Empezaba
el Otoño y una bruma dorada envolvía los
árboles, la tarde que Javier la vio.
Ella
estaba sentada en un banco del parque, como si esperara a alguien, pero no
miraba su reloj ni parecía impacientarse.
Javier
temió acercarse, pero era tan atractiva que no podía apartar sus ojos de su
figura.
Se
sentó a cierta distancia y esperó, creyendo que vería llegar a su acompañante.
Pero nadie apareció y ella permaneció sentada sola y tranquila, mientras caían
las sombras.
Después
de un rato, la mujer se levantó del banco y se alejó sin mirarlo aunque Javier
sospechaba que había notado su presencia.
Volvió
al día siguiente, con la esperanza remota de encontrarla y se sintió incrédulo
y feliz al verla sentada en el mismo banco de la tarde anterior.
Esta
vez, ella clavó en él unos ojos fríos e inexpresivos y luego los desvió, sin
que en su cara hubiera el menor gesto, ni de invitación ni de rechazo.
Javier
sintió que se debilitaba su decisión de hablarle, porque esa mirada era como un
muro que ella alzaba entre los dos.
Pero
de nuevo se sentó en un banco cercano, desde donde podía mirarla. Su cara era
pálida y su pelo rojizo, como las hojas en Otoño. Notó que sus labios se
curvaban en una leve sonrisa irónica, como si le divirtiera la insistencia de
Javier.
Al
tercer día de aquella muda contemplación, no pudo contenerse más. Se acercó a
ella y le preguntó con ansiedad:
-Por
favor, te lo ruego ¡ dime quién eres!
Ella
alzó hacia él su mirada inexpresiva y le contestó:
-Yo
soy la Imposible.
-¿
Qué dices?
-Ya
me oíste. Soy la Imposible. La que no te puede amar.
Javier
se sintió desfallecer y acercándose a ella, le cogió la mano. Estaba helada.
Los
labios de ella se endurecieron. Levantándose del banco, lo apartó lejos de sí.
-Veo
que no has comprendido. ¿Por qué insistes en tu deseo vano? Yo soy la que nunca podrás tener.
A
pesar de aquel hiriente rechazo, Javier se obstinó en seguir yendo al parque.
Ella siempre estaba ahí. No lo miraba, pero en sus labios parecía aletear una
sonrisa de burla. Y si alguna vez se encontraban sus ojos, los de ella parecían
preguntarle:
-¿
Todavía estás aquí? ¿ Aún no te cansas de perseguir lo imposible?
Hasta
que un día ya no la vio más.
Cada
tarde volvía al parque, pero la esperanza
que ella hubiera vuelto se hacía cada vez más débil. El banco permanecía
vacío.
Pasaron
las semanas. Llegó el Invierno y el frío de la lluvia pareció calmar el fuego
de su deseo insatisfecho.
Pero
siguió yendo a vagar entre los árboles desnudos. Las últimas hojas doradas, que
le recordaban su cabello, terminaban por morir en los charcos.
Una
tarde, sorpresivamente, vio a una mujer sentada en el banco que antes ocupaba
ella.
Corrió
presa de una loca ilusión. Su corazón parecía querer escaparse de su pecho y
correr más ligero que sus piernas.
Pero
a llegar, vio que era una desconocida.
Era
una joven de lindo rostro, que lo miró sonriendo. Con un gesto de su mano lo invitó a sentarse
junto a ella.
Era
tan seductora como la mujer que Javier añoraba. Incluso, se parecía como si
fuera su hermana.
Pero,
lo que había de frialdad y rechazo en una, era calidez y aceptación en la otra.
-¿
Quién eres?-le preguntó él, asombrado.
-Yo soy
la que te va a amar y a la que puedes amar sin sobresaltos. Junto a mi no
conocerás el desengaño.
Javier
se apartó de ella bruscamente y con ojos ansiosos miró a su alrededor, en una
búsqueda inútil.
-Pero
¿ donde está ella? ¿ Donde está la
Imposible? ¡ Es a ella a la que ansía mi
corazón!
Que absurda es a veces la vida no?
ResponderEliminary de verdad tiene este escrito...lo imposible se busca , desea y se lucha porque se cree que será lo mejor después de la batalla...o quizás solo sea el anhelo de vencer, propia de los seres humanos...
Y cuando se tiene tan cerca lo bueno se le huye como la peste
hay seres que batallan sin sentido
y dejan de lado lo mejor que pudieron tomar de la vida.
Te dejo un abrazo.
Eres una maestra del relato. Un beso muy grande Lily
ResponderEliminarEn tu persona se unen la cultura y la imaginación,y unidas te ayudan a viajar por ese mundo de la fantasia
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