Josefina se sentía total y profundamente enamorada de
Diego.
Tenía
diecisiete años...Esa edad en que los amores son eternos y en que abundan los
corazones destrozados que siguen latiendo por pura inercia, nada más.
Desde
que lo vio, le fascinó su aire serio e intelectual. Y lo más interesante de todo era que jugaba
ajedrez.
Josefina
también sabía jugar y bastante bien, pero era un secreto que guardaba
celosamente.
No
quería que sus amigas la tildaran de fome y sabelotodo.
Cuando
vio a Diego con el tablero bajo el brazo, supo que lo amaría para siempre.
Al
mismo tiempo, decidió que nunca le confesaría que ella también sabía jugar. Y
menos que a veces le ganaba a su papá...
En el
Liceo, Josefina se hizo amiga de una chica llamada Maritza y sintió que
congeniaban tanto, que se atrevió a hablarle de su amor por Diego.
Maritza
le prometió lealtad absoluta: Jamás le contaría
a nadie su secreto ni menos
miraría a Diego con interés. Sin
embargo, a Josefina le parecía a veces que Diego sí miraba a Maritza y temía que se estuviera
fijando en ella.
-¡
Como se te ocurre!- la tranquilizaba
Maritza- ¡ Si ese tipo es un fome! ¡ Lo
único que le interesa es esa lata del ajedrez ! Además, yo jamás traicionaría a mi mejor
amiga.
Por
boca de otras chicas se enteró de que la siguiente semana era el cumpleaños de
Diego.
No
podía pensar en nada más que en hacerle un regalo a su amado. Pero ¿qué?
Quería
regalarle algo especial y único. Todo le parecía vulgar e inapropiado para
él. Lo malo era que ya no le quedaba ni
un peso de su mesada.
Tendida
en su cama reflexionaba sobre ese problema cuando sus ojos tropezaron con una
pieza de ajedrez que estaba sobre su cómoda.
Era
una reina tallada en madera clara, de hermosas formas, única pieza que quedaba
de un viejo juego de su abuelo. Para
ella era muy valiosa, pero para Diego sería insignificante...A menos de que
ella le inventara una leyenda, algo mágico que acrecentara su valor.
La
envolvió en un lindo papel de regalo y el día del cumpleaños se presentó en la
casa de Diego.
-Te
traigo un regalo muy especial- le dijo- Ha estado en mi familia por varias
generaciones.
Es
una pieza de ajedrez que llevaba mi tatarabuelo
apretada en su puño cuando lo rescataron del Titanic...El naufragio lo
sorprendió jugando una partida trascendental...
Diego
la miró impresionado.
- Pero ¡ Cómo vas a regalármela! ¡ No debes
renunciar a ella!- exclamó.
-Es
que quiero que tú la tengas. ¿ Quién sino tú, que ama tanto ese juego podría
apreciarla en su justo valor?
-¡
Gracias, Josefina! Es un regalo
maravilloso...Jamás me desprenderé de él.
Le
dio un rápido beso en los labios y Josefina salió de ahí como flotando en una
nube color de rosa. Estaba segura de que
él comprendía ahora la inmensidad de su amor...Y lo más probable era que
empezara a corresponderle.
A los
pocos días se encontró con Maritza y fueron juntas a tomar un helado.
Al ir
a pagar a la caja, a Maritza se le cayó
el monedero, que se abrió, soltando una lluvia de monedas por el piso .
Josefina
se agachó para ayudarle a recogerlas y entonces vió entre las monedas caídas,
había una pieza de ajedrez. Era la
reina que ella le había regalado a Diego.
Se
quedó mirándola, incrédula. ¿ Qué hacía ahí su preciado regalo?
En
realidad, no era difícil comprender....
Una zarpa helada le apretó el corazón.
Con
disimulo, empujó a la reina con el pie y la hizo rodar bajo el mostrador.
Maritza no se dio cuenta de nada.
Un
rato después, mientras caminaban por la plaza, le preguntó con tono casual:
-¿
Has estado viendo a Diego?
-¿ A
ese fome? ¡ Como se te ocurre!...No
podría, sabiendo que te gusta.... ¡ Yo nunca traicionaría a mi mejor amiga!
Amistad irreal cuando el amor se cruza
ResponderEliminarun abrazo
A veces en la vida real se pueden dar casos parecidos
ResponderEliminarAmistades que a veces se traicionan en pos del amor...
ResponderEliminarLo relevante es que se da cuenta de lo que realmente vale la pena seguir sosteniendo en el tiempo...su valiosa integridad personal.
Besos.
Espero estés muy bien.
🌼🌼🌼🌺🌻🌻🌻😊