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domingo, 21 de agosto de 2022

FUERZA MENTAL.

 Como era de esperar, el reloj despertador cumplió su cometido con despiadada puntualidad y lo arrojó de la cama, de cabeza a la lobreguez del día Lunes

Jorge se sintió cansado de antemano, al solo pensar en lo que le esperaba. Odiaba su trabajo y por sobre todo, odiaba a la gente con la que le tocaba trabajar. Empezando por Olguita, la secretaria, que cada mañana lo saludaba con una sonrisa:  ¡ Buenos días, Don Jorge!  ¿ Como amaneció?

A él, ese saludo le sonaba a pura hipocresía y le daban ganas de contestarle:  ¿ Y a usted, qué le importa?

A continuación, se enfrentaba con el corrillo de vendedores en torno a la máquina de café, fanfarroneando y felicitándose unos a otros, por los éxitos de la semana.  Se demoraban ahí por lo menos media hora, hasta que consideraban que ya era tiempo de honrar a algún cliente con su visita.  El resto del día, el ruido continuaba ensordecedor:  Los teléfonos, los cotilleos de las secretarias, la voz del jefe tronando desde su cubículo acristalado...A Jorge

se le antojaba estar metido en un avispero, cuyo zumbido le impedía concentrase en el trabajo. A media mañana, ya estaba de un humor de perros...

Hubo un momento en que dejó su escritorio y en el pasillo chocó con un auxiliar, que llevaba una taza de café. El muchacho tropezó y le vació parte del café en los zapatos. Jorge lanzó un rugido y con gusto le hubiera dado una cachetada. 

El auxiliar, afligido corrió a buscar una toalla de papel e hizo amago de limpiarle los zapatos, pero lo apartó de un empujón y se alejó rezongando. 

En la tarde, el mismo auxiliar entró tímidamente con un paquete. - Don Jorge, vinieron del club de lectores y le trajeron esto...¡ Ojalá sea interesante!

Se notaba que quería hacerse perdonar la torpeza de la mañana. Jorge desenvolvió el libro y vio que el título era " El poder de la Fuerza Mental".

-¡ Oh! Un amigo mío lo leyó- exclamó el auxiliar, asomándose por sobre su hombro- Me contó cosas asombrosas. Parece que si uno se concentra y pone toda la fuerza de su mente en algo, puede conseguir cualquier cosa que se proponga...

-¡Puras tonterías! -pensó Jorge, pero en el Metro se fue leyendo el libro y lo absorbió tanto que se pasó dos estaciones. ¡ Era increíble!  Daba ejemplo de personas que concentrándose, lograban que otras se plegaran a sus deseos. O fijando su atención en un solo objetivo y pensando en ello sin descanso, lo hacían realidad...¡ Era cosa de Fuerza mental y Concentración! 

Ya en su cama, con la luz apagada pensó:  Me voy a concentrar en una sola cosa: En hacer desaparecer de la oficina a todos los idiotas que ahí trabajan. ¡ No quiero tener que ver más sus caras ni oír sus risas de hienas!  Es lo único que deseo y en eso me voy a concentrar...

Y se durmió con la idea deliciosa de una oficina vacía, como un oasis de paz para él

solo. 

Cuando se levantó al otro día, ya no se acordaba y por eso fue que, al bajar del ascensor lo sobrecogió el silencio que reinaba en el pasillo.  En la oficina no había nadie.

Se quedó atónito y por unos segundos, no entendió lo que pasaba. Después se acordó de que se había dormido haciendo fuerza mental para que todos desaparecieran. ¡ Y lo había logrado!.

-¡ Qué maravillosa paz!  ¡ Qué silencio bienhechor!   Los escritorios vacíos...La oficina entera para mí ... 

En una hora despachó todo el trabajo acumulado. Después, no se le ocurrió qué más hacer. Se puso a pensar en la increíble proeza de su mente. ¡ Haber logrado borrarlos a todos solo con la fuerza de su voluntad !  Ya no tendría que escuchar más la cháchara de los vendedores, ni los gritos del jefe...Y sobre todo, se había librado de la cantinela dulzona de Olguita: ¿ Buenos días, Don Jorge!  ¿ Como amaneció?

En la tarde empezó a sentirse extraño. El silencio lo oprimía. El reloj de la pared desgranaba su mazorca de minutos con su tic tac estridente.  A veces le parecía escuchar un ruido...Pero no, en la oficina no había nadie...¿ Y no habría nadie nunca más?

Se fue a su casa dubitativo. Se sentía abrumado por lo que había hecho. Después de todo, sus compañeros de trabajo eran lo único que tenía en su vida solitaria...

Se durmió apesadumbrado. 

Al otro día, al bajar del ascensor, lo sorprendió el bullicio de siempre. Las voces estridentes, las risas, los teléfonos. Desde el pasillo escuchó el monólogo de Domínguez, el vendedor estrella, jactándose de sus logros... ¡ Qué alivio!

Olguita, la secretaria, apartó la vista del teclado y le dijo con sincero pesar:

- ¡ Lo echamos mucho de menos, ayer, Don Jorge!  ¿ Por qué no asistió al paseo de la oficina?



11 comentarios:

  1. Jaj . No se lo qué es, el paseo de la oficina, pero me lo imagino.
    De haber tenido efecto, creo que el asistente le hubiera dado mejor uso.
    Abrazoo Lillian

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  2. Querido Gabiliante, en algunas empresas se usa que, una vez al año, se lleve al personal fuera de la ciudad, a pasar un día de campo. Por supuesto, todos habían ido, menos el tontorrón y amargado de Jorge. Gracias por venir a verme a mi blog.

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  3. Las verdades en tus notas son dignas de admirar

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  4. Tal vez Jorge sobreviva hace mucho tiempo así, en un bucle existencial entre su agobiante vorágine cotidiana y un pozo de soledad en el que de vez en cuando cae hasta que la normalidad vuelve a empezar...

    Abrazo hasta vos, Lillian. Me encantó.

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    Respuestas
    1. Creo que Jorge es un poco amargado, pero después de su experiencia se da cuenta de que no podemos vivir solos. nos hace falta esa muchedumbre que por lo menos finge darnos un poco de compañía.

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  5. Tu cultura esta presente en tus notas...

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  6. Saludos estimada
    Espero que el aprenda de esta situación y es cierto también que hay veces que se quiere mucha paz mental para volver a reactivarse.
    Abrazo

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