Después
de llover, sopló un viento helado y los árboles desnudos se pusieron a tiritar.
Entonces bajó la niebla y los arropó en su frazada gris, pero tuvieron más frío
todavía.
Juana
salió de la Iglesia cuando las campanas llamaban a la oración de la tarde. Le
había ayudado al cura a arreglar las flores y ahora se iba a su casa a lavar el
mantel del altar mayor. Esos menudos quehaceres le llenaban la vida.
Al
poner los pies en la vereda sintió que chocaba con un muro blanco. Era la
niebla que había espesado y quería impedirle el paso. Pero se lanzó contra
ella,decidida. Le pareció que iba vadeando un lago de agua helada y que nunca
lograría llegar a la otra orilla.
Tembló
y se arrebujó en su delgado abrigo de liquidación. De repente escuchó un chirrido de
ruedecillas, apenas amortiguado por el barro de la lluvia reciente. Frente a
ella apareció una mujer tirando un carrito de supermercado.
Llevaba
un chaquetón de corte masculino y un sombrero ajado que le tapaba el rostro.
Al
cruzarse con Juana levantó la vista y le sonrió. Entonces ella vio que no era una anciana sino una mujer
joven, con unos ojos que brillaban bajo
el ala del sombrero.
Juana
la siguió con la mirada y notó que bajo el chaquetón llevaba un vestido de
novia. Su blancura parecía iluminar el crepúsculo y aunque estaba manchado de
barro en el borde, ofrecía una visión perturbadora.
Intrigada,
Juana decidió seguirla, confiando que
sus galochas no hicieran mucho ruido en el pavimento. Pero la mujer parecía
tener un oído muy fino, porque se volvió de pronto y le preguntó enojada:
-¿ Se
puede saber por qué me sigues?
Juana
se turbó, pero al final le dijo la verdad:
-Es
que me impresionó tu vestido...¿ de donde lo sacaste?
La
mujer la miró entre airada y triste .
-¡ Es
mi vestido de novia! El que llevaba el
día que él me dejó plantada frente al altar.
-¿
Qué dices?
-Lo
que oyes. Yo era una novia llena de ilusiones. Estaba enamorada y creí que él
me amaba también...Lo esperé una hora, hasta que todos empezaron a irse. Me
miraban con lástima, pero vi burla y satisfacción en los ojos de las que se
decían mis amigas.
-Y
eso ¿ cuando pasó?
-Ya
no me acuerdo...Hace tanto tiempo...
-¿ Y
por qué llevas el vestido todavía?
-Porque
lo ando buscando a él y sé que un día lo voy a encontrar. Cuando me vea con mi
vestido, comprenderá que todavía lo amo. Y entonces se arrepentirá y se casará
conmigo.
Después
de suspirar de nuevo, la mujer tomó su carrito y se alejó entre la niebla.
Juana
se quedó mirándola, consternada. Ella,
que nunca había tenido novio ni se había enamorado, sintió que su corazón se
contraía de dolor.
Pero
luego pensó en todas las veces que había odiado su soledad, sin comprender que
gracias a ella se había mantenido a salvo de tragedias semejantes.
- ¡
Fue mejor no haberse enamorado !- se dijo sin mucha convicción. En el fondo,
sabía que se estaba engañando a si misma.
Que más vale tener roto el corazón que no haber querido a nadie nunca.
Esa
noche, durmió poco y mal y al otro día se dirigió temprano a la Iglesia.
Cuando
le contó al señor cura el extraño encuentro de la víspera, éste sonrió
compasivo.
-¿ Y
tú le creíste?
- ¡
Como! ¿ Que no es verdad?
-¡
Claro que no! Conozco a esa mujer.
Duerme debajo del puente con otros vagabundos y en el día sale a andar
arrastrando su carrito...Temo que está trastornada.
-¿ Y
el vestido de novia?
- Sé
de buena fuente que lo encontró en un contenedor de basura...Por aquí botan las
cosas más insólitas.
Juana
se quedó pensativa y no supo si las palabras del cura le causaban alivio o
decepción.
¡
Después de todo, era una historia tan triste y tan romántica!
¡Hola Lillian!
ResponderEliminarUnas veces puede ser un cuento, otras una realidad, pero siempre ambos existen.La verdad es que es parte de nuestro vivir. Sufrir por amor, hace doler el alma y no sufrir por eso; seca el manantial del amor.
Es un precio a pagar por el amor y también por el desamor.
Un abrazo.
¡Hola Lillian!
ResponderEliminarUnas veces puede ser un cuento, otras una realidad, pero siempre ambos existen.La verdad es que es parte de nuestro vivir. Sufrir por amor, hace doler el alma y no sufrir por eso; seca el manantial del amor.
Es un precio a pagar por el amor y también por el desamor.
Un abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQuizás es una historia que abre dos versiones...
ResponderEliminarSucede que la vagabunda puede dar con esa explicación, pero sabemos que muchas han perdido la cabeza por esas decepciones , el amor idealizado en un hombre que solo deja dolor y miseria...
(Conocí un caso bien de cerca de esos, y donde ella se abandonó en la búsqueda de la felicidad real ,por sentirse traicionada...)
mala cosa...
y otra versión de la vagabunda que sabe solo Dios y ella sabe , la real causa de su vaganacia...que de historias le habrá colmado la calle que hace uso de esos artifugios para recrear una historia...como el actor viviendo y reinventando un mundo ajeno o tal vez muy parecido a su realidad? ...fruto quizás también de su desgracia, por alguna razón , esa mujer anda en la calle...
Como sea, le sirve a la mujer para meditar sobre su propia vida
y ya veremos que camino o decisiones tomará , a partir de esa lecturas de la niebla y la noche desvelada...
Hermoso relato amiga,
te dejo un abrazo enorme!
PD:Borré el anterior ...
tenía muchos errores ...ahora corregi...besos-
Tus fantasias,y tu saber bien escribir,consigue hacer esas bonitas histórias
ResponderEliminarTal vez esa mujer se transformó en una vagabunda porque sufrió una fuerte decepción. El vestido lo recogió porque era su vestido. Ella sabía y reconoció el lugar donde lo abandonó.
ResponderEliminarUn gran abrazo Lily