Favio
tenía veinte años cuando murió y al principio no se dio cuenta, excepto por el
indecible alivio de no seguir respirando.
Había
vivido con asma crónica y para él la existencia había resultado siempre
trabajosa y angustiante.
Un
día dejó de respirar y eso fue todo. Sucedió en la calle, cuando estaba
lloviendo.
La
gente que muere en un día de lluvia está condenada a seguir para siempre con el
pelo húmedo y la ropa con olor a musgo.
Una circunstancia desagradable a la cual todos terminan por
acostumbrarse.
Le
pareció que iba por la calle caminando y de pronto se encontró en un lugar que
era un bosque o una ciudad extraña. Podía ser las dos cosas, dependiendo de la
opacidad de la niebla que lo envolvía todo.
El
lugar estaba poblada exclusivamente por gente joven.
Favio
veía pasar a su lado adolescentes suicidas que aún llevaban en el cuello un
pedazo de soga. Muchachos pálidos que habían muerto de alguna enfermedad
innombrable. Y niños que no habían tenido la oportunidad de crecer y que vagaban
por ahí, buscando algún juguete con qué entretener las horas. Habían dejado ya
de llamar a sus madres porque habían comprendido la inutilidad del intento.
A
Favio le parecía que ninguno había muerto del todo aún. Que estaban en una especie de Limbo, en
espera de la verdadera Muerte. Quizás por ser tan jóvenes se les daba la
piadosa oportunidad de acostumbrarse a la idea.
Desde
lejos llegaba el rumor del mar que lamía serenamente los pilotes de un muelle.
Cada tanto llegaba un barco y subían a él los que parecían ya preparados para
partir a la eternidad.
Favio
llevaba ahí mucho tiempo, le parecía a él, pero no lograba resignarse.
Había
vivido veinte años pero nunca había amado. Si respirar era para él un asunto
laborioso ¿cómo acercarse a alguien en
busca de Amor? Buscar aire para llenar
sus pulmones había sido la ocupación de su vida.
Una
tarde se aventuró a internarse en el bosque que ese día se imponía sobre la
ciudad. Y descubrió entre los árboles un reflejo que antes no había visto. Era
el brillo de un espejo.
Supo
entonces que los espejos no son lo que los vivos creen. Son una niebla plateada
en que la gente se mira, sin saber que detrás está el país de los muertos.
Favio
se aproximó al espejo y vio del otro lado el dormitorio de una joven.
Notó
que era una niña triste, alguien que había elegido la tristeza como una forma
de ser feliz.
En el
mundo de los vivos nadie podría entender una cosa así , pero en el lugar donde
se encontraba Favio resultaba muy natural y aceptable.
Pronto
supo que la niña se llamaba Olga.
Cuando
llovía, Olga se sentaba junto a la ventana a mirar caer la lluvia. Si salía el
sol, cerraba las cortinas para no ver la luz que era enemiga de su tristeza.
Favio
pensó que, ahora que no tenía que luchar por el aire para vivir, bien podría
enamorarse de ella. ¿ Pero cómo convencerla de que estaba derrochando su
juventud en esa inútil ocupación de estar triste?
Olga
empezó a sentir que alguien más la miraba cuando estaba frente al espejo y no
le extrañó en absoluto.
Siempre
había pensado que los espejos eran mágicos. Que en el fondo de esa agua
plateada
había
un mundo sumergido, como esos castillos y ciudades que yacen en el fondo del
mar.
Un día, Favio logró empañar el espejo con su
aliento y Olga alcanzó a divisar su cara.
Acercó
sus labios a la superficie y del otro lado, Favio acercó los suyos. Se dieron
un beso muy largo.
Cuando
terminó,Favio sintió que ¡ por fin!
sabía lo que era amar.
Ella, por su parte, olvidó cerrar las cortinas
para que no entrara el sol.
La
luz invadió a raudales su dormitorio y
expulsó las sombras que poblaban los rincones. Olga se encontró sonriendo,
ella, que había jurado no sonreír jamás.
Esa
tarde, Favio fue al muelle a ver la llegada del barco y no se inquietó al saber
que él figuraba en la lista de los que partían.
hola mi amiga
ResponderEliminarme puse triste al principio...pero atisbaba una esperanza...
como se dice a nadie le falta Dios en este mundo o en el otro en este caso
lo relevante es que al final pudo conocer el lado dulce del amor...
gracias !
un abrazo enorme.
Dice María Teresa González:
ResponderEliminar¡ Qué bello e inquietante es este cuento, querida Lily!
Siempre tienta pensar que en los espejos hay algo misterioso y que tras ellos bien pueden existir mundos paralelos...
GRACIAS POR ESTAR EN MIS PALABRAS
ResponderEliminarRECIBE SIEMPRE MI ENERGÍA DE AMOR...
QUE PASES BELLOS DÍAS CON LOS QUE AMAS.
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_________0 BENDICIONES
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QUE EL AMOR NUNCA NOS FALTE AMIGA...
EN TU CAMINO SIEMPRE ESTE ESA LUZ.
me encanta como escribes desde el fondo de tu alma y la serenidad de tu mente
ResponderEliminarGracias, MuCha por tu comentario. Espero que sigas leyendo mis cuentos y siempre te gusten, como ahora.
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