Al
día siguiente era su cumpleaños . Gabriela pensó que nadie se acordaría de
llamarla o de ir a saludarla, pero esta
vez no quería quedarse en su casa para comprobar esa certeza.
Todos
los años, en esa fecha, soñaba que las
cosas cambiarían... Pero siempre se
repetía la misma triste rutina de su soledad.
Temprano
sonaba el teléfono y era su hermana, que se empecinaba en cantarle la tonada
del " feliz cumpleaños", pensando que le daba una alegría...Y
después, nada.
El
correo electrónico tampoco registraba ningún mensaje.
Pero
ella siempre esperaba que ese año sería distinto...
Su
más hermoso sueño era que le llegaba un ramo de rosas. De una fantasía sin asidero, se había
transformado en una idea fija. Los
detalles se presentaban en su mente con absoluta claridad.
Muy
temprano, sonaba el timbre de la puerta. Era un mensajero de la florería. Su
cara estaba casi oculta por un enorme ramo de rosas envueltas en papel celofán.
-¿ La
señorita Gabriela? - preguntaba sonriendo. Y le ponía en los brazos el ramo.
Pero
¿ quién le enviaba las flores?
¿ Un
antiguo novio que la recordaba de pronto?
¿ Un admirador secreto que ansiaba demostrarle su amor?
No
importaba quién. El sueño de Gabriela no necesitaba de detalles precisos para
llenarla de ilusión.
Y
se pasaba el día de su cumpleaños
esperando un llamado, un correo y unas rosas que no llegaban jamás.
Pero
esa vez no se quedaría ahí para comprobar lo inútil de sus esperanzas.
Se
levantó temprano con la idea de huir.
Sobre la mesa dejó su celular y el computador lo metió en el fondo del
closet, como un niño a quién se castiga por malo, encerrándolo en la oscuridad.
Luego,
salió de su casa sin rumbo fijo.
Era
Sábado y a esa hora , las calles se veían muy poco transitadas.
Pasó
la mañana en un parque y almorzó cualquier cosa en un restaurant de barrio.
Luego
volvió a deambular por las calles hasta que empezó a atardecer.
Se
sentía amargamente satisfecha por haber huido de su departamento. Era como
jugarle una broma pesada a la vida. Esta vez no le permitiría que se ensañara
confirmándole su soledad, más dolorosa aún en ese día.
Recordó
otras veces en que, después de un día vacío, había sonado el teléfono,
sorpresivamente. Era alguna amiga que había recordado la fecha a última hora,
por pura casualidad, y se apresuraba a llamarla para testimoniarle su afecto.
-¡ Te
estuve llamando desde temprano!- le decía- Parece que dejaste el celular
desconectado.
Y
Gabriela aceptaba el embuste y se reía , fingiéndose satisfecha:
-Es
que andaba por ahí celebrando...Unos amigos se empeñaron en invitarme a
almorzar...
Siguió
vagando, sumida en su tristeza y cuando caían las primeras sombras de la noche,
se encontró parada junto al río.
Se creyó sola, pero luego divisó a una
mujer sentada en un banco. Parecía absorta escuchando el rumor del agua.
Gabriela
se sentó a su lado sin hablar y la mujer no se molestó en mirarla.
Al
fin, Gabriela le preguntó:
-¿
Qué hace aquí, tan tarde ? No pensó que
lo mismo podría preguntarle la otra.
La
mujer se volvió hacia ella y le contestó:
-Me
fui de mi casa porque no quería estar sola el día de mi cumpleaños.
Era
una coincidencia muy rara, pero Gabriela no se sintió sorprendida. Ni tampoco
le pareció extraño que la mujer se pareciera tanto a ella, como su propia
imagen en un espejo empañado...
La
otra continuó hablando, con los ojos
fijos en el fluir del agua.
-
Vine hasta el río, porque quiero irme con él. Quiero que me lleve hasta el mar,
como a esos maderos que pasan flotando. Más rato voy a bajar hasta la orilla y
voy a terminar con mi soledad de una vez por todas. ¿ Vienes?
Se
tomaron de la mano y buscaron una pendiente que las acercara hasta el río. Al
principio el agua les lamía los tobillos, pero de pronto, la fuerza de una ola
las arrebató y las sumergió en un remolino frío.
Gabriela se encontró sola.
No
vio a la mujer por ninguna parte, pero le pareció divisar a un hombre que
gritaba y corría a lo largo de la orilla.
Por
un instante, ella también gritó y quiso retroceder, pero una ola turbia la
arrastró con fuerza al medio de la corriente.
Ese
hombre fue el único testigo que la policía encontró. El les aseguró que Gabriela estaba sola. Que
la había visto sentada en un banco y luego bajar y sumergirse en el río.
El
había gritado y luego se metió en el agua, tratando de alcanzarla. Pero las
olas la envolvieron en un vórtice feroz y ya no volvió a salir a flote.
Días después, su hermana fue al departamento,
buscando alguna nota que explicara la conducta de Gabriela.
Al
llegar, vio en el suelo, frente a la puerta, un ramo de rosas marchitas que se
deshojaban sobre el felpudo.
Triste es la soledad,pero es mas triste todavia,la soledad de dos en compañia
ResponderEliminarEscribir poesias forma parte de tus sentimientos
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Desde estas lejanas tierras,se puede escuchar el tic,tac de tu corazon
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Tristezas y melancolias son estados a los que caemos con mucha facilidad
ResponderEliminarTiene que dejar volar tus pensamientos,ayudados por tus fantasiasd,ellos te pueden ayudar a liberarte
ResponderEliminarComo siempre
ResponderEliminar...hay cosas que llegan demasiado tarde...
el desamor para algunas es muy duro...no es fácil aprender
a vivir el desapego del amor...
el amor primero es uno mismo...
besos!