No
sabía cuantas horas llevaba manejando. Se había propuesto cubrir en dos días la
distancia que la separaba de la Capital.
Tenía una entrevista de trabajo y pensaba
llegar con tiempo suficiente para pasar antes a la casa de su madre. Ahí se refrescaría y se cambiaría el vestido
por un traje más formal que llevaba en una maleta.
De
pronto vio a un hombre parado al borde de la carretera. Le hacía señas para que
lo llevara.
Se
veía pálido y cansado, pero la miraba confiado mientras alzaba la mano.
No
quiso parar. Jamás se le ocurriría llevar a un hombre cuando iba sola. Y menos
ahora- pensó- que hay tantos asaltos y robo de vehículos.
Por
el espejo retrovisor lo vio empequeñecerse en la distancia. Notó que le sonreía
con una mueca más bien triste que la hizo sentirse mal. Luego, en una vuelta
del camino, lo perdió de vista.
Continuó
manejando sin descanso. Pensó detenerse junto a una bomba de bencina y tomar un
café mientras le llenaban el estanque. A
lo lejos, divisó una y aminoró la velocidad.
Iba a
frenar, cuando vio al mismo hombre haciéndole señas para que lo llevara. Estaba
parado en ese lugar, aunque hacía por lo menos una hora que lo había dejado
atrás. La miraba fijamente y le señalaba la carretera con la mano.
Tuvo
miedo y apretó el acelerador.
¿
Quién era ese hombre y por qué la perseguía?
¿ Y como era posible que estuviera en la bomba de bencina si hacía más
de una hora que lo había visto a la salida de un pueblo?
Seguramente
otro automovilista lo había llevado un trecho y lo había dejado en la bomba de
bencina, para que probara suerte.
Todo
tiene una explicación- se dijo, tratando de calmarse- Pero, no sabía por qué
seguía sintiéndose angustiada.
Tenía
clavada en la mente la cara del hombre, con su sonrisa triste que parecía
esconder un sarcasmo, como si lo divirtiera su negativa a llevarlo.
Siguió
manejando sin parar hasta que empezó a oscurecer. Recordó que no había comido nada, pero no sentía apetito.
Pensó hacer un alto en algún pueblo y buscar
alojamiento en un motel.
Distinguió
unas luces y aminoró la marcha. Pero, parado al borde del camino estaba de
nuevo el hombre.
Esta
vez, su terror la hizo pensar que enloquecería.
- ¡
No puede ser! ¡ No puede ser!- repetía
llorando mientras aceleraba.
Manejó
toda la noche sin detenerse.
Al
amanecer, se detuvo al borde del camino y quiso llamar a su madre.
No
quería asustarla, pero necesitaba desahogarse, hablarle de esta aterradora
coincidencia que no tenía explicación.
Tomó
el celular con mano temblorosa.
- ¡
Aló!
Le
respondió una voz desconocida.
- ¡
Aló! ¡ Aló! ¿Hablo con la casa de Elvira Rivas?
- Sï,
señorita.
-¿ Me
pone con ella, por favor?
-Imposible.
La señora está sedada. El médico me dijo que la deje dormir.
-¿ El
médico, dice usted?
-Sí,
señorita. Yo soy su enfermera. No la puedo despertar, está muy delicada...
-¿
Qué dice? ¿ Qué le pasa?
-Ayer
le avisaron de la muerte de su hija y tuvo un colapso.
-Pero,
si yo soy su hija, no le entiendo...
La
mujer aparentaba no escucharla y seguía hablando como si se deleitara en los
pormenores del drama.
-Sï,
como le digo. La hija se mató en un accidente en la carretera. Primero
atropelló a un peatón y luego chocó contra un árbol...
Dejó
el celular sobre el asiento. La voz
seguía dándole detalles del accidente. Cerró los ojos sin entender nada.
Cuando
los abrió, el hombre estaba parado al
lado de la ventanilla. Por primera vez se fijó en que su traje estaba lleno de
polvo y desgarraduras, como si lo hubieran arrastrado por el suelo. Un hilo de sangre seca le ensuciaba la
mejilla.
-
Señorita ¿ me lleva? Creo que los dos
vamos para el mismo lugar.
Uyyy Lily, se te dan bien este tipo de relatos. Nos acercamos para celebrar Halloween y creo que tú ya estás preparándote.
ResponderEliminarAbrazos querida amiga.
Vaya misterio...me encantó este cuento
ResponderEliminartiene ese misterio único de este género gore ...
y da en mucho que pensar
que de las cosas que imaginamos no se están haciendo realidad
al otra lado de la linea...
cual es la que se sueña?
besos!