-¡ No
tienes perdón de Dios!- le gritó ella, llorando.
Su
mejilla empezaba a hincharse a causa de la bofetada.
-¡
Que me perdone el Diablo, entonces!- se burló él y salió dando un portazo.
Sabía
que era culpable y por lo mismo le pegó, al quedarse sin argumentos.
El
sonido del llanto lo persiguió por la vereda. Quiso alejarse rápido para no
oírlo. Su rabia se iba apagando y una sensación
de verguenza lo abrumó . ¡ Esta vez le había pegado demasiado fuerte! Pero, ella lo había provocado con sus
reproches...
-¡
Que me perdone el Diablo, entonces! - repitió en voz alta, con terquedad.
Se
echó a andar por la calle semidesierta. Había empezado a llover y tiritando,
se subió el cuello del abrigo.
En
una esquina, unas luces rojas de neón parpadeaban anunciando un Bar. Entró
rápidamente. Le hacía falta un buen trago para olvidarse de la escena.
Se
sentó en un rincón y pidió una botella de aguardiente.
Había
tomado ya dos vasos cuando un hombre se sentó frente a él, sin pedirle permiso.
Levantó
la cabeza, molesto:
-Perdón
¿ qué quiere usted?
El
hombre se rió y lo miró con familiaridad:
-¿
Que acaso no me andabas buscando?
-¡
Está loco! Yo a usted no lo conozco...
-Bueno,
hace un rato dijiste " Que me perdone el Diablo" . Y aquí estoy, pues
amigo. Nunca fallo cuando pronuncian mi nombre...
José
miró su cara blanca, sus ojos que brillaban como carbones y se sintió
paralizado de espanto.
Quiso
pararse y escapar, pero el hombre lo tomó con fuerza del brazo y lo devolvió a
su silla.
-¡
Cálmate, José! Si no te voy a hacer
daño...Solo vine a tomar un trago contigo porque creo que necesitas compañía.
José
miró a su alrededor y notó que todas las luces del bar eran rojas como el
interior de un brasero. Un intenso calor lo hizo abrirse el cuello de la
camisa.
Adivinando
la loca suposición que se adueñaba de él, su acompañante se rió con ganas.
-Es
una mera coincidencia, amigo...No se llega tan rápido al lugar donde vivo.
Le
hizo una seña al mozo para que trajera otra botella.
-José,
tú me llamaste. Dijiste que quieres que te perdone. Pero siento
decepcionarte... Yo no tengo la facultad de perdonar. Eso es cosa del Otro. Yo
me encargo de los imperdonables...Así
que tu caso es de mi competencia, pero no para perdonarte,
precisamente...¡ A tu salud, amigo! La
noche es larga...
A
José le pesaba la cabeza como si fuera de plomo. Cerró los ojos para no ver esa
boca roja que se reía burlonamente.
Una
mano lo tomó del brazo.
-¡
Vamos! ¡ Hay que partir...!
-¡ No
quiero! ¡ No! ¡ No me lleve!
-Ya
pues, señor ¿ No ve que tenemos que
cerrar?
Era
el mozo que lo tironeaba sin
miramientos.
Ya no
quedaba nadie en el Bar y las luces
rojas se iban apagando. Frente a él no
había nadie.
Salió
dando tumbos, envuelto en la luz grisácea del amanecer.
si hay seres que viven infiernos en esta Tierra
ResponderEliminarpero provocado por su propia decisión...y a veces el sin sentido.
un abrazo
pases buen verano!
Vivir en pareja es igual al juego de la loteria
ResponderEliminar