Todos
en el pueblo se rieron de Aldo, cuando lo vieron cortejando a Brenda.
La
diferencia de edades era notoria y él lo sabía. Pero era su última oportunidad
para volver a sentirse vivo y no pensaba desaprovecharla.
La
primera vez que la vio en el restaurante en que ella trabajaba de mesera, creyó
que algo se estaba quemando . Pero era su pelo rojo que parecía arder bajo una
cofia blanca.
Ella
salió de la cocina, equilibrando dos bandejas y caminó ondulante por entre las
mesas.
Luego
se acercó a Aldo , sosteniendo un lápiz y un block.
-¿
Qué le sirvo?- preguntó coqueta.
- ¿Y
qué pasó con la otra chica?- preguntó él, para disimular la turbación.
-¡
Está con licencia! Tendrá que
conformarse conmigo, no más- y soltó una risita irónica.
Estaba
bien consciente de que ese " conformarse con ella" era como darle a
elegir entre un petardo mojado y un festival pirotécnico....
Aldo
llevaba cinco años viudo y acostumbraba sentirse viejo y melancólico. Pero, ese
día, cuando vio esa mata de cabello en llamas, dudó si llamar a los bomberos o
enamorarse como un tonto.
Eligió
lo segundo y se convirtió en el chiste del pueblo...
Cuando
le propuso matrimonio, ella aceptó sin vacilar como si lo tuviera decidido
mucho antes de que a él se le ocurriera pedírselo.
Pasó
el tiempo y Brenda seguía siendo joven y linda, mientras Aldo decaía. Se atormentaba pensando en que ya no tenía
energías para cumplirle como marido. ¿ Qué pensaría ella de esa especie de
viejo amigo que yacía a su lado en la cama y que nunca iba más allá del beso de
buenas noches?
Pero
Brenda lo seguía tratando con el mismo cariño de siempre y entonces Aldo se consolaba pensando que
gracias a él ya no tenía que trabajar de mesera. Seguramente ella apreciaba su
buena suerte...
En
esos días llegó al pueblo una plaga de avispas. Eran las llamadas "
chaqueta amarilla" pero la gente les decía "avispas asesinas",
porque atacaban con ferocidad a las abejas, al ganado y a todo el que se les pusiera por delante.
Llegó
un funcionario del Servicio Agrícola y Ganadero y les distribuyó un poderoso
veneno para controlar la plaga. Había que ponerlo en los nidos de los insectos,
a ras de tierra o en los troncos de los árboles.
Les
advirtió que lo manipularan con cuidado, porque era muy tóxico y paralizaba el
sistema nervioso.
Después
de unas semanas, las avispas habían casi desaparecido y Brenda, que había sido
la encargada de administrar las dosis de
veneno en el huerto, estaba orgullosa del éxito obtenido.
Una
mañana, Aldo escuchó su risa en el portón de entrada. Una voz de hombre joven
le respondía y ella parecía gozar con sus bromas. Sintió un escalofrío. Era la
misma actitud insinuante de cuando
trabajaba de mesera en el restaurante.
Al
rato entró, con un manojo de sobres en las manos.
-Jubiló
el cartero- dijo con indiferencia- Ahora mandaron a uno joven. ¡ Es de esperar
que las cartas lleguen más rápido!
A la
semana siguiente volvió a escucharla conversar en la reja.
-¡
Cuidado! ¡ No se propase! - decía
riendo, con un tono que parecía más bien alentarlo en sus avances- Mire que mi
marido es muy celoso.
-¿ Su
marido? ¡ No me asuste, que tirito de
miedo!- se burló él.
Aldo
salió al jardín, dispuesto a terminar con la escena. El cartero lo saludó con
una sonrisa amable, pero le brillaban los ojos de malicia.
Brenda
entró a la cocina. Parecía molesta con la interrupción y al pasar, tiró las
cartas sobre la mesa, con desprecio.
Sin
embargo, la actitud de Aldo pareció advertirle que estaba pisando terreno
peligroso, porque no volvió a salir a la reja a recibir la correspondencia.
Una
tarde, al entrar a la cocina, lo sorprendió un exquisito olor a carne asada.
-¿
Viene alguien a cenar?- preguntó, extrañado.
- No,
tontito. ¿No ves que vamos a celebrar nuestro aniversario?
Aldo
la miró indeciso. No sabía a qué fecha se refería ella, pero se calló para no
mostrarse desmemoriado. ¡ Otro síntoma de vejez que lo humillaba!
Cenaron
con apetito y luego ella sacó de la nevera una torta de chocolate.
Le
sirvió a él un generoso pedazo.
-¿Y
tú, no comes?
-¡ No
podría probar otro bocado!- rió ella- pero, voy a disfrutar viéndote comer a
tí. La preparé especialmente para darte en el gusto...
Mientras
Aldo comía, ella lo observaba con una extraña atención.
-¿
Está sabrosa?- le preguntaba.
Luego
se puso a lavar la vajilla, mientras él la miraba agradecido. Sentía que era
feliz, que ella, después de todo lo quería y que las cosas iban a marchar bien,
de ahí en adelante...
De
pronto, notó que la silueta de Branda perdía nitidez, como si la potencia de la
luz eléctrica hubiera disminuido. Al
mismo tiempo, un raro entumecimiento empezó a subirle por las piernas.
Quiso
levantarse de la silla, pero un relámpago le cruzó frente a los ojos. Cayó de
rodillas en las baldosas, mientras su cuerpo se paralizaba rápidamente.
-¿ Te
sientes mal, mi vida?- le preguntó ella, sin moverse a ayudarlo. Apoyada en el
borde del lavaplatos, lo observaba con curiosidad.
Los
ojos de Aldo se cubrieron con un velo oscuro. Lo último que vio fue el paquete
de veneno para las avispas, casi vacío, sobre el aparador.
Cual viuda negra...
ResponderEliminarme horror ...y seguro que no le sale por nada
después de todo como estaba solo , nadie dirá o buscara respuesta por ese hombre...
Pases una buena semana estimada.
Besos.
En esta historia te has superado,tus imaginaciones vuelan más alta que mis fantasias
ResponderEliminarBuenos días, reina. Ya te he leído gratamente, te dejo un beso enorme y me voy volando... Cuidate
ResponderEliminarUn abrazo estimada
ResponderEliminarmuchas gracias por tus palabras bellas y muy grandiosas en mi blog
se que entiendes el dolor y la risa
ya conoces mucho de mi alma.
Besos.