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domingo, 21 de julio de 2019

UN ANGEL EN BICICLETA.

Estaba sentada tras la ventana, mirando caer la tarde, cuando vi pasar ante mí un ángel en bicicleta. Tal como se los digo.
¡ Creí que soñaba!  Pero, como me sentía bien despierta, salí corriendo a comprobar el prodigio. ¡ Y ahí estaba!
Lo divisé doblando la esquina con un aire de felicidad y una pericia ciclística que me dejaron pasmada.
Me precipité por detrás  y alcancé a sujetarlo por el borde del asiento.
Entonces comprobé que era un ángel viejo. Mejor dicho, una viejecita con trazas de ángel.
Llevaba el escaso pelo gris sujeto en un rodete minúsculo que más parecía un mojón de gato. Sus alas no eran esplendorosas como cabría esperar, sino bastante raídas. Constantemente se le iban desprendiendo plumas como si estuviera pelechando.
-¿Eres de verdad un ángel?- le pregunté.
-¡ Claro que sí!  Y hace ya  bastante tiempo...
 -¿ Y qué andas haciendo aquí en la tierra, montada en una bicicleta?
- Me dieron permiso para venir a recorrer mi antiguo barrio. Pero solo por esta tarde...
-¿ Y por qué precisamente ésta y ninguna otra?
-¡ Ah!  Porque esta es una tarde muy especial, en la que pueden pasar algunos prodigios.
-¿ Será por eso que puedo verte?  Porque  me parece que nadie más te ve...
El ángel se bajó de la bicicleta y llevándola cogida del manillar, empezó a caminar a mi lado por la vereda. Noté que mis pies hacían crujir las hojas secas, pero los suyos parecían no tocar el suelo.
-¡ Cuéntame de tí!- le rogué, entusiasmada.
- Bueno- accedió sin dudarlo y soltando la bicicleta, se dejó caer en un banco con un suspiro de satisfacción.
-Cuando me morí- empezó su relato-me encontré en un inmenso vestíbulo, donde muchas personas hacían fila frente a un escritorio.
Se corrió el rumor de que esperábamos turno para entrar al Paraíso. Delante de mí había una niña de unos quince años que se veía tranquila y confiada.
Se volvió hacia mí y me explicó:
-Parece que primero te  preguntan  cual es la cosa más linda que tuviste en la tierra y si te la quieres llevar para allá.  Yo voy a pedir llevarme una tarde en la playa, con mis papás y mis hermanas. Ese recuerdo es lo más lindo que quiero conservar.
-Me quedé pensativa y triste- continuó el ángel- La verdad era que mi vida había sido monótona y solitaria. Filas de días grises, como paquetitos amontonados al interior de una alacena. ¿ Qué podía llevarme al Paraíso que me hiciera feliz? Y entonces se me ocurrió una idea...
-Cuando me llegó mi turno, me encontré con un viejecito de barba blanca sentado frente al escritorio.
-Señor-le dije con humildad, pensando para mis adentros que era el mismísimo San Pedro el que estaba frente a mí- Más que una cosa bonita que recordar, lo que tengo es un deseo :   ¿ Podría aprender a andar en bicicleta?
-Me miró sorprendido y una sonrisa distendió sus labios.
-Fui una niña pobre-le expliqué- Nunca tuve bicicleta ni pude aprender a andar en una...
-¡ Está bien!  Un ángel te enseñará- me respondió y con un suave empujoncito me indicó una puerta llena de luz que se abría frente a mí.
-Resumiendo mi historia, cuando aprendí a pedalear y a mantener el equilibrio, pedí una última cosa: que me dejaran venir a recorrer en bicicleta las calles de mi barrio, como siempre había soñado.
Así termino su relato el ángel,  con una sonrisa que hacía resplandecer las arrugas de su cara   con auténtico júbilo celestial.
Montó en su bicicleta con una agilidad sorprendente para alguien tan viejo y haciendo sonar la campanilla se perdió calle abajo.

Vi  su silueta diluirse entre las sombras del atardecer y corrí a mi casa a escribir su mágica historia, antes de que se me olvidaran los detalles.


2 comentarios:

  1. Vaya, muy linda historia y dibujo...te diré que tampoco se subirme a una bici...la vez que quería aprender me di muchos golpes y tengo pésimo equilibrio.

    Seguro que esa alma si es feliz haciendo ese recorrido.

    Feliz semana.

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  2. Esta es una de las mejores historia que han salido de tu imaginación.
    Nunca debes de dejar de soñar

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