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domingo, 4 de julio de 2021

EL ABRIGO AZUL.

Alicia estaba lavando las verduras en el chorro de agua fría que brotaba del caño.  Esa mañana no se había atrevido a pedirle a Roberto que le dejara algo de dinero. Salió apurado y se despidió de ella con un beso desabrido, lanzado al aire.

Sin dinero, no podría salir de compras y tendría que preparar la cena con las sobras que había en el refrigerador. Pensó que, si en la noche él reclamaba por la pobreza del guiso, entonces le diría todo lo que pensaba...

Apretó los dientes con rabia, mientras las manos se le iban poniendo rojas con el agua fría del lavaplatos.

Sonó el teléfono y estuvo tentada de no contestar. ¡ Otro cobrador, seguramente!  Pero al fin al se decidió a levantar el fono, más que todo porque el sonido de la campanilla le crispaba los nervios.

¡Era Elena!  ¡ Su amiga Elena, después de tanto tiempo!

-¡ Nenita!- exclamó- ¡ Qué alegría!  ¿ Como conseguiste mi número?

-Llamé a tu mamá, pués tontita ¿ Qué otra cosa podía hacer?

Así es que Elena había hablado con su mamá...¿ Le habría dicho ella en qué barrio vivían ?

-Y ¿ conversaste mucho con mi mamá?

-No, casi nada. Se notaba que ella no se acordaba de mí...

Alicia respiró aliviada y prorrumpió en un jubiloso torrente de recuerdos, de cuando ambas eran compañeras de curso en el Liceo.

Elena se rió, contenta y le sugirió que se juntaran en el centro, por la tarde, a tomar un café.

Alicia aceptó encantada, pero luego de haber cortado la comunicación, se quedó pensativa.

Miró sus manos ásperas por el trabajo doméstico, su pelo mal cortado...y luego se preguntó ¿ qué me pongo?

No quería que Elena adivinara su situación. Ni que sospechara el modesto empleo que desempeñaba Roberto, todo el día en el taller,con la cabeza hundida en los motores. Aunque se bañara al llegar, su pelo olía siempre a aceite quemado y a grasa...

Alicia miró dentro del closet, pero no vio nada presentable.  Con alivio, sus ojos se fijaron en el abrigo nuevo.

Lo descolgó y acarició la tela azul, con deleite. Recordó lo enojado que se había puesto Roberto cuando la vio llegar con el paquete.

-¿ Y para qué quieres tanto lujo?- le había preguntado, sarcástico- ¿ Te lo vas a poner para ir a comprar al almacén de la esquina?

Había llorado ese día, escondida tras la puerta...Pero ahora, se justificaba su humillación y su pena, porque se lo pondría para encontrarse con Elena. Le demostraría que no era ella la única a la que le había ido bien en la vida.

Esa tarde, al llegar a la Plaza de Armas, la vio de lejos, parada en la esquina.  Alta y rubia, con esa elegancia natural que sabía manejar con tanto aplomo.

Sentía calor. En aquella tarde primaveral, el abrigo no se justificaba. Pero, lo cerró más aún, sobre su vestido viejo. Gotas de sudor parecieron sobre su frente.

Elena la miraba con curiosidad y Alicia notó que hacía una rápida inspección a sus zapatos gastados...Pero, le sonrió con el viejo afecto y la guió hasta una lujosa confitería.

-¡ Yo te invito, Alicia!  Si fue mía la idea de que nos juntáramos.

La tarde transcurrió muy rápido. Alicia habló del éxito de Roberto en su trabajo. Ahora era socio de la firma. Solo tenía que dirigir a los mecánicos...Lejos de la grasa de los talleres, dando órdenes desde su esc ritorio...

Elena la miraba en silencio, asintiéndo a todo lo que ella decía, pero Alicia notó que los ojos se le iban una y otra vez a sus manos ajadas, que apretaban el abrigo azul, cerrado hasta el cuello, a pesar del calor...

Alicia miró la hora y se asustó. Roberto llegaría del taller, como siempre, cansado y de mal humor y se enfurecería al hallar la casa oscura y la comida sin preparar.

Se levantó precipitadamente. ¡ Había olvidado que tenían invitados a cenar!- explicó-  Claro que Roberto había encargado todo preparado a un restaurante de lujo, así ella no tendría más que calentar los guisos...

Partió casi corriendo, seguida por la mirada afectuosa de Elena. 

Cruzó la calle sin mirar. El semáforo estaba en rojo. Escuchó un frenazo y gritos.

¡ Atropellaron a alguien!- pensó, pero no se detuvo. El miedo a la ira de Roberto la empujaba hacia adelante, como una mano de hierro presionando su espalda. 

Miró su reloj y estupefacta, vio que el vidrio estaba quebrado y faltaba el minutero. ¿ Como se había roto? ¿ En qué momento?

La sirena de una ambulancia pasó a su lado, bramando. Se volvió a mirar y vio a un grupo de gente rodeando a alguien que yacía tendido sobre el pavimento.  Era una mujer. Y lleva un abrigo azul, igual al mío, pensó Alicia, sorprendida.

Pero, luego siguió corriendo en dirección a la estación del Metro. Y no detuvo su carrera ni siquiera cuando notó que la tarde se había oscurecido de pronto y una especie de niebla iba borrando los edificios.

Solo dejó de correr cuando vio que ya no había vereda y que sus pasos no la conducían a ninguna parte.




6 comentarios:

  1. Las rosas son bellas pero tu inteligencia vales mucho mas

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  2. Vaya , que tristeza este relato...
    pero así viven muchas aun en este tiempo ...de apariencias
    o por lo que sea su realidad que las agobia , no hacen nada para cambiarla o buscar un aliciente que les de un nuevo sentido a su espíritu
    al final vivir así, y morir en la penumbra.

    Te dejo un abrazo.

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  3. Una vida tan sin sentido no podía tener otro final...

    Abrazos y más abrazos, Lillian.

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  4. Tu agilidad mental es capaz de componer un poema solo con ver una foto.

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  5. A mi amiga escritora,cuyos sentimiento de poeta se reflejan n todos sus escritos.

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  6. Tus relatos siempre me atrapan, me encantó!
    Un abrazo Lilly, y buen comienzo de Julio.

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