Julio
estaba eufórico. Su cantante favorito,
Paul X... daría un recital en la ciudad.
Había
seguido su carrera paso a paso, hasta que su música lo había hecho famoso en el
mundo entero.
Lo
admiraba y secretamente soñaba ser él. A veces se sentía de tal modo
identificado que al mirarse al espejo, creía ver la cara de Paul...Se peinaba
como él e imitaba sus gestos, repitiendo la letra de sus canciones, que se
sabía de memoria.
¡Lo
admiro más que nadie!- pensaba- ¡ Solo yo soy capaz de percibir su talento en
todo lo que vale!
Y
ahora venía a la ciudad, por fin...
Pensó
que podría costearse la entrada para el concierto, pero después supo que hasta
la localidad más alejada del escenario estaba fuera de su alcance.
Se
quedó merodeando al rededor del Teatro, junto a un grupo de fanáticos que no se
conformaban con no poder entrar y esperaban no se sabe qué milagro. Quizás Paul
en persona saldría a ordenar que los dejaran entrar a todos...
Pero
los guardias empezaron a dispersarlos a bastonazos.
-¡
Ya! ¡ Despejen, despejen! Si no tiene plata para la entrada no sacan
nada con quedarse aquí...¡ Están obstruyendo el acceso!
Julio
pensó que todavía tenía tiempo de correr a su casa a buscar más dinero.
Sabía
que su papá guardaba algunos billetes en su velador, por si surgía alguna
emergencia.
En la
casa no había nadie. Subió corriendo al dormitorio de sus padres, pero pronto
comprobó que en el cajón del velador no había dinero. Su mano tanteó hasta el
fondo y debajo de unos papeles, medio oculta, sintió el contacto duro de una
pistola.
Estaba
cargada y Julio se la echó al bolsillo sin pensar en lo que hacía.
Llegó
de vuelta cuando ya las puertas del teatro estaba cerradas. Un pequeño grupo
seguía merodeando por los contornos y algunos empezaron a desahogar su
frustración apedreando los faroles de la calle.
-¡
Corran!- gritó alguien- ¡ Paul va a salir por la puerta trasera!
Se
precipitaron hacia allá, esperanzados. Pasó un largo rato antes de que se
abrieran las puertas y apareciera el cantante rodeado de guardaespaldas.
El
maquillaje bronceado, unido al sudor, le goteaba en el cuello de la camisa.
Lucía cansado y al ver a la multitud esperándolo, tuvo un gesto de
contrariedad. Pero se sobrepuso y sonrió en forma artificial, luciendo la
blancura de sus dientes.
-¡
Gracias, muchachos, por venir! - exclamó, saludando con la mano.
Julio
se abrió paso, frenéticamente, empujando a los que tenía por delante. No supo
como se encontró frente al cantante.
-¡
Paul! - le gritó, con voz ronca- ¡ Yo te
admiraba más que nadie!
Y
sacando la pistola de su bolsillo, le disparó directo al corazón.
Que tremendo, vivir en ese sentir ...la vida de otro a veces pierde a la gente y pasa muy seguido con los ídolos de hoy , fanáticos ha habido siempre e incluso al exceso, perdiendo la noción de realidad y fantasía.
ResponderEliminarEStimada
Eliminarte dejo un grana brazo por esta semana Santa
que el Señor siempre abrace tu camino.
Bendiciones a tu vida.
Tu amigo el viejo fotógrafo sigue admirando tus cuentos,las frustaciones son malas consejeras y a veces
EliminarHola estimada amiga
ResponderEliminarespero estés muy bien siempre en tu quehacer de la vida
aquí llueve en el sur...pero eso relaja y anima a seguir leyendo y escribir también...ver mi blog de fotos y ahora me aficiono a ver videos de extracción de mineral:cuarzo.amatistas-aguamarinas-etc-etc...
me encantan las geodas
te dejo un abrazo grande!!