Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 7 de junio de 2020

VISITAS INDISCRETAS.

Juan adivinó que le quedaba poco tiempo de vida, cuando gente desconocida empezó a ir al verlo al Hospital, fuera de las horas de visita. De más está decir que en horas de visita no iba nadie...
La primera que apareció fue una gordita que llegó toda sofocada y se dejó caer en la silla junto a su cama, abanicándose con el pañuelo.
-¡ Ay! ¡ Ay!- suspiró- No le extrañe que me falte el aire. Me morí de un ataque al corazón y no he podido recuperarme...
Juan la miró estupefacto, dudando de si estaba despierto.
Entró la enfermera a darle su medicina y actuó como si la gorda fuera invisible. Ella se arregló el velo del sombrero y lo miró con complicidad, sin inmutarse por el desaire.
Juan comprendió que él era el único que la veía y sintió que un escalofrío lo recorría hasta la punta del dedo gordo. ¿ Sería la Muerte que venía a buscarlo?
-Mire, m´hijo - le dijo ella, como adivinando su espanto- Vine por un ratito, no más. Soy la encargada de entregarle  el "Manual de supervivencia en el Otro Mundo". Porque algo me dice que pronto lo tendremos por allá...
Sacó de su cartera un libro de tapas grises y se lo entregó.
-Es necesario que lo lea con atención- le advirtió- La gente llega allá sin preparación ninguna. Al principio no aceptan la verdad y se lo pasan buscando una puerta para regresar a este mundo. Otros se votan a bromistas y gozan espantando a la gente con apariciones ectoplasmáticas...Hágame caso y dele una lectura.
Se levantó de la silla resoplando y sin agregar nada más, se esfumó por el pasillo en penumbra.
Juan metió el libro bajo la almohada y decidió leerlo al día siguiente, cuando se encontrara más repuesto de la perturbadora visita.
Al despertar lo buscó inútilmente. Con sorpresa y alivio,  solo halló una mancha de ceniza en la sábana, como si alguien hubiera apagado  ahí la colilla de un cigarro.
-¡ Fue una pesadilla!- pensó tranquilizado. Pero, poco le duró la calma.
Días después, recibió otra visita fuera de horario. Esta vez era un flacuchento, de terno y corbata. Tenía los ojos hundidos, como dos pozos de agua oscura en un desierto amarillo.
Al notar el sobresalto de Juan, sonrió con tristeza.
-No se asuste, amigo. Vine a acompañarlo un rato, para que no se le haga tan larga la tarde.
Se quedó absorto mirando caer la lluvia a través de la ventana.
-Allá también llueve- le informó, como respondiendo a una pregunta- Se va a costumbrar, se lo aseguro. Hay más gente con quién conversar que a este lado...Aquí nadie tiene tiempo ¿ no cree?
Aunque Juan persistía en su mutismo, continuó sin amilanarse:
-Todos los días llegan buses repletos de gente nueva. Ahora, con la pandemia, imagínese usted como han aumentado los pasajeros... Es cosa de ir al paradero a darles la bienvenida, para que se acostumbren al barrio.
Miró a Juan con simpatía y le dio unos golpecitos cariñosos en la mano.
El la retiró fastidiado y le contestó de mal modo:
-Es que yo no tengo ganas de irme todavía...
-No se preocupe, amigo. Las irá teniendo de a poquito. La Muerte no anda a tirones con la gente. Y es tan sabia, que al llegar toma la cara de la mamá de uno. Por eso resulta tan dulce seguirla. ¿ Quién no querría volver a dormir en su regazo?
Empezaba a anochecer y en la sala común aún no encendían las luces. El flaco se diluyó en la sombra sin que Juan se diera cuenta.

El se había criado en un orfanato. Nunca había visto a su madre. ¡ Ahora por fin la iba a conocer!  No dejaba de ser un consuelo...  


2 comentarios:

  1. Paseó por la ciudad sumido en sus pensamientos; abatido y derrotado pero con esa humildad que suele aparecer cuando algo o alguien te pone las cosas en su sitio y no puedes decir ni una palabra; cuando es esa verdad la que te toca el sentimiento y uno sencillamente, admite que es mejor siempre no complicarse la vida por valorar valores que se tenían perdidos...

    Cansado, la mañana comenzaba con las calles casi vacías de gentes. La soledad significaba algo que lo engullía por momentos; algo que lo alcanzaba hasta el infinito en un pozo oscuro que le daba mucho miedo y respeto. Las calles de su ciudad estaban plenas de gentes con recuerdos amargos...

    Desayunó en una terraza y el desfile de su vida comenzó. Allí tomaban café personas conocidas que guardaba en su memoria. Por primera vez en mucho tiempo, tuvo el peso y la conciencia de admitir que no se portó bién con nadie y antes de que lo conocieran, se levantó y se largó de allí como un cobarde que no afronta a la vida...Bajó por la calle y se tropezó con más gentes que conocía, pero le nagaban el saludo. Bajó la mirada al suelo abatido; su pasado pesaba demasido para llevar la cabeza erguida.

    Más y más gentes se cruzaban con él pero no reparaban en él; vivían en sus cosas, en lo cotidiano: en su familia o amigos pero no como él...La memoria se colmó de fechorías mientras el corazón no aguantaba más el peso de los pecados; de su conciencia que la creía perdida.

    Al final de la calle la vió con su niño de la mano y estaba tan guapa como siempre. Ella lo dejó porque aquella relación de mentiras y de cuernos empañaban al hombre del que una vez se enamoró.

    Cruzaba por delante de la iglesia del barrio y entró para esconderse antes de que ella lo viera.

    Todo era silencio y recogimiento. Una mujer oraba en silencio delante del altar y tomó asiento en el último banco...Revisó en su memoria a todas esas personas con las que se cruzó como si desfilara delante de sus ojos la larga película de su vida y, lloró amargamente.

    Una mano se posó en su hombro pero no había nadie. Sintió la presencia de algo o alguien, pero no había nadie...Cerró los ojos hundido en su pensar y algo le dijo que llegaba su fín. El lo aceptó.

    Salió de la iglesia aturdido. El mundo le daba vueltas y cayó al suelo de bruces. Una chica se le acercó corriendo. El suelo tenía un charco de sangre por la caida. Antes de perder el sentido, alzó su mirada a aquellos ojos azules que lo miraban con cariño. Un poco más arriba, la estatua de San Alvaro. Sonrió con sonrisa cálida y murió en paz cuando asumió con valor todo lo sucedido.

    A veces basta con un segundo para que Dios te perdone los pecados de toda una vida...

    ResponderEliminar
  2. Una forma de tratar de comprender lo disímil de la vida...lo imaginario de suponer como será...
    si fiera asi de simple pasar al otro lado sin más compañía d e los que ya se fueron y al parecer andan viviendo sin ton ni son...

    Lo cierto es que tal vez pueda ver a su madre...solo Dios sabe esa verdad.

    ResponderEliminar