Betty
soñaba con un momento triunfal. Entraba
a la cafetería donde acostumbraban reunirse
sus amigas y les anunciaba :
-¡
Chicas, me caso!
Y
ellas se quedaban mirándola, pálidas de envidia.
Era
un sueño maravilloso...
Empezó
a saborearlo el día que Bernardo la llamó por teléfono y le dijo:
-¡
Betty, tenemos que hablar!
¡
Ay! Su corazón dio un salto y
automáticamente se imaginó lo peor. Siempre en las teleseries, cuando alguien
pronuncia esa fatídica frase, es señal de que se avecina una escena de ruptura.
¡Me
dirá que hemos terminado, que conoció a otra!...suspiró y se encaminó al
restoran temblorosa, como un reo que se enfrenta al pelotón de fusilamiento.
Pero
no.
Al
terminar de comer, Bernardo sacó una cajita del bolsillo y exclamó:
-¡ Betty, mi amor! Me salió el divorcio...¿ Te casarías conmigo?
Y le
puso en el dedo un anillo esplendoroso. Más por su valor simbólico que por el
tamaño de la piedra...
Betty
lloró emocionada y él, pobre ángel, también soltó una lágrima que cayó sobre
los restos de su bavarois.
Fueron
meses de amor delirante. Betty se sentía volar por encima de la capa de esmog y
creía escuchar coros celestiales.
Empezaron
a buscar departamento. Bernardo lo quería amplio, para cuando lo visitaran sus
hijos, dos fines de semana al mes.
-¡
Ellos se enamorarán de tí, igual que yo!- le decía mirándola a los ojos y
bañándola en torrentes de miel.
Acostumbraba
ir muy seguido a ver a los niños y a medida que se aproximaba la fecha del
matrimonio, empezó a ir con mayor frecuencia aún.
Matías y Diego se llamaban los querubines...Al
principio, solo los nombraba a ellos.
Pero después, misteriosamente, empezó a agregar el nombre de su ex,
Mónica. Al parecer, ella había tomado la costumbre de
acompañarlos en los paseos...
Betty
lo empezó a notar esquivo y nervioso. Atragantado con algo, como si tuviera un
cartílago de pollo atravesado en la garganta.
Hasta
que un día la llamó por teléfono y repitió aquella frase de teleserie turca:
-Betty,
tenemos que hablar.
Y
ahora sí que Betty estuvo segura de que era el preludio de una escena fatal.
Bernardo
la miró a los ojos, le estrujó las manos y al fin, exclamó desesperado:
-¡
Betty, no puedo ocultárterlo más...! Me
he reconciliado con Mónica.
Ella
no se sorprendió menos de lo que esperaba. Es muy bueno ver teleseries... ¡ La
vida las imita tan bien!
Se
sacó el anillo y se lo echó en el vaso de gin tonic. Después salió sin
pronunciar palabra.
Y así
acabó aquel sueño delicioso en que entraba a la cafetería y exclamaba:
-¡
Chicas, me caso!
Durante
meses estuvo recogiendo en silencio los pedazos de su corazón...Su único
consuelo era pensar que nadie había sabido de su desengaño....
El
orgullo la sostuvo como un armazón de hierro. Hasta que pudo pararse firme
sobre sus piernas y volver a vivir.
Complejo es meterse entre aquellos que tienen más de un motivo para volver a revisar su historia, ocurre que a veces se confunde el real sentimiento con compañía...
ResponderEliminarMenos mal que ella supo enfrentar todo ,asó debe ser
el amor no se obliga...
y como siempre digo , esas experiencias comprueban al fin
que no existe el PARA SIEMPRE en las cosas del ser humano tal cual se vive a diario...
un abrazo
espero estés muy bien
Por lo menos se ha dado cuenta a tiempo, donde hubo fuego siempre queda un rescoldo y el tiempo, el diálogo, los mismos hijos, son fuertes lazos que unen.
ResponderEliminarLo siento por Betty, las penas de amor son duras de afrontar, pero mejor que fuese antes de haberse casado con él.
Pasaba por aquí y no he podido resistirme a leerte. Ha sido un placer entrar en tu espacio.
Cariños.
kasioles