-¡Qué
oficio tan ingrato es el mío! - reflexionaba La Muerte, mientras subía a un
autobús, para dirigirse a cumplir con su trabajo. El hombre al que debía
encontrar vivía en los suburbios y a esa hora de la noche, ya le dolían
demasiado los pies.
Al
subir a la pisadera, le crujieron todos
los huesos y sintió un dolor agudo en la cintura, como si le clavaran un
cuchillo en los riñones.
-Es
el peso de los siglos- constató, apesadumbrada - ¿ Cuando me podré jubilar?
Se
acordó con rencor de su hermana La Vida, siempre tan joven y rozagante. Tenían exactamente la misma edad, pero
mientras La Muerte parecía envejecer y encorvarse con cada vida que arrebataba,
su hermana rejuvenecía a la par de los nacimientos que ocurrían en el mundo.
-
¿Por qué me tocó a mí este destino?
Todos me odian y procuran escapar de mí, mientras a ella la aman y lo
único que anhelan es poder conservarla....
Rumiando
su amargura, se pasó de largo por la esquina en que debía bajarse, pero, luego
de caminar unas cuadras, llegó a la casa de Juan, que así se llamaba el
candidato que aparecía en su lista.
En el
reglón siguiente decía: Edad : treinta y
un años. Causa de muerte: Ataque cardíaco.
-¡
Vaya! ¡ pobre! Tan joven aún... -pensó con lástima fría, porque su corazón ya
estaba encallecido y era difícil llegar a conmoverlo.
Cuando
Juan la vio entrar, adivinó de inmediato quién era.
- ¡
Por favor, te lo ruego! ¡ Dame un día
más!
- ¿ Y
por qué un día más? ¿ Crees que en
veinticuatro horas te puede cambiar la vida?
- ¡
Sí ! ¡ Estoy seguro! Porque
ella vendrá...Le escribí diciéndole que estoy enfermo y que necesito
verla una vez más. ¡ Que en todo este tiempo no he podido olvidarla!
- ¡
Bah! ¡ Este es un caso serio de Amor
! Hacía tiempo que no veía uno - se
burló La Muerte, con acritud- Antes, era frecuente morir de amor, pero ahora...
- ¡
Por favor!- le rogó Juan- ¡ No me lleves aún!
Ven pasado mañana, cuando la haya visto y haya podido decirle lo que
antes me callé por orgullo. ¡ Ese
estúpido orgullo que me hizo perderla, cuando la amaba tanto!
Si
hubiera sido más temprano, La Muerte no habría hecho caso de sus ruegos, pero a
esa hora de la noche estaba tan cansada
y quebrantada emocionalmente que no le quedaban fuerzas para discutir.
-Está
bien- le respondió con voz dura, no fuera a ser que Juan se diera cuenta de que
había logrado conmoverla y tratara de aprovecharse de su debilidad.
-Hoy
es Martes, te doy hasta el Jueves a medio día ¡ y ni un minuto más!
Salió
arrastrando los pies y volvió a consultar su lista. El siguiente nombre era el de una mujer.
Mireya. Edad:
veinticinco años. Causa de muerte:
atropello en la vía pública.
-Esta
mujer vive en la ciudad vecina-comprobó La Muerte al leer la dirección - Me iré
en tren y así podré dormir un rato.
Llegó
al amanecer, más animada por unas horas de buen sueño y se dirigió a casa de
Mireya.
La
encontró preparando una maleta.
Al
verla entrar, la joven se puso pálida y se afirmó en el borde de su cama.
-¿
Por qué vienes a buscarme ? - balbuceó- No estoy enferma...
-No
es parte de mi oficio el dar explicaciones- le respondió fríamente.
-Tienes
razón, perdona...Pero, te ruego que me concedas un día más.
- Y ¿
por qué, si puede saberse?
- ¡
Es que tengo que ver a alguien ! El me
está esperando. ¡ Necesito explicarle
todo! ¡ Ay !¡El no sabe cuanto he
sufrido todo este tiempo!
Estalló
en sollozos y La Muerte la miró, sorprendida.
- ¡
Bah! Será verdad entonces que el Amor
todavía existe...- pensó algo incrédula- Nadie lo diría, a juzgar por la forma
como marcha el mundo.
-
Está bien. Pero sólo un día, mira que mi tiempo es valioso y no estoy
acostumbrada a conceder prórrogas.
Agradecida,
Mireya cerró su maleta y se dispuso a partir.
- Te
esperaré aquí- dijo La Muerte- Tienes una cama muy blanda y a mis pobres huesos
le vendrá bien un poco de reposo.
Sin embargo, la curiosidad la impulsó a
seguirla. Era mucha la coincidencia .... Y quería comprobar su presentimiento.
La
vio subir a un tren y sigilosamente se acomodó al fondo del vagón, donde Mireya
no pudiera verla.
Se
bajó pegada a sus talones, como si fuera su sombra.
Poco
a poco, empezó a reconocer el barrio
donde había estado la noche anterior.
Mireya
apuraba el paso, empujada por la
ansiedad de llegar pronto.
Cruzó
la calle sin mirar y un automóvil que corría a gran velocidad, se precipitó
sobre ella. Pero, en el último segundo, La Muerte la tomó del vestido y la
arrastró hacia la vereda. Se escucharon gritos y un chirrido de frenos.
La
Muerte estaba asombrada de sí misma. ¡ Acababa de salvar una vida, ella, que lo
único que hacía era arrancarlas de cuajo, sin piedad !
Recordó
que la causa de muerte debía ser por atropello... Al consultar la lista, vio
que el nombre de Mireya se había borrado y comprendió que ella misma había
desperdiciado su oportunidad.
Sin
sorprenderse, la vio parada frente a la casa de Juan. La puerta se abrió de
inmediato, como si alguien hubiera adivinado su presencia. Un grito y un suspiro marcaron el instante en
que cayeron uno en los brazos del otro.
La
Muerte los observaba sin que ellos notaran su presencia.
- Sí,
es verdad que el Amor existe- murmuró complacida.
Y sin importarle tener que asumir un doble
fracaso, borró también de su lista el
nombre de Juan.
Si, el amor existe, eso si, es un regalo su llegada porque es esquivo. Él superó su orgullo y ella fue fiel, el tiempo suficiente para que él reaccionara.
ResponderEliminarAbrazos Lily querida.
Dice María Teresa González:
ResponderEliminarHermoso, romántico y alentador.
¡ Ojalá la Parca se dé unos rodeos antes de venir a buscarme. jeje
Lindo escrito
ResponderEliminartiene muchas aristas por donde bucear si uno quisiera amiga...
pero lo mas valioso es que al fin quienes de verdad se aman pueden cambiar el curso de las cosas y los hechos ...el amor todo lo puede...
que tengas lindos días, como siempre me pilla el tiempo para todo
pero siempre estoy...
y te cuento que están empezando a florecer mis plantas en mi jardín
besos!