Daniel
había empezado a sentir un extraño ardor en la espalda, un cosquilleo que no
lo dejaba dormir. Como si algo le
estuviera brotando ahí, secretamente.
Una
mañana, al ducharse, notó que los huesos de sus omóplatos habían engrosado. ¿
Se notaría el bulto a través de la camisa?
Decidió no quitarse la chaqueta en la oficina, aunque se sintiera incómodo.
Al
cabo de una semana, ya no le cupieron dudas. ¡ Le habían crecido alas !
-¿
Qué voy a hacer ahora? - se preguntaba
angustiado- ¿ Como voy a ocultar lo que me pasa?
Sentía
verguenza y miedo. Pensaba que la única forma de ser aceptado era
parecerse en todo los demás...Las personas diferentes eran
acosadas y perseguidas.... Se imaginó una turba vociferante que corría tras él
por la calle, para encerrarlo después en una jaula.
¡
Nadie tenía que saberlo!
Ocultar
su secreto se trasformó en la prioridad de su vida y ese esfuerzo lo fue envolviendo una
irremediable soledad .
A pesar
de su angustia, la posesión de esas alas
lo llenaba de placer. Por las noches, en su dormitorio, se sacaba la camisa y
las dejaba desplegarse en total libertad.
Estaban
cubiertas de un plumaje blanco que recordaba el de los cisnes y al extenderse,
parecía emitir un suave rumor, como el de las hojas del follaje cuando lo
atraviesa el viento.
Una
noche, abrió la ventana y presa de un
impulso, se lanzó a volar por sobre los techos de la ciudad.
Tiritando
de emoción, sobrevoló las calles iluminadas. Lo embargaba una alegría
indescriptible, pero al mismo tiempo tenía miedo. Pensaba que si alguien lo
divisaba desde algún edificio, podría dispararle solo por el gusto de verlo
caer.
Volvió
a su dormitorio y se prometió a sí mismo no repetir la peligrosa experiencia.
Decidió vivir como una persona corriente, olvidando aquella carga maravillosa
que llevaba sobre la espalda y que lo ponía en peligro de ser discriminado y
perseguido.
Todas
las tardes, al salir de su oficina, tomaba el mismo autobús para llegar a su
casa. Sin querer, empezó a observar a
una joven que hacía el mismo recorrido.
No
era especialmente linda, pero lo atraía su aire reservado y solitario. A penas
se sentaba, abría un libro y todo el trayecto se lo pasaba leyendo, sin mirar a
su alrededor. Daniel podía mirarla
libremente y se sentía seducido por ella cada día más. A veces, la muchacha
levantaba la vista y sorprendía su mirada, pero en seguida apartaba la vista y
continuaba la lectura.
Una
tarde, Daniel decidió bajarse junto con ella y seguirla de lejos, sin que lo
notara.
Pero,
ella se volvió bruscamente y le preguntó:
- ¿
Por qué me sigues?
-Perdona...Quería
conocerte... Quizás invitarte a una taza de café.
Ella
pareció vacilar, se notaba que dudaba si aceptar o no, pero se sobrepuso y le
dijo con sequedad:
- Es
mejor que te olvides de mí. Tú y yo somos diferentes.
En
seguida entró a un edificio de departamentos y desapareció.
Daniel
se quedó parado en la vereda, sintiéndose humillado y triste.
Mientras
se dirigía a su casa, se preguntaba:
-¿
Por qué me habrá dicho que somos distintos?
¿ Habrá adivinado mi secreto?
Más
tarde, en su habitación, se quitó la camisa. Las alas se desplegaron con una
euforia de libertad y su resplandor blanco iluminó la penumbra.
Pensó
que después de todo, había sido mejor que ella lo rechazara. ¿ Como habría
reaccionado después, cuando le revelara su secreto?
Abriendo
la ventana, se lanzó volando hacia la noche. Le daba lo mismo ya si alguien lo
veía y le disparaba. Le resultaba cada vez más difícil soportar una vida de
ocultamiento y soledad.
Se
dirigió hacia el edificio donde la había visto entrar esa tarde.
Estaba
en sombras, solo había una ventana iluminada en un piso alto. ¿ Sería la
habitación de ella?
Se
sentó en el techo de una casa vecina y decidió pasar ahí la noche.
De
pronto, la ventana iluminada se abrió y apareció la joven, envuelta en una bata
oscura.
Miró
en todas direcciones, como si temiera ser vista y luego dejó caer la ropa que
la envolvía.
Dos
alas blancas se desplegaron a su espalda.
Permaneció un instante, indecisa y luego se echó a volar.
Loco
de alegría, Daniel voló hasta alcanzarla.
Se
elevaron sobre la ciudad dormida y vieron que muchas ventanas se abrían y de
ellas salían otras personas aladas, que su unieron a ellos hasta formar una bandada.
Daniel
comprendió que había muchos seres diferentes en el mundo y que ya nunca
volvería a estar solo.
Saludos estimada amiga
ResponderEliminarbueno, antes había leído este texto tan bello
me gusta esa misteriosa secuela de la existencia que se fundamenta en la aceptación de lo diferente
no sin antes pasar por la aceptación de nosotros mismos
eso es lo principal
Me encanta imaginar a esos seres alados que bien podría andar entre ellos también
un abrazo grande.
Tu puede estar en tu madurez,pero en tu personalidad,existe algo
ResponderEliminarque no envejece ,la niña que un dia fuiste se niega a abandonarte