A
Rosalía le gustaba mucho, al salir del trabajo, cruzar por el Parque en
dirección a su casa.
Era
Verano y al atardecer, una bruma dorada envolvía los árboles. Hacía calor
todavía a esa hora, pero los aspersores del riego refrescaban el aire con un
suave rumor.
Se acercaba Navidad y los pretiles del puente
estaban engalanados con guirnaldas de luces.
También,
bajo los árboles se había instalado una Feria de juguetes artesanales.
Rosalía
se sentía siempre melancólica en esa fecha. Más que nunca notaba su
soledad. Su único festejo sería el
regalo del amigo secreto en la oficina...Y que más parecía el de un enemigo,
porque siempre le tocaba alguien que parecía odiarla, por la fealdad del presente
que recibía.
Una
tarde, se fijó en un hombre disfrazado de Santa Klaus, que casi siempre veía en
el mismo banco.
Agobiado
por el calor o la tristeza, se sentaba
encorvado, con los brazos caídos entre las rodillas. Su frente brillaba de
sudor, pero no por eso se quitaba el gorro forrado en piel ni la espesa barba
que se adhería a sus mejillas.
Rosalía
pasó varias veces frente a él sin que se molestara en mirarla, hasta que una
tarde , fingiendo que buscaba algo en su cartera, se sentó a su lado. El continuó
sin apartar la vista de los árboles y
ella acicateó su imaginación, tratando de hallar una frase ingeniosa con qué
romper el silencio.
-Santa
Klaus ¿qué haces tan lejos del Polo
Norte, con este calor?- fue lo único que se le ocurrió decirle.
-Estoy
esperando que me entreguen el trineo, porque lo llevé al mecánico- le contestó
él, siguiéndole la broma con cierto desgano.
Rosalía
se envalentonó y no tomando en cuenta su tono ligeramente displicente, continuó
hablándole:
-Siempre
te veo en este mismo banco, solo y aburrido...
-Tú
también debes estar sola y aburrida, como para meterle conversación a un
viejo...
-¡
Pero, tú no eres viejo!- exclamó ella, riendo y de un tirón le despegó la
barba. Vio un rostro joven y bien
parecido, aunque cubierto de sudor.
-¡ No
me rompas el disfraz, que mañana no podré trabajar !- se quejó él, reponiendo
la barba en su lugar.
Rosalía
le preguntó donde trabajaba y él le contó que en una tienda grande, en el Mall.
Que su papel era sacarse fotos con los niños y escuchar sus peticiones.
-A
las siete termina mi turno y entonces me vengo a sentar aquí, hasta que pasa el
calor.
Durante
varias tardes, se encontraron en el mismo lugar. Rosalía notó que él no le
preguntaba nada de ella. Que donde
trabajaba, donde vivía y con quién, nada. Le dijo su nombre, pero al
preguntarle el suyo, le contestó que Santa Klaus, por supuesto, que como
entonces se iba a llamar si no...
Pasaban
los días y se acercaba el 24...Rosalía pensaba que después de esa fecha no lo
volvería a ver y esa idea la desesperaba...
Aveces
lograba que él se quitara la barba y mientras hablaba, podía ver sus mejillas
morenas y sus labios, tan bonitos, que siempre se le curvaban hacia abajo, en
un permanente rictus de mal humor.
Le
contaba de sus tardes en la tienda, de los niños que se le subían a las
rodillas y de lo cargantes que eran los más grandes, siempre tratando de
arrancarle la barba , para comprobar que era falsa. Pero se veía que las cosas de ella no le
despertaban el más mínimo interés...
Hasta
que llegó el 23 y Rosalía tuvo la idea de invitarlo a cenar con ella en la
Nochebuena.
- Mi
novio anda fuera de Chile-mintió- Así es que estaré sola.¿Te gustaría
acompañarme?
-Claro-dijo
él, sonriendo- Me gustaría. Casualmente, mi novia también anda en el
extranjero- Esto último lo agregó con tono de burla y Rosalía enrojeció de
humillación.
Pero
se rehizo rápidamente y le anotó su dirección en un papel.
Ese
día amaneció nerviosa y alborozada.
Rescató
de la bodega su arbolito y su presebre y los instaló en el living. ¡ Qué tiempo
había pasado sin que hiciera preparativos para la Navidad!
A las
nueve, encendió las luces del árbol y apagó la lámpara. Una suave penumbra lo envolvía todo... Desde la cocina llegaba
el aroma delicioso de la carne que se doraba suavemente en el horno. ¡ Todo
estaba perfecto! Y ella.... ¡hasta se
veía linda con su vestido nuevo!
¿
Vendría él? ¡ Por supuesto que sí ! Estaba tan solo como ella...
Desde
el departamento vecino le llegaba música de villancicos. Una dulce languidez la
envolvía . Estaba tan cansada del ajetreo del día, que sin darse cuenta, se
durmió.
Despertó
al amanecer, con el primer canto de los pájaros. De la cocina llegaba un
horrible olor a quemado. Corrió a apagar el horno y vio que de su cena, solo
quedaba un trozo de carbón.
Desenchufó
las luces del arbolito y se fue a acostar.
-¡
Ay, Rosalía! ¡ Qué tonta eres!- se dijo
suspirando- ¡Tú sabes de sobra que Santa Klaus no existe...!
orazón joven e inocencia de niña, ahí es donde residen los sueños y las esperanzas, me ha gustado este relato.
ResponderEliminarUn abrazo y mucha felicidad en estos días.
Ambar
La ingenuidad de Rosalía, se creo la expectativa de hacerse un regalo para aliviar su soledad. Esta fecha es de soledades y compañías. Hogares de ancianos, enfermos, los que se han ido abandonando a los suyos; reuniones familiares en torno al pesebre, a una mesa, regalos, risas. Lamentable la experiencia de Rosalía, es como la del niño inocente que espera al viejito pascual y a su lado solo está durmiendo su madre borracha.
ResponderEliminarAmiga escritora,sigo pensando que en todas tus historias
ResponderEliminarla palabra soledad,es el principal argumento.
Creo que tus sentimientos estan llenos de esa palabra,
SOLEDAD
felices fiestas
Como sieempre tu hilaridad reluce en tus comentarios
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