¡ Qué
tarde de Sábado tan fría y tan triste!
-pensó Paulina, ahogando un suspiro.
Miguel
había roto con ella hacía ya dos semanas y no había vuelto a saber de él. Había esperado en vano que la llamara, pero
el teléfono permanecía mudo, con un silencio ensordecedor que retumbaba en sus
oídos.
¿ Por
qué la había dejado en esa forma,
balbuceando explicaciones que no convencían a nadie?
El
corazón de los hombres es así. Como
una manzana dulce que una saborea con
deleite, hasta que descubre que está agusanada. ¡Lástima que lo viene a descubrir cuando ya
se tragó el gusano! - pensó Paulina e hizo una mueca de asco.
Sin embargo, su corazón herido seguía amándolo y preguntándose sin
descanso: ¿ por qué? ¿ por qué, si se
habían querido tanto?
Decidió
abandonar las preguntas inútiles que a nada la conducían y preparar la clase de
Literatura Europea que debía dictar el siguiente Lunes.
Tomó
un libro al azar. Distraída, se puso a repasar un texto de Navokov que le
pareció ingenioso, lleno del humor ácido que lo caracterizaba.
En un
párrafo decía que si queremos ver la vida desde un ángulo diferente, nos
agachemos y miremos hacia atrás, por entre nuestras rodillas.
Paulina
se rió, apesar de su tristeza y no encontró nada mejor que seguir el consejo
del escritor.
Se
inclinó hasta conseguir la posición adecuada y miró, pero no vio nada nuevo... En ese preciso
instante, empezó a sonar el timbre de la puerta.
Apurada
por recuperar su postura erguida, perdió el equilibrio y cayó de cabeza en el
suelo.
Por
un instante, lo vio todo negro, pero se paró rápidamente y fue a abrir.
En el
umbral de la puerta estaba Miguel.
El
corazón le saltó en el pecho y luego pareció detenerse, durante un segundo que
a ella le pareció eterno.
- ¿
No me invitas a pasar? -preguntó él con
voz humilde.
Se
hizo a un lado para que pasara, incrédula aún, creyendo que soñaba. El se veía abatido como perro callejero bajo
la lluvia. Ya no quedaban ni rastros de la altivez y la frialdad con que días
atrás había puesto fin a su romance de tantos meses.
Paulina
no decía nada, sólo esperaba que él hablara y le explicara la razón de su
cambio.
Miguel
vaciló un instante. Luego, sin decir
palabra, la tomó en sus brazos, apretándola con fuerza, como si trabajara en la
policía secreta y quisiera arrancarle alguna confesión.
Pero ¿ qué podía confesar ella que él no
supiera? ¿ Que lo amaba con locura y que
lo amaría hasta el último día de su vida?
-
¡Perdóname, amor mío! Todo fue un error
-suspiró Miguel, enternecido.
Paulina
cerró los ojos.... Y cuando los abrió, se encontró tendida en el suelo,
sobándose el chichón que tenía en la frente.
El
timbre de la puerta seguía sonando con insistencia.
Comprendió que sólo habían pasado segundos
desde que se cayera de cabeza al suelo, por culpa de Nabokov.
Eso
quería decir que la presencia de Miguel había sido un sueño...Pero ¿ y si fuera
un sueño premonitorio?
Esperanzada,
se paró rápido y corrió a abrir.
En en
umbral de la puerta estaba el conserje que venía a dejarle el recibo de los gastos
comunes....
me encantas mujer
ResponderEliminarcuando escribes
largas los fluidos de tus letras
para entretenernos con maravillas que solo tu creas
gracias
La caída le sirvió para comprender que de dolores y sufrimientos estamos construidos y, que siempre nos volvemos a levantar...
ResponderEliminarAbrazos querida Lily.
Es de esperar k la caida le devuelva la cordura
ResponderEliminarEsperar algo de quien no valora es perder tiempo. Y vida
Es de esperar k la caida le devuelva la cordura
ResponderEliminarEsperar algo de quien no valora es perder tiempo. Y vida
Es de esperar k la caida le devuelva la cordura
ResponderEliminarEsperar algo de quien no valora es perder tiempo. Y vida