Julia
leía hasta tarde, porque tenía miedo de quedarse dormida.
Sabía
que la pesadilla se presentaría otra vez y volvería a encontrarse en la celda
de una cárcel, sin comprender como había llegado ahí.
- ¿
Por qué estoy presa? ¡ Yo no he hecho
nada!
En vano se lo aseguraba a la guardiana, una
mujer corpulenta de gesto impasible.
-¡
Claro! -se burlaba la mujer-¡ Eres inocente
! No conozco a nadie aquí que sea
culpable... .¡ Todas son palomitas blancas, presas por equivocación !- Y
se alejaba por el pasillo, soltando una
risotada.
-
¿Qué hice, Dios mío? No me acuerdo de
nada...
Noche
tras noche, soñaba lo mismo. Le bastaba poner la cabeza en la almohada para
verse trasportada a la estrecha celda, siempre iluminada por una luz cruda que
le hería los ojos.
Cada
mañana, al despertar en su cama sentía un indecible alivio. Pero se levantaba
extenuada por la angustia que había experimentado durante la pesadilla y por el
miedo de volver a soñar lo mismo otra vez.
Terminó por pensar que era un sueño
premonitorio. Que ella estaba destinada a cometer un delito grave, tal vez un
asesinato y que esa pesadilla no hacía más que prepararla para lo que le
deparaba el futuro.
Pero,
no ¡ no es posible! se decía , yo no odio a nadie. No podría matar a otro ser
humano, ni siquiera a un animal. No está en mi naturaleza.
Hasta
que supo que Carlos la engañaba.
Hacía
tiempo que sus amigas venían advirtiéndole que lo habían visto con otra. Pero
ella no les hacía caso y lo atribuía a la envidia. Siempre se habían mostrado
incrédulas de que Carlos se hubiera fijado en ella. - Te resultará difícil retener a un hombre
tan buenmozo -le decían- ¡ Arréglate más!
Hasta
que un papel arrugado con un mensaje y
la hora de una cita , le dio la prueba
definitiva del engaño. Adivinó que su rival era Leticia, la nueva
secretaria. Una mujer rubia y llamativa que había conocido en una fiesta de la
Empresa.
Pero,
su odio no se concentró en ella sino en Carlos, a quién tanto había amado. Su dolor y su humillación alcanzaron el
paroxismo al comprobar que él seguía fingiéndole amor mientras la apuñalaba por
la espalda.
Entonces
decidió matarlo.
No
tuvo dificultad en comprar una pistola. - Vivo en un barrio peligroso- explicó
en la armería. Bastaba abrir los
periódicos cada mañana para que le encontraran razón...
Le
pareció casi graciosa la expresión de incredulidad de Carlos cuando la vio
parada frente a él, apuntándole.
-¡
Julia! ¿ Estás loca? ¿ Qué te pasa?
Las
palabras se truncaron en sus labios en el mismo segundo que la bala penetró en
su corazón.
Esa
noche, por primera vez en meses, no tuvo la pesadilla. Durmió con un sueño
pesado y sin imágenes.
La
llevaron a juicio y la condenaron. El abogado buscó resquicios, pero la misma
Julia rehusó hacer la comedia del
arrepentimiento. Escuchó la sentencia sin alterarse. Ahora que Carlos estaba
muerto, lo que pudiera pasar en su vida le resultaba indiferente.
La empujaron al interior de una celada
estrecha que reconoció de inmediato. La
luz cruda le lastimaba los ojos...
Entró
la misma guardiana corpulenta de rostro impasible, que durante tantas noches se
había burlado de su angustia.
-Bueno
¿ y como está la mosquita muerta? Va a
seguir diciendo que es inocente?
-No,
no se preocupe- respondió Julia- Ya no lo diré más.
Que fuerte
ResponderEliminarun abrazo
Hay sueños ´premonitorios...ojalá si hubiera soñado que matar a una persona así no valía la pena, embarrar su vida por alguien que no tiene más valor que el que uno le quiere dar, pero el orgullo es grande y el ego peor que nos enceguece y nos hace tomar la peor decisión de la vida.
ResponderEliminarCuantas después se dan cuenta del error , pero muchas igual salen fortalecidas de ese dilema.
Deber una vida es algo que a quien sabe de ese gran significado no debería dejarle dormir en paz.
Estimada
ResponderEliminarespero estés bien, estoy muy preocupada con este estallido social en nuestro país , aquí al sur también se siente ...todo se sobredimensiona y bueno en esta cultura del odio y no tolerancia en que está sometida la sociedad ,amén de gobernantes que no reaccionan a tiempo , todo se complica.
Por eso prometer tanta cosa y no cumplir suma el descontento
Lo peor es darse cuenta que destruyendo no te haces mejor ,sino con más necesidades.
Ojalá esto se mejore y podamos seguir adelante con la verdad siempre por delante.
Cuidate.
Las pasiones son las culpables de bastantes casos como el de tu cuento
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