su punto fuerte, junto con
una nariz respingada cubierta de pecas.
Más
tarde, su tristeza se esfumó al averiguar en la Administración que esa noche
habría baile en el gimnasio.
A
pesar de que hacía frío, se puso su mejor vestido veraniego y sus sandalias de
ocho centímetros de terraplen. Cuando
salió de la cabaña, se sentía sexi y dispuesta a arremeter contra cualquier
corazón que se le pusiera por delante.
La
primera persona que vio al entrar, fue al gordito. Y no supo si sus ojos,
cansados de soledad la engañaban, pero lo halló más atlético y más esbelto de
lo que lucía en la mañana.
La
mayoría de la gente andaba en pareja, pero los sobrantes en el " baile de
la vida" según pensó Nora, eran
tres: El gordito, un flaco de lentes,
parecido a Clark Kent y ella.
Empezó
la música y en un segundo se llenó la pista. Moviéndose con soltura, el flaco
se acercó a Nora y la invitó a bailar.
Ella
aceptó, pero sin saber por qué sus ojos buscaron al gordito, que le dirigió una
mirada desdeñosa. Una mirada turbia y fría, como neblina costera y que Nora no
supo descifrar.
El
flaco improvisaba pasos audaces que la lanzaban al otro extremo de la pista y
se notaba que " Fiebre de Sábado por la noche" era una película que
lo había calado hondo.
Sólo
que recién era Viernes y él no se parecía en nada a John Travolta.
Apenas
paró la música, Nora se fue a sentar para recuperar el aliento.
Para
su sorpresa, el gordito se aproximó a ella deslizándose con la gracia de un
mamut en patines.
-¡
Hola!- le dijo con desenvoltura- Me llamo Aldo.
Y se
quedó mirándola con unos ojos de largas pestañas desordenadas como varillas de
paragua roto.
Luego,
la tomó de la mano y se lanzaron a la pista sin decir nada más.
Al
rato, ella se acordó de informarle:
- Me
llamo Nora.
Y
siguieron bailando como si el mundo se fuera a acabar, aunque la profecía Maya
había quedado en ridículo hacía mucho tiempo.
Al
borde de la pista estaba Clark Kent, sin pareja y mirándolos con despecho.
Tal vez estaba planeando meterse en alguna casilla teléfonica y salir de ella
convertido en Superman...
Pero
Nora se dijo que aunque eso llegara a pasar, ella no le haría caso. A esas
alturas de la vida, su corazón ya no estaba para veleidades.
Jajajajaj me reí un poco de la aventura ..
ResponderEliminarBien se dice que si uno no se atreve no cruza el río. ...y todo a su tiempo sucederá. ...
Jajajajaj me reí un poco de la aventura ..
ResponderEliminarBien se dice que si uno no se atreve no cruza el río. ...y todo a su tiempo sucederá. ...