Nelly
escuchaba desde hacía rato el canto de los pájaros y el despertar lento de la
ciudad. Era como una enorme fiera que se
despereza gruñendo...
Pero
ella no quería abrir los ojos. Luchaba vanamente por caer otra vez en la
inconsciencia. No quería estar lúcida
para no enfrentarse a la humillación del día anterior, que le escocía en lo más
vivo de su corazón.
Días
atrás René la había llamado sorpresivamente por teléfono. Actuó como si
hubieran hablado el día anterior, aunque
hacía más de un año que no se veían.
Le
dijo que una alumna suya de Literatura quería conocerla. La chica admiraba sus
cuentos y tenía muchas preguntas que hacerle.
Fijaron
una cita en un café, para presentársela. El
mismo que en otro tiempo ellos
dos habían frecuentado.
¿ Lo
hacía a propósito? ¿ Quería que ella
recordara su pasado con él?
Nelly
no había podido olvidarlo. Y la ciudad parecía achicarse alrededor de ellos
para juntarlos, para que se encontraran en las esquinas más improbables.
Habían
vivido como nadando en la corriente de un río que los zarandeada entre sus
olas y parecía lanzarlos uno a los
brazos del otro. Aunque su pasión se
había apagado hacía mucho tiempo.
Pensó que René había inventado ese pretexto
para verla. Su corazón aceleró los latidos y una nueva ilusión empezó a
cosquillearle muy adentro, sacándola de su rutina gris.
Esa
tarde se demoró mucho en maquillarse. El espejo se obstinaba en devolverle la
imagen de una mujer gastada. Una y otra vez trató de alisar con crema los
surcos amargos que había descubierto de pronto al rededor de su boca.
"¿
Qué me pasó? ¿ En que momento se fugó mi
juventud? "
Luego
pensó que René también estaba viejo. La última vez que lo vio, se había
sorprendido de su barba canosa y de su espalda encorvada...
"
Además, él es mayor que yo, de todas maneras. "
Después de su llamado, había revisado su
closet y todo le pareció feo y avejentador.
¡Necesitaba iluminar su cara con algo nuevo, algo que reflejara su
estado de ánimo!
Esa
misma tarde salió a comprase una blusa roja.
La colgó en el closet y durante varios días le
pareció que le salía al encuentro cuando lo abría. Con sus destellos audaces que le recordaban
que aún era joven y atractiva... Y que le anticipaban la emoción de su
reencuentro con René.
Y
ahora, por fin, la llevaba puesta.
Consultó
su reloj para no llegar ni un minuto adelantada. No quería que la ansiedad la
traicionara. Quería aparecer frente a él sonriendo casual, como si la cita
fuera un hito más de su día ajetreado...
Desde
lejos los vio a los dos. La chica, muy joven y con un pelo dorado natural que a
Nelly ninguna tintura le había podido brindar jamás. El, canoso pero
interesante, inclinándose ávido hacia ella, como si no quisiera perderse una
palabra.
Cuando Nelly se acercó a la mesa, la miró con
frialdad. Casi pareció molesto de que hubiera llegado a interrumpirlos.
La
chica le sonrió amistosa, pero no le hizo ninguna pregunta. Se notaba a las
claras que apenas había hojeado el libro de cuentos de Nelly.
Entonces,
ella comprendió que la idea había sido enteramente de él.
-
Tengo una amiga que escribe- le habría dicho- Pienso que te convendría
conocerla para que te de algunos consejos.... Podríamos juntarnos y te la
presento.
Nelly
había sido el pretexto para atraer a la joven al café y no al revés, como había pensado ella.
Se
ruborizó de vergüenza ante su propia ingenuidad, pero sonrió con valor e inició
una charla intrascendente...
Lentamente
la fue invadiendo el dolor y la rabia. Disimuló como pudo y a medida que pasaban los minutos, casi una
hora, comprobó que había logrado alcanzar
la orilla, manoteando y tragando agua, pero sin ahogarse...
Al
fin se pudo parar de su silla sin parecer descortés y pretextó un compromiso.
René
se levantó solícito. La chica dijo que también se iba y él se ofreció a
acercarla a su casa.
- A
ti no te ofrezco, Nelly, porque sé que vives aquí cerca...
Los
miró alejarse entre las mesas del café y doblar la esquina. El, con su pelo
gris que Nelly había acariciado tantas veces cuando era negro como el ala de un
cuervo. La chica, meciendo sus caderas al caminar, ondeando en el aire su
melena rubia. Dueña del mundo y de la vida, que para ella recién empezaba...
Y eso
fue todo.
Nelly
se tapó la cara con la sábana, incapaz de soportar la luz del sol chocando
contra sus párpados.
La
puerta de calle se abrió con estrépito, anunciando que Aurelia, la mucama,
llegaba.
Nelly
miró la blusa roja que se había quitado a zarpazos la tarde anterior y que
yacía en el suelo, arrugada.
Se
dio cuenta de que la aborrecía, que no soportaba verla ni un minuto más. Se levantó a recogerla.
- ¡Aurelia!- llamó desde el dormitorio- Mire
esta blusa, es muy linda, pero me aprieta debajo de los brazos.... ¡ Pienso que
a usted le quedaría mejor!
Nostalgias,iluciones,amargura,por el paso de los años
ResponderEliminary su realidad,pero al final solo le quedo enfrentarce a su destino
Sucede quizás más seguido de lo que pareciera un cuento
ResponderEliminarlas veletas de siempre...ilusiones rotas...
lo valioso es lo que al fin desprende de esa blusa ...para volver a empezar y reescribir de nuevo la vida.
abrazos.
La vida misma...Me gustó!!!!
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