Paulina
entró a la Farmacia a comprar aspirinas para su mamá.
Había
amanecido tan triste que no sabía si había sol o si estaba lloviendo.
Caminaba
envuelta en la niebla de su melancolía, abriéndose camino por un bosque de árboles
congelados.
Sin
embargo, a su alrededor el aire era tibio y florecía todo, porque había llegado
la Primavera.
Paulina
no se daba cuenta. ¿ Cómo podría haberlo notado, si la semana anterior había
perdido a su amor?
Sin
darle explicaciones, Juan le había dicho que terminaban.
Paulina
se sacó el anillito barato que él le había regalado y se lo entregó. El lo tomó
en silencio y le volvió la espalda. Al doblar la esquina, la noche se lo tragó
bruscamente y Paulina pensó que ya no volvería a verlo.
Cegada
por las lágrimas, corrió hasta su casa.
Pero
en su dormitorio había cosas que parecían obstinarse en hacérselo recordar. Su
fotografía sobre el velador, el osito de peluche que le había regalado el Día
de los Enamorados...Los tomó y los arrojó al papelero.
No fue suficiente. Con los ojos abiertos o
cerrados, seguía viendo el rostro de
Juan, que su ternura había aprendido de
memoria.
Pasó
una semana entera esperando que volviera. O que al menos, la llamara. El
teléfono permanecía mudo y a ella le parecía que emitía un silencio
ensordecedor.
Al
fin comprendió que era cierto que todo había terminado y que tenía que
olvidarlo. Pero , ¿cómo?
Se
desesperó, porque a sus quince años creía que el amor es eterno. Que se ama una
sola vez en la vida y que ella se moriría, ya viejecita, con el nombre de Juan
en los labios.
Por
eso, al entrar a la Farmacia, distraída, en lugar de aspirinas, le pidió al
farmacéutico:
-Por
favor, deme unas pastillas para olvidar.
El,
que la conocía de niña, no pareció sorprendido. Al contrario, la miró muy serio
y sin dudar un instante, le contestó:
-¡
Por supuesto! Aquí tengo justo lo que
necesitas.
Abrió
una gaveta y le alargó un paquetito de comprimidos amarillos.
-Este
es un nuevo medicamento que está siendo probado recién. Tú serás una especie de
conejillo de Indias . Así es que no debes mencionárselo a nadie y empezar a
tomarlo en seguida.
Al
ver que ella, dudosa, abría su monedero, la detuvo:
-No,
es una muestra gratis, porque están todavía en fase de experimento.
Camino
a su casa, Paulina se echó una pastilla a la boca. Le pareció ácida y dulce, al
mismo tiempo. Y llena de esperanzas, se imaginó que sería como tragar una
semilla de olvido, que pronto echaría brotes en su desolado corazón.
Pasó
una semana en que no sintió ningún alivio y pensó que el remedio no servía.
Pero, una mañana, sin darse cuenta, levantó la vista y vio un pajarito que
cantaba en las ramas de un árbol florecido.
El ave emitió un largo trino y después se perdió como una flecha en el
aire resplandeciente.
- Ya
llegó la Primavera- pensó Paulina- y yo no me había dado cuenta. Respiró con ansias el aire perfumado y sintió
su pecho liviano y fresco como hacía tiempo que no lo sentía.
Con renovada confianza, siguió tomando las
pastillas del olvido, que por fin le estaban haciendo efecto.
Su
corazón se fue liberando poco a poco del nudo de llanto que lo tenía oprimido.
Sus lágrimas se evaporaron al sol. Al principio formaron nubecitas blancas en
torno a su cabeza. Después se fueron a llover sobre el jardín y ayudaron a
florecer a las margaritas.
La
figura de Juan fue retrocediendo, como si caminara hacia atrás.
Le
pareció que un ancho río oscuro había empezado a fluir entre los dos y apenas
lo divisaba parado en la otra ribera. Al fin, su rostro se desdibujó por
completo.
¡ De
veras que era milagroso el remedio del farmacéutico!
Fue a
agradecerle y él la recibió sonriendo.
- ¿
Cómo estás, Paulina? ¿ Se fueron ya las
penas?
-¡
Sí, Señor! ¡ Muchas gracias! Este
remedio es fantástico... ¡Cuando salga a
la venta, será todo un éxito!
-Pero,
mi niña- exclamó él, conmovido- ¡ Si eran solo caramelos de limón!
Amiga escritora,tu cuento parece una apologia dedicada a muchas personas,cuyos problemas son muy parecedidos a la protagonista de ese cuento
ResponderEliminarLejos de la ciudades,a veces se pueden ver las maravillas de los cielos
ResponderEliminarTu comentário a esa fotografia,parace salido de los sentimientos de una poeta
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Tu buén humor y tus fantasias,me pueden ayudar a que no decaigan las mias
ResponderEliminarNo soy un buén fotógrafo,pero a veces se puede conseguir con un poco de técnica
ResponderEliminarque cosas no?
ResponderEliminara veces se necesita sentir una breve empatia de otro
para desbordarse y limpiar de una vez el corazón...
besos.