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martes, 9 de agosto de 2011

MAÑANA LLUVIOSA.


Había estado soñando. Alcanzó a verse a orillas del mar, pero la imagen se borró y fue como si una ola hubiera barrido la playa llevándose los últimos vestigios de su sueño.
Abrió los ojos y vio la mañana gris y lluviosa detrás de la ventana.
-Temuco-pensó-Esto es Temuco.
Había llegado hasta ahí porque la plata del pasaje no le alcanzaba para ir más lejos. Tuvo que guardar una cantidad mayor para pagar una pensión y no le fue difícil encontrar una habitación amoblada en un barrio modesto.
No conocía a nadie ni sabía lo que iba a hacer. Por lo pronto, se abrigó más con las frazadas y pensó que aún era muy temprano para empezar a preocuparse.
A su mamá le había dejado una nota diciéndole que se iba, que no se angustiara, que luego la llamaría.
A él, ni una palabra.
Ya habría tiempo para que se enterara de que el pobre animalito triste había escapado de su jaula. ¡Qué sorpresa! ¿Verdad?
Preguntaría talvez en su trabajo, en su casa y nadie sabría decirle donde estaba. Ese era el pequeño triunfo amargo que le torcía la boca en una sonrisa mientras las lágrimas rodaban por su cara.
El le había dicho que la quería pero a ese hijo, no.
Que no era el momento y que ya tendrían tiempo más adelante para pensar en eso.
El la amaba. ¡Claro! Eso no podía dudarlo. Pero ¡habían estado tan bien hasta ahora, sin complicarse la vida! Esto era sólo una casualidad desgraciada que se podía remediar.
El Niño era, por lo tanto, desechable. Estaba permitido  librarse de él con la simpleza con que se botan las sobras a la basura.
Hizo su maleta una noche y a la mañana siguiente partió.  
Había cobrado su último sueldo y renunciado a un empleo en el que siempre estuvo por necesidad, sin sentir agrado por lo que hacía ni  apego por nadie de los que trabajaban ahí.
Le dejó a su mamá unos billetes junto a la carta y salió al amanecer, antes de que ella despertara.
-Temuco, esto es Temuco.
Levantó el visillo algo raído y contempló llover sobre la ciudad desconocida. Una mole gris que le ofrecía un destino incierto. O quizás no tenía nada para ella.
Buscar trabajo era lo primero. Ya se vería después.
Puso su mano con delicadeza sobre su vientre aún liso.
-¡Vamos, Niño! Empecemos la Vida. ¡Juntos iremos a donde haya que ir!.

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