Graciela
iba por la vereda arrastrando sus pesados botines cubiertos de barro. Con las
manos en los bolsillos de sus jeans y la cabeza baja. Al final de un día de
trabajo en el Supermercado, no le quedaban ganas de mirar otra cosa que el
suelo.
Los
dorados y rojos que el crepúsculo derrochaba sobre la ciudad le eran
indiferentes. Los empujones que la gente le daba al pasar apenas la sacaban de
su ensimismamiento. Los lindos vestidos tras las vitrinas de las tiendas, no la
atraían. ¿ Cuándo y dónde los iba a lucir?
En
una esquina vio a un viejito que tenía un montón de mercadería extendida en el suelo sobre un cartón.
-Señorita
¿ necesita algo ?- le preguntó sonriendo.
- No,
no necesito nada- respondió Graciela con voz agria, pero levantó la vista y sus
ojos se encontraron con los del anciano. Eran luminosos y mansos, llenos de
serenidad.
Se
detuvo entonces, a su pesar, y contempló los objetos. Había cajas de botones,
paquetes de agujas...¿ qué podía ella querer de todo eso?
Pero
el anciano metió su mano en una bolsa y sacó un sobre de celofán que contenía
un par de medias.
-¡
Esto, señorita! ¡ Esto es lo que usted
necesita!
-¿ Y
para qué voy a querer yo unas medias transparentes?
-¡
Uno nunca sabe!...¡ Llévelas! Cuestan
sólo mil pesos...
Lo
miró dudosa y entonces supo a quién le recordaba el viejo con su cara dulce y
su pelo blanco. ¡ A su abuelo, que había muerto hacía poco!
-¡
Está bien, abuelito! ¡ Las llevo!- y sacó de su bolsillo el billete de mil
pesos que guardaba para su pasaje en autobús.
Se
fue a pie, pero ya no arrastraba los pies. Estaba contenta de haber ayudado al
anciano. Seguro que nadie más le iba a
comprar esa noche...
Al
rato, pasó Julián por esa misma esquina. También arrastraba los pies, cansado
de recorrer las calles inútilmente, en busca de un empleo en algún comercio.
Solo
había recibido miradas desdeñosas y frases amargas:
-¿ Y
para qué voy a necesitar a alguien que me ayude si no se vende nada, me quiere
usted decir...?
En la
esquina estaba el viejito con su mercadería extendida sobre el cartón.
-¿
Necesita algo, joven?
-¡
Por supuesto que necesito muchas cosas, pero nada de lo que vende usted, abuelo
!
-¿ Y
qué le parece ésto?
- ¡
Una corbata! No me haga reír...¿ Para
qué voy a necesitar una corbata?
-Uno
nunca sabe...¡ Llévela! Son sólo mil
pesos.
Julián
miró la cara del viejo y le pareció que su sonrisa despedía un suave resplandor
en la penumbra del crepúsculo.
¡
Pobre viejo! Yo al menos tengo juventud
para luchar- pensó Julián y sacó de su bolsillo los últimos mil pesos que le
quedaban.
Había
pensado comprar un pan y una taza de café....pero ¡ bueno! - se dijo- Mañana
será otro día.
Al
llegar a la pensión, la dueña le entregó un papel.
-Vino
un amigo suyo y le dejó éste recado.
Decía
lo siguiente: Julián, estás de suerte.
Mañana a las nueve tienes una entrevista por un trabajo. Mencionaba una
dirección y el nombre de una empresa. Y agregaba ¡ preséntate bien vestido, que
son exigentes con la apariencia !
Entró a su pieza frenético. Sacó del closet
su único traje, una camisa blanca y... ¿corbata?... ¡No tengo corbata!... ¡Pero, sí, la que me vendió el viejito!
La
sacó de su bolsillo y la extendió sobre la cama. Sus sobrios colores parecían
brillar con el delicado fulgor de la seda. ¡ Qué fina es! pensó. ¿ Como pudo costar solo mil
pesos?
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Mientras,
Graciela llegó a su departamento cansada por la larga caminata y entró a la
cocina a prepararse un té. Sonó el
teléfono y pensó no contestar. No quería hablar con nadie...Luego se
arrepintió.
-¡
Hola, chica! ¡ Qué bueno que te
encuentro!- resonó en su oído la voz de Silvia, su única amiga- ¡ Te tengo una
invitación para el Sábado !
-¿
Qué cosa? ¿ Una fiesta ?
- Sí,
chica. Una fiesta en la casa de Letizia. ¡ Irán chicos guapos así es que tienes
que ponerte tus mejores galas!
¿Mis mejores galas?....Graciela miró sus
botines viejos y sus jeans gastados, pero luego recordó su vestido azul y las
medias finas que le había vendido el anciano.
Sonrió
ilusionada. Después de todo, uno nunca sabe....
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Julián
había aceptado contento la invitación de Letizia para ir a su fiesta de
cumpleaños.
¡ Había
conseguido el empleo y su vida se veía promisoria! Bien merecía celebrar su triunfo.
Al
entrar, vio al fondo de la sala a una chica preciosa. Al contrario de las
otras, no llevaba pantalones ceñidos ni botas, sino un vestido azul cuyos
suaves pliegues rozaban sus piernas enfundadas en medias transparentes.
Sin
vacilar, se dirigió hacia ella.
-¡
Qué linda tu corbata!- le dijo Graciela, mientras giraban al compás de la
música.
-¡
Sí! Y creo que me trae suerte...-
respondió Julián, apretándole la mano.
Bueno, ya te leeré despés del Marte 22.
ResponderEliminarS e que escribes muy Bonito, ya lo comprobé antes.
manolo
.
Los eternos por qué y para qué. La vida es un compilado de situaciones con respuestas futuras. Como siempre, muy buen trabajo querida Lily.
ResponderEliminarAbrazos.
Que bien redacta la historia.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho
Un abrazo
Fus
Que constructivo tu cuento. De nada sirve andar por la vida mal humorado y/o pesimista, frente a lo duro de la vida, la adversidad. El optimismo del anciano con su sonrisa, hizo el milagro de las coincidencias virtuosas. En un mundo tan crispado y desequilibrado, hace bien un remanso de optimismo. Un abrazo
ResponderEliminarBueno nunca se sabe no?
ResponderEliminarla vida siempre nos da lecciones a diario...
estés bien!