Nora
estaba en la cocina preparando su almuerzo, es decir, una hoja de lechuga y una
salchicha vienesa, cuando entró Betty como una tromba.
Sin
saludarla siquiera, se arrojó sobre una silla y se quedó ahí, pálida y con cara
de dolor de muelas.
-Qué
te pasa, Betty? -le preguntó Nora, más
que todo para darle la oportunidad de hablar, porque era evidente que se
atragantaba por desahogarse.
Pero
ella permanecía muda, apretando los labios con fuerza, como si temiera que se
le escaparan los dientes.
-¡Ya,
pues, Betty! ¡Habla de una vez, que
estoy empezando a preocuparme!
-He
sabido algo terrible, monstruoso, inconcebible...
-¿Qué? ¡Por favor!
-Felipe
está saliendo con otra.
-¡A
ver! Un momentito...¿Me he perdido algo?
¿Que había estado saliendo contigo?
-No,
la verdad es que no...¡Pero me miraba harto y yo creí...!
Betty
se arrojó sobre el lavaplatos y tuvo un ataque de llanto que duró exactamente
cinco minutos. Nora lo supo porque le estaba tomando el tiempo al cocimiento de
la salchicha.
Pasado
el acceso, Betty se irguió con arrogancia y aseguró:
-¡Esto
no se va a quedar así! No ha nacido
todavía el hombre que quede impune después de traicionarme.
- ¡Pero, Betty, si tú misma reconoces que nunca
saliste con él ni te insinuó nada !
-Sí,
pero sus ojos era más sugerentes que veinte páginas del Kamasutra...
No quiso atender razones y se fue tal como
había llegado, furiosa y despidiendo chispazos pirotécnicos.
Nora
no quedó muy preocupada. Ya estaba acostumbrada a los dramas de Betty. Siempre
enamorada, desengañada y vuelta a enamorar.
Zigzagueando entre las estrellas y los hoyos negros, pero siempre
cayéndose en éstos últimos, que parecían atraerla con fuerza gravitacional.
Era
su forma de vivir. "A concho" como decía ella. Pero parecía que en el
fondo de su botella sólo quedaba borra, porque siempre terminaba dando
manotazos en una agua negra que se empecinaba en entrarle por la nariz.
Nora
pasó dos semanas sin saber de ella y prefirió no llamarla, para que la tormenta
amainara por sí sola.
Con
gran sorpresa, recibió una postal desde Cancún.
"Pasándolo
divino con Carlos. Abrazos, Betty."
¿Quién
sería ese Carlos?- se preguntaba Nora. Después se acordó de un gordito que
Betty había conocido en las clases de Tango.
¡Pero
si decía que no le gustaba! Que bailaba
con la gracia de un cachalote y que insistía en apretarla hasta dejarla sin
respiración.
¡Vaya! Esos apretones seguramente la habían hecho
expulsar su amor fallido, como cuando una se atraganta con un hueso de pollo en
el restorán...
Al
cabo de una semana, volvió contenta y luciendo un tostado arrebatador.
De
Felipe, ya no volvió a acordarse.
Hay personas que no pierden tiempo
ResponderEliminarviven alocada la vida loca ....es una manera de ser feliz...cada quien a su manera ...cosa de cada quien...
Existen personas que nunca maduran sentimentalmente. Van de uno en otro y terminan autodestruyéndose. Es la vida.
ResponderEliminarAbrazos querida Lily.