El
sopor de la fiebre mantenía mis párpados cerrados. Aunque trataba de estar despierta, a ratos me daba cuenta de que
me había puesto a soñar. Entonces dejaba
de luchar y me abandonaba a la dulzura de ese sueño.
Me
veía entrando a la vieja casa en la que había vivido cuando joven. Todo estaba
como siempre. El piano en el salón, flores en el comedor y en la pieza de estar,
el sillón junto a la ventana. Sentada en él, mi madre cosía.
Me
arrodillaba a su lado y en silencio, ponía mi cabeza sobre su regazo. En todo momento yo sabía que estaba soñando,
porque ella murió hace muchos años.
De
repente, en el sueño se introdujo un rumor de voces. Ya despierta por completo,
agucé el oído y distinguí la voz de mi hijo.
-Doctor-
preguntaba- ¿Es normal que no despierte
todavía?
-No
se preocupe, ella está bien. Ya el virus dejó su sistema, lo peor pasó.
Las
voces se alejaron y una mano de mujer tomó mi brazo para acomodar la aguja con
el suero. Mi cabeza ya no reposaba en
las rodillas de mi madre, sino en la almohada de una cama de hospital.
Abrí
los ojos y la enfermera me sonrió, aunque se notaba fatigada. La pandemia
estaba minando su energía, como la de todos, también.
- Va
mejorando-me dijo- y aliviada,volví a dormirme en busca de otro sueño.
Me vi
caminando por la carretera de tierra que conducía a la casa de campo en que
viví mis primeros años. Abrí el portón y divisé el sauce que crecía junto a la
noria. Hacía mucho frío y noté que empezaba a nevar.
Volví
a ser la niña de cinco año que gritaba alborozada:
-¡
Mira, mamá! ¡Helados para las muñecas!
Vi a
mi papá caminar apurado hacia el limonar, temiendo que la helada hubiera
quemado los brotes nuevos.
La
imagen se borró y el ardor en mi garganta me arrancó un gemido.
Vino
la enfermera y añadió un analgésico al suero que caía gota a gota.
La
penumbra iba creciendo tras la ventana de la sala de Hospital.
Me
obligué a mantener los ojos abiertos, pero los párpados me pesaban....Y
entonces, no sé si fue un sueño o realidad, mi madre entró despacito y se puso
a coser junto a mi cama.
Sucede, siempre las almas nobles viene acompañar al moribundo ...a apoyarlo para trascender ...y uno que cree , tiene la fe que si se duerme en el amor divino nos volveremos a encontrar ...es la victoria de CRISTO la resurrección...-
ResponderEliminarMe gustó tu cuento muy bello y espiritual...
Deseo que estés muy bien estimada.