Rosalía
se arrellanó en el sillón con un suspiro de deleite. Sola en la casa...Y en el
Canal de cine clásico repetían "Casabanca".
¡ Nunca se cansaría de verla! Con el teléfono en mute y la caja de pañuelos
desechables a mano, podría llorar a gusto, sin interrupciones.
Pero,
sorpresivamente se abrió la puerta de calle y entró Arturo. Venía con un gorro
tricolor y soplando una corneta.
Sin
mirarla siquiera, le quitó el control remoto de las manos y sintonizó el Canal
del Fútbol.
-¡
Justo a tiempo! Los equipos están recién
entrando a la cancha...
-Pero,
¿ como? - balbuceó Rosalía- ¿ Que no ibas a ver el partido en la oficina?
-¡No! ¡ Nos dieron la tarde libre! Por fin el explotador chupasangre tuvo un gesto
humano...
Cuando
Rosalía arrastraba los pies hacia el dormitorio, le gritó, repantigado en el
sillón:
-¡
Tráeme la caja de cerveza que compré ayer!
¡ Y las papas fritas también, por fa...!
Rosalía
obedeció y luego fue a tirarse a llorar en la cama.
Desde
el living, le llegaba un silencio angustiado ¡ Ni un gol de la Selección!
La
corneta de Arturo permanecía muda y en el resto del edificio, los fanáticos
parecían estar asistiendo a un velatorio.
-¡ Me
alegro!- rezongaba Rosalía, mordiendo su pañuelo húmedo- ¡ Como si no hubieran
otras cosas más importantes que esa maldita pelota! Desde que empezó el Campeonato, ni me
mira...Y eso que hoy me libré de que trajera a sus amigotes, los borrachines
bolseros, que vienen aquí a hacerse servir...
Calculó
que ya habría terminado el primer tiempo.
Escuchó que Arturo entraba al baño y se precipitó al living y tomó el
control remoto.
Alcanzó
a ver a Ingrid Bergaman, apoyada en el piano...¡ Tócala de nuevo, Sam!
Pero
Arturo volvió de improviso y al ver que había cambiado el canal, le soltó una
bofetada.
Rosalía
tomó las tijeras que estaba sobre la mesa y saltando como gato, se las clavó en
el cuello.
El
dio un grito y cayó en la alfombra, apretándose la herida. Un chorro de sangre
se escurría por entre sus dedos. Durante un rato se agitaron sus piernas y
luego quedó inmóvil.
En
ese momento, gritos eufóricos llegaron
desde todos los departamentos circundantes. Rosalía miró la pantalla y vio que
la Selección acababa de meter el primer gol del partido.
-¡ Y
se lo perdió el pobre! ¡ Qué lástima!
Tomó
el control remoto y cambió al Canal Clásico.
Se arrellanó en el sillón, con los pañuelos desechables a mano...
Bueno, toda pasión es mala
ResponderEliminaramén de sobrerreaccionar ...
uno nunca sabe que pasa por la mente del que asesina.