Había
caído la noche y Jorge conducía feliz su automóvil, en dirección a su cita con
Lucy.
Le
habían hecho un nuevo corte de pelo que a él le parecía que le sentaba muy
bien. Sacó su celular para tomarse una selfie y en ese preciso segundo, sintió
un violento impacto en el parachoques.
Aterrado,
vio un par de ruedas de bicicleta girando todavía a un costado del camino.
Entre los fierros, yacía un muchacho que respiraba penosamente. Desde su pecho hundido brotaba unos
estertores que lo llenaron de pavor.
Subió rápidamente al auto y se alejó de ahí a
toda velocidad. Constató que no venía nadie en dirección opuesta y que no había
casas en ese tramo del camino.
Aceleró,
temblando de horror, aunque lúcido. Pero, de pronto, un enorme árbol pareció
salirse de la carretera y precipitarse contra él.
El
impacto lo oprimió contra el volante.
Al
minuto siguiente, se encontró parado en una nube, frente a un escritorio.
Detrás de él, se sentaba un anciano majestuoso, que lo miraba con serenidad.
-¿ De
donde vienes, Jorge?- le preguntó, como si lo conociera de toda la vida. Lo cual
era totalmente cierto, pues el anciano no era otro sino Dios.
-De
la carretera, Señor....Iba apurado...No sé qué pasó.
-Pero,
antes de chocar, algo te ocurrió ¿ no es cierto?
-¡Oh,
sí, Señor ! Un ciclista....Iba tomándose
fotos con su celular y se me atravesó, sin mirarme...
El
Señor lo observó con severidad y Jorge enrojeció violentamente. Se dio cuenta
de que estaba contando la historia según su
conveniencia, y con Dios esas cosas no resultan bien.
- Te quedaste a auxiliarlo, me imagino....
-La
verdad es que no, Señor. Tuve miedo de meterme en un lío...Y además creí que
estaba muerto.
Jorge
se quedó en silencio, con la cabeza gacha, sin atreverse a enfrentar aquellos
ojos tan dulces y tan severos, al mismo tiempo.
- Lo
que no entiendo- dijo el Señor- es qué haces aquí. Debieras haber tomado otra dirección.
-Es
verdad. A medio camino vi una encrucijada entre las nubes. De un lado venía un
calor infernal, como si hubiera un incendio....y de la otra dirección, esta
frescura y esta paz , así es que me vine para acá sin dudarlo.
Dios
fijó en él esa mirada en que la piedad y la justicia resplandecen juntas.
-Debes
volver a la tierra y auxiliar al ciclista que atropellaste. De otro modo no
podrás quedarte aquí.
De
inmediato, Jorge volvió a encontrarse en la carretera. A lo lejos, los restos
de su automóvil humeaban incrustados en el árbol. A sus pies, yacía el joven
ciclista entre los fierros doblados. Las ruedas aún giraban, como si quisiera
llevarlo a un lugar mejor.
-¡
Amigo!- gritó Jorge- ¡ No te duermas, quédate conmigo!
-Es
tarde - suspiró el muchacho- El que me atropelló escapó....Tú eres bueno, pero
no creo que puedas salvarme. Siento que me voy...
Sus
ojos lo miraron con gratitud, antes de cerrarse definitivamente.
Jorge
lo tomó en sus brazos y lloró, desesperado. Los remordimientos y la vergüenza
atenazaban su corazón.
Lo
siguiente que pasó fue que se encontró de nuevo entre las nubes, frente a
Dios, que lo miraba desde detrás de su escritorio.
-¡
Fue inútil, Señor! Te lo traje hasta tu
Cielo y ahora me voy al lugar que me corresponde...
-
Puedes quedarte aquí.
-¡
Pero, Señor! ¡ No logré salvarlo!
- Es
cierto.No pudiste salvar su cuerpo. Pero salvaste tu propia alma y eso es lo
que realmente importa.
Tus imaginaciones,vuelan mucho más que las fantasias del viejo fotógrafo
ResponderEliminarSaludos
Mi amiga escritora es capaz de hacer una historia de esa fotografia,tu agilidad mental,sube y sube.
ResponderEliminarLeer tus notas es una gozada,porque en ellas,se reflejan tu cultura y sentimiemtos
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Todas tus historias tienen un finalque hace pensar
ResponderEliminarCuanta sabia has puesto en este escrito querida Lilian
ResponderEliminarun gusto volver a leerte después de tiempo y aún sigo delicada d e mi salud...no me suelta rápido esta peste pero ya no con la furia de antes,
Tu relato me hace pensar en esa oportunidad que al fin todos tendremos y tenemos en la misericordia divina
a pesar de nuestros yerros siempre hay una posibilidad de rectificar
aún en el último suspiro de vida...
te dejo un gran abrazo.
Vaya, me ha vuelto a pasar entrar leer creer que he comentado y marchar sin que pase el comentario.
ResponderEliminarPues aquí digo que si siempre nos dieran una segunda oportunidad, muchos por no decir todos rectificaríamos muchas cosas de nuestra vida.
Un abrazo.
Ambar
Tu imaginación vuela mucho más alta que mis fantasias
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