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domingo, 8 de abril de 2018

CON INSOMNIO Y SIN SUEÑOS.

Ana se desvelaba en las noches echando de menos su casa y su pueblo.
De su casa le llegaban correos y la llamaban casi todos los días. Pero era indudable que se habían puesto de acuerdo para no hablarle de Marcos.
¡ Ay!  Marcos...
Era de él de quién había escapado a la Capital. De sus ojos grises y su figura esbelta.
Ella y su hermana Muriel lo habían conocido al mismo tiempo y él había simpatizado con las dos, sin mostrar preferencia por ninguna.  Iba a su casa seguido, a pedir y devolver libros. Porque era un extraño especimen, de esos que ya casi no quedan. Los que aún leen libros...
Ana se había ido enamorando de a poco. Como alguien que está parado al borde del mar. Mete un pie primero, luego los dos y se va envalentonando de a poco, hasta que acaba sumergiéndose y las olas lo arrebatan, sin salvación.
Un día, Muriel le informó que Marcos se le había declarado a ella y Ana notó  que en su voz había un matiz de burla.
Disimuló como pudo su tremenda decepción.
Si ella hubiera estado de candidata al Oscar para mejor actriz, seguro que se lo habría ganado. Pero ¡ ay!  su vida no era una película. Apenas daba para un Documental sobre el fracaso...
Se durmió con los ojos secos, pero cuando despertó a la mañana siguiente, su almohada estaba húmeda. Supo que había llorado en sueños hasta deshidratar su corazón.
Comprendió que tenía que irse, lejos de Marcos y donde no hubiera ojos que la siguieran para comprobar su dolor.
Y ahí estaba. En la pensión de la señora López, en un barrio antiguo de la Capital.  Sola en una ciudad inmensa, llena de esperanzados y desesperados, con los que viajaba cada día al trabajo, en un vagón del Metro.
A los pocos días llegó un nuevo pensionista a la habitación del lado.
-¡ Es chino!  Viene de Tokio- informó la señora López, orgullosa del pedigree internacional que iba tomando la casa.
-Entonces, es japonés- le corrigió Ana.
-¡ Ah!  ¿ Que no es lo mismo?- preguntó la señora, con una dulce ignorancia que conmovía.
Todas las mañana, Ana buscaba en el baño alguna huella del paso del nuevo huésped. Un cabello en el lavamanos, una maquinilla de afeitar en el papelero. Pero nunca había nada.
Apenas se le oía. Suaves pisadas en la escalera, el atisbo de una figura espigada cruzando la puerta de calle.
La señora López estaba embelesada con él. Cada día tenía un comentario nuevo que hacerle a Ana.
-¡ Es tan amable!  Y buenmozo...Lleva siempre un paraguas, aunque haya sol. Debe ser que en China llueve mucho...
-En Japón- insinuaba Ana con suavidad, no queriendo contradecirla.
Un día, al atardecer se encontró con él en la esquina de la casa. Llovía a cántaros y Ana había olvidado el paraguas.
El le hizo una reverencia y abrió el suyo en silencio, demostrando que la conocía bien, aunque se suponía que nunca se habían visto. Ella lo miró sorprendida.
 El rostro de él no expresaba más que una respetuosa cortesía, pero Ana notó que en sus ojos oscuros chisporroteaban llamitas, como si por dentro estuviera riéndose de su turbación.
Llevaba el cabello muy corto, aplastado con gel y  ceñido a su cabeza,como el yelmo de un samurai.
-¡ Con razón no deja pelos en el cuarto de baño!- se dijo Ana.
Mientras le sonreía bajo el paraguas, sintió que una marea cálida inundaba su corazón y que al retroceder, las olas se llevaban mar adentro los restos de su naufragio de amor.




3 comentarios:

  1. Que lindo...💚💚💙💙💙 el mundo mss que antes necesita esa chispa de felicidad que enlaza los buenos corazones y el espíritu...seres que juntos encuentran motivos para sonreir...
    Un,abrazo
    💚💙🌼💚💙🌼💚💙🌼💚💙🌼🌺🌺

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  2. La pubertad,ese primer amor,esas ilusiones,pero sobretodo los desengaños que siempre aconpañan

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  3. Vengo a decirte que no te olvido y en cuanto termine las promociones de mis novelas volveré a leeros a todos. Cuidate me encanta leerte. Un besazo

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