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domingo, 18 de julio de 2021

VOLVER A CASA.

Hacía más de veinte años que Pablo se había ido de su casa.

En su última noche ahí, había tenido una violenta discusión con su padre. El le había exigido que estudiara una profesión. Quería que fuera abogado, como su abuelo.

-Yo no quise estudiar y ya ves. Me he pasado la vida en un empleo mediocre, contando el dinero y aguantando la tiranía de los jefes...

-¡ Pero, papá!  ¡ Yo quiero ser escritor!

-¿ Y quién te asegura que tienes talento?  ¡ Terminarás en la miseria!

La disputa había ido subiendo de tono. Pablo había visto a su madre en el umbral de la puerta, retorciéndose las manos, sin atreverse a sacar la voz para apoyar a su hijo.

Siempre había sido así. La palabra del padre era ley en la casa y ella había bajado la cabeza, sin decir jamás lo que pensaba o sentía.

Terminaron gritando y Pablo salió del comedor, dando un portazo.  Al pasar frente al dormitorio de su hermana Nelly, escuchó unos sollozos. Supuso que lloraba por él, pero no se detuvo a darle consuelo.

Esa misma anoche preparó su maleta y, al amanecer, sin despedirse de nadie, abandonó la casa.

A pesar del pesimismo de su padre, había cumplido su anhelo de ser escritor.  Después de permanecer largo tiempo en el anonimato, una de sus novelas inesperadamente captó el entusiasmo del público y logró hacerse relativamente famoso.

Viajó por el mundo, invitado por universidades y en una de ellas, dictó durante años un curso de literatura latinoamericana.

Se mantuvo alejado de su familia durante todo ese tiempo. Por un amigo, supo que su padre había muerto. 

No sintió dolor. Pensó que era natural que muriera, ya estaba viejo...Además, el amargo recuerdo de aquella discusión en la cual el anciano había tratado de echar por tierra sus ilusiones, se mantenía fresco en su corazón.

Años después, en el obituario de un periódico, vio el nombre de su hermana. ¡ Nelly, la  única  a quién de verdad había querido!

Entonces fue cuando empezó a sentir nostalgia de su casa y fue creciendo en su mente el deseo de volver.

En su imaginación, se veía recorriendo de nuevo las calles del pueblo y deteniéndose en la puerta de su hogar.

Una noche soñó que regresaba y al despertar, tomó la decisión de hacerlo. Su madre se había quedado sola, era necesario conocer su situación... 

Estaba anocheciendo cuando se bajó del tren, llevando una pequeña maleta. Una fina garúa humedecía su cabello y su frente.  Las calles estaban tan cambiadas que apenas logró reconocerlas. Los árboles, despojados de sus hojas, se veían desnudos y míseros, como mendigos. Todo eso provocó que lo embargara una profunda tristeza.

Desde  lejos, divisó su casa. La habían pintado de otro color y con sorpresa, vio en la ventana un aviso que decía: " Se arriendan piezas".  ¿ Tan escasa de dinero estaba su madre que había transformado lo que fuera su hogar en una casa de huéspedes?

Tocó el timbre y después de unos minutos, vio que alguien habría la puerta con cautela.

En el umbral apareció una anciana de rostro desconfiado.  Sus ojos frios y suspicaces lo miraron de arriba abajo, sin reconocerlo. 

- ¿ Qué desea, señor?

Pablo quedó atónito. Su madre no lo reconocía. ¿ Tan cambiado estaba?

Vaciló un instante y luego dijo con voz ronca.

-Quiero una habitación para pasar la noche.

Ella lo condujo hasta el cuarto que había sido su dormitorio de juventud. El librero y su escritorio habían desaparecido. Solo vio una cama, un velador y una silla junto a la ventana.

-Se acostumbra pagar por adelantado, si no es molestia...

Lo dejó solo y Pablo se tendió en la cama, sin desvestirse. Cayó la noche y la pieza se llenó de sombras  A lo lejos, la campana de la iglesia desgranó unas notas melancólicas. 

De pronto, vio pasar junto a su cama el espectro de su hermana muerta. Al rozar los muebles, los pliegues de su vestido emitían un suave rumor.

Pablo se incorporó en la almohada y vio que Nelly  se había sentado en la silla junto a la ventana.

La luz del farol de la calle alumbraba debilmente sus cabellos, pero su cara permanecía en sombras.

De pronto, se volvió hacia él.

- ¿ Por qué no viniste antes, Pablo?- le roprochó con voz queda- ¡ Es demasiado tarde ya para volver!





8 comentarios:

  1. Nunca es tarde... Depende para qué?... Igual su karma de no reconocimiento lo perseguía pese a la fama obtenida, no?

    Abrazo agradecido. (muy bien narrado el relato)

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  2. Eres una poeta todos tus escritos forma una gran arte de tus tus sentimientos

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  3. Eres poeta.tus sentimientos siempre están presente,por eso es una delicia leerte..

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  4. Intentar crear arte solo se les permite a los grandes artista,este fotótografo solo crea alucinaciones.

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  5. Eres una buena escritora y tus opiniones las acepto con gran honor.

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  6. Bueno, nunca se sabe del todo lo que se pierde .sino en esos momentos aciagos que te lleva la vida , no?
    volver a sus raíces y llevar a pesar de todo su vida a cuestas que ahora le pesa más que antes...vaya dilema!

    Somos orgullosos, eso no nos permite ver con claridad la belleza real de la vida.

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