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domingo, 24 de abril de 2022

LAS AVENTURAS DE SARITA.

Me llamo Sara, pero no me gusta mi nombre, así es que por favor, díganme Sarita.

¡ Qué bueno es hallar gente con la cual ser bien franca y poder contarles las cosas pan pan vino vino y no tener que andar haciéndose la mosquita muerta.  Para empezar, no voy a pecar de modestia sin necesidad. Así es que les voy a contar que soy bastante bonita. Cuando estaba chica y me llevaban en coche, las mujeres en la calle se paraban para hacerme arrumacos.  -¡ Qué niñita tan linda!-decían.  Ahora son los hombres los que se paran a mirarme, pero las cosas que me dicen, es mejor que no las repita...

Cuando salí del Liceo, no quise estudiar y entré a trabajar en una peluquería. Quería ganar plata para comprarme mis cosas y ser independiente.  Mi mamá ganaba una miseria y de mi papá no sabíamos nada desde que tengo memoria.

De más está decir que tenía muchos admiradores. El fin de semana mi celular no paraba de sonar y todas las noches tenía invitaciones para salir. Nunca volvía a mi casa antes de que amaneciera.  Mi mamá me armaba tremendos escándalos por lo mismo. ¡ No comprendía que una chica tiene que disfrutar de su juventud!

Todo de mí le molestaba: que me pintara, que fumara, que trasnochara...Así que un día de pago en la peluquería, hice mi maleta y me fui sin despedirme. 

Tenía tanta rabia que tomé un bus para la primera ciudad que se me ocurrió.  Después de viajar más de dos horas, agarré la maleta y me bajé en un paradero, dispuesta a buscar un hotel. No tenía idea de lo que iba a hacer, pero pensé que a medida de que las cosas se fueran presentando, ya vería.

Creo que me perdí en los suburbios de esa ciudad que no conocía, no di con ningún hotel y empezó a caer la noche. Vi luces en una casa grande, como de gente rica y toqué el timbre para que me orientaran. 

¡ Y ahí fue cuando empezó mi aventura!

Me abrió la puerta una señora que a todas luces había estado llorando, porque tenía los ojos rojos e hinchados. Al verme, dio un grito:

-¡ María!  ¡ Viniste!

Me quedé muda y ella se lanzó a mi cuello, sollozando con hipos y mojándome con sus lágrimas. En seguida, me tomó de la mano y me llevó a un salón donde había varias personas sentadas, todas de luto y con cara de funeral. Porque de eso precisamente se trataba la cosa...¡ Había aterrizado en un velorio!

La señora me presentó a todos y les dijo:

-Es María, su novia...Cuando le escribí avisándole, no creí que vendría.

Y se largó a llorar de nuevo. Entonces se paró una niña rubia y me abrazó:

-Siempre quisimos conocerte, María... Pablo nos mostró una foto tuya hace tiempo, harto borrosa, te diré...Pero ¡ te reconocí de inmediato!

Yo no entendía nada, pero estaba tan cansada, que me tiré literalmente en un sillón. De inmediato, me trajeron café y hasta un vasito de licor, que me devolvió un poco el ánimo.  Decidí quedarme callada, hasta que las cosas se fueran aclarando por sí solas.

La señora se sentó a mi lado y me tomó las manos:

-El accidente pasó porque andaba bebido, como siempre.  Entendemos que tú lo hayas dejado por eso...

Se me iba aclarando la película y me iba sintiendo más cómoda. Cuando me preguntaban cosas que no entendía, aparentaba estar ahogada por el llanto. Al final, se cansaron de hacerme preguntas y me llevaron a un dormitorio.

-Descansa, María- me dijo la niña rubia que me había abrazado al llegar- Aquí tienes un sedante.

Lo escupí apenas salió. Lo que menos quería era dormir. Al contrario, necesitaba meditar en mi nueva situación y ver la forma de sacarle partido.

Al otro día, la rubia me llevó el desayuno a la cama y me prestó un vestido negro, porque yo no tenía. En la Iglesia había harta gente y sobre el ataúd, el retrato de Pablo. Rubio y tan regio, que mejor ni les cuento...¡ Qué desperdicio!- pensé- Si lo hubiera conocido vivo,  fijo que lo enganchaba...

Pero, tal como marchaban las cosas, era hasta mejor. Todos me trataban como a su novia y él no estaba ahí para desmentirlo.

Pasé la misa con la cara tapada con un pañuelo. Me había restregado los ojos hasta conseguir que se vieran rojos e hinchados, como si me hubiera pasado la noche llorando.

Pensé que sería conveniente agregar más dramatismo, fingiendo un desmayo. ¡ Vieran la que se armó!  Hasta el cura se bajó del altar a rociarme la cara con agua bendita.

Más tarde, en la casa, me pidieron que me quedara cuanto quisiera, que para eso yo era casi como de la familia...Y por supuesto, acepté. ¡ No hay como aprovechar las ocasiones a medida que se presentan!  





8 comentarios:

  1. Bueno y eso quizás sea hasta que llegue la otra María...
    una muy linda e interesante historia.

    Una abrazo grande.

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    1. Querida Meulén, como la verdadera María había abandonado al difunto por alcohólico, tal vez no aparezca jamás. Me divierte Sarita, por oportunista y cínica. Creo que las hay....

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  2. Un relato impecable, Lillian. Todo engrana a la perfección. De hecho es una excelente síntesis argumental para un gran guión. Te felicito. De corazón.

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    1. Gracias, Carlos. Creo que este cuento está inspirado en Rosaura a las diez, de Marco Denevi, porque ahí aparece otra inescrupulosa que se hace pasar por una tal Rosaura, que nunca existió.

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  3. Tu inteligencia supera a todas mis fantasias..

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  4. Respuestas
    1. Querida Recomenzar, gracias por ser tan amable y generosa.

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