Una
mañana, Betty entró como una tromba en el departamento de su amiga Nora.
-¡Escucha! ¡Una revista femenina está organizando un
desfile de modas y tenemos que presentarnos al casting !
-Pero,
Betty ¡ esos casting son para veinteañeras anoréxicas!
-¡ Te
equivocas! Varias marcas de ropa van a
presentar modelos para treintañeras y necesitan gente como nosotras para
lucirlos...
-¡
Treintañeras! jaja Hace ya tantos años que se nos fueron los
treinta, que si miro para atrás, apenas los diviso...
-No
seas derrotista. Las bases del concurso
no estipulan edad...y tampoco discriminan a las gorditas.
Betty
dijo Eso último con tono esperanzado mientras se miraba de reojo en el espejo
del tocador.
-¿ Y
cuando es el casting?- preguntó Nora, casi convencida.
-Esta
tarde a las 16...Así es que almuerza algo liviano. Una hoja de lechuga bastará.
Cuando
llegaron al lugar del evento, vieron que estaba lleno de interesadas. Las
alumnas de una academia de baile se habían inscrito en masa y entraron con un
andar cimbreante de palmera hawayana.
Miraron con desdén a las del Taller Literario, entre las que se
encontraban Nora y Betty.
-¡ Se
equivocaron, gorditas! ¡El Concurso de
cuentos es el próximo mes!
Incluso
una flaca, de talla treinta y ocho, se
atrevió a agregar:
-No hay
nada que engorde más el trasero que pasarse el día frente al computador...
Betty
se sintió aludida y roja de rabia, se avalanzó a pegarle.
Nora
la sujetó con fuerza.
-No
les hagas caso. ¡ Son unas picadas! -y
para apaciguarla, agregó - No saben que a nosotras no da lo mismo quedar o
no...¡ Somos más que una percha para colgar ropa!
- ¡ A
ti no te importará, pues Nora! -le respondió ella, furiosa- Estás asumiendo de antemano el fracaso ¡ Creí
que tenías más confianza en ti misma!
Nora
la miró preocupada. Se dio cuenta que para Betty quedar en el casting era cosa
de vida o muerte. Y deseó que si elegían a una de las dos, fuera Betty, porque
otra cosa haría peligrar su amistad.
Cada
vez que entraba una nueva postulante, por lo menos cincuenta pares de ojos la
atravesaban como dagas mortíferas.
El
jurado estaba compuesto por la directora de la mencionada revista, una modelo
argentina que a todas las llamaba " querida", tres dueñas de
boutiques, cuyos modelos se exhibirían en el desfile, y el famoso modisto Luchino
Frescoli, que entró muy perfumado y envuelto en un abrigo de piel.
Al parecer, era
piel natural, no sintética... Porque en la vereda del frente había un
grupo de ecologistas con pancartas y tarros de pintura, esperando que el
modisto saliera para vaciárselos sobre el abrigo.
A
cada postulante le dieron un número, le tomaron una foto y la hicieron desfilar
por una pasarela improvisada.
Nora,
de puros nervios se tentó de la risa y desfiló riéndose, como si le acabaran de
contar un chiste de gallegos.
Betty,
posesionada de su papel, se quitó la chaqueta y caminó arrastrándola por el
suelo con displicencia...
La
modelo argentina repartía sonrisas y a todas les decía:
-Nosotros
te llamaremos, querida.
Pero,
ni a Betty ni a Nora las llamaron jamás...y superada la decepción inicial,
siguieron siendo tan amigas como antes.
Bueno m está claro que nunca hay nque no dejar de hacer lo que se ha pensando
ResponderEliminarpues mejor pasar por eso y vivirlo , a que nunca saber cómo hubiera resultado
me imagino a las chicas ahí, entre tanta farandulilla
después de todo con intentar nada se pierde.
Te dejo un abrazo