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domingo, 12 de agosto de 2018

DIFERENCIAS.

Daniel había empezado a sentir un extraño ardor en la espalda, un cosquilleo que no lo  dejaba dormir. Como si algo le estuviera brotando ahí, secretamente.
Una mañana, al ducharse, notó que los huesos de sus omóplatos habían engrosado. ¿ Se notaría el bulto a través de la camisa?  Decidió no quitarse la chaqueta en la oficina,  aunque se sintiera incómodo.
Al cabo de una semana, ya no le cupieron dudas. ¡ Le habían crecido alas !
-¿ Qué voy a hacer ahora?  - se preguntaba angustiado- ¿ Como voy a ocultar lo que me pasa?
Sentía verguenza y miedo. Pensaba que la única forma de ser aceptado era parecerse  en todo  los demás...Las personas diferentes eran acosadas y perseguidas.... Se imaginó una turba vociferante que corría tras él por la calle, para encerrarlo después en una jaula.
¡ Nadie tenía que saberlo! 
Ocultar su secreto se trasformó en la prioridad de su vida  y ese esfuerzo lo fue envolviendo una irremediable soledad .
A pesar de su  angustia, la posesión de esas alas lo llenaba de placer. Por las noches, en su dormitorio, se sacaba la camisa y las dejaba desplegarse en total libertad.
Estaban cubiertas de un plumaje blanco que recordaba el de los cisnes y al extenderse, parecía emitir un suave rumor, como el de las hojas del follaje cuando lo atraviesa el viento.
Una noche,  abrió la ventana y presa de un impulso, se lanzó a volar por sobre los techos de la ciudad.
Tiritando de emoción, sobrevoló las calles iluminadas. Lo embargaba una alegría indescriptible, pero al mismo tiempo tenía miedo. Pensaba que si alguien lo divisaba desde algún edificio, podría dispararle solo por el gusto de verlo caer.
Volvió a su dormitorio y se prometió a sí mismo no repetir la peligrosa experiencia. Decidió vivir como una persona corriente, olvidando aquella carga maravillosa que llevaba sobre la espalda y que lo ponía en peligro de ser discriminado y perseguido.
Todas las tardes, al salir de su oficina, tomaba el mismo autobús para llegar a su casa.  Sin querer, empezó a observar a una joven que hacía el mismo recorrido.
No era especialmente linda, pero lo atraía su aire reservado y solitario. A penas se sentaba, abría un libro y todo el trayecto se lo pasaba leyendo, sin mirar a su alrededor.  Daniel podía mirarla libremente y se sentía seducido por ella cada día más. A veces, la muchacha levantaba la vista y sorprendía su mirada, pero en seguida apartaba la vista y continuaba la lectura.
Una tarde, Daniel decidió bajarse junto con ella y seguirla de lejos, sin que lo notara.
Pero, ella se volvió bruscamente y le preguntó:
- ¿ Por qué me sigues?
-Perdona...Quería conocerte... Quizás invitarte a una taza de café.
Ella pareció vacilar, se notaba que dudaba si aceptar o no, pero se sobrepuso y le dijo con sequedad:
- Es mejor que te olvides de mí. Tú y yo somos diferentes.
En seguida entró a un edificio de departamentos y desapareció.
Daniel se quedó parado en la vereda, sintiéndose humillado y triste.
Mientras se dirigía a su casa, se preguntaba:
-¿ Por qué me habrá dicho que somos distintos?  ¿ Habrá adivinado mi secreto?
Más tarde, en su habitación, se quitó la camisa. Las alas se desplegaron con una euforia de libertad y su resplandor blanco iluminó la penumbra.
Pensó que después de todo, había sido mejor que ella lo rechazara. ¿ Como habría reaccionado después, cuando le revelara su secreto?
Abriendo la ventana, se lanzó volando hacia la noche. Le daba lo mismo ya si alguien lo veía y le disparaba. Le resultaba cada vez más difícil soportar una vida de ocultamiento y soledad.
Se dirigió hacia el edificio donde la había visto entrar esa tarde.
Estaba en sombras, solo había una ventana iluminada en un piso alto. ¿ Sería la habitación de ella?
Se sentó en el techo de una casa vecina y decidió pasar ahí la noche.
De pronto, la ventana iluminada se abrió y apareció la joven, envuelta en una bata oscura.
Miró en todas direcciones, como si temiera ser vista y luego dejó caer la ropa que la envolvía.
Dos alas blancas se desplegaron a su espalda.  Permaneció un instante, indecisa y luego se echó a volar.
Loco de alegría, Daniel voló hasta alcanzarla.
Se elevaron sobre la ciudad dormida y vieron que muchas ventanas se abrían y de ellas salían otras personas aladas, que su unieron a ellos  hasta formar una bandada.

Daniel comprendió que había muchos seres diferentes en el mundo y que ya nunca volvería a estar solo. 


2 comentarios:

  1. Saludos estimada amiga
    bueno, antes había leído este texto tan bello
    me gusta esa misteriosa secuela de la existencia que se fundamenta en la aceptación de lo diferente
    no sin antes pasar por la aceptación de nosotros mismos
    eso es lo principal
    Me encanta imaginar a esos seres alados que bien podría andar entre ellos también

    un abrazo grande.

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  2. Tu puede estar en tu madurez,pero en tu personalidad,existe algo
    que no envejece ,la niña que un dia fuiste se niega a abandonarte

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