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domingo, 12 de febrero de 2023

DIA DE LOS ENAMORADOS.

 Florencia tenía quince años y un miedo atroz de que el Dia de los enamorados pasara de largo por su vida, como un día más.

En sus más lindos sueños, Julián le mandaba una tarjeta de San Valentín. Era grande, de terciopelo rojo y al abrirla, sonaba una canción de amor. Otras veces, el mensajero le entregaba un enorme ramo de rosas rojas. Ella lo apretaba contra su pecho, sin importarle las espinas, porque sabía que lo enviaba " él". En todos los sueños, se pasaba por alto la circunstancia de que Julián no la conocía y ni siquiera sabía su nombre...

Ella se sentaba todas las tardes en un banco de la Plaza, para verlo pasar en bicicleta. Fingía leer, pero no lograba pasar la página. El pedaleaba airosamente, sin mirarla y sus rizos rubios escapaba del casco y ondeaban al viento.

Ella se imaginaba que su amado se bajaba de la bicicleta y le preguntaba:

-¿ Qué lees, Florencia?

- Una novela de Jean Austen. " Orgullo y prejuicio" ¿ La has leído?

-No, es cosa de mujeres. Pero el título es  interesante.

-¿ Por qué lo dices?

-Porque el prejuicio es la borra en la taza de café del Amor.

Otras veces, el dialogo imaginario versaba sobre " Sensatez y sentimientos."  ¡ Qué título más contradictorio !- comentaba él.  ¿ Por qué? -preguntaba Florencia. -Porque el Amor es loco y la sensatez es su camisa de fuerza. 

Pero¡ ay!  Esos diálogos intelectuales  eran imposibles, porque Julián siempre pasaba de largo y al parecer los libros no le despertaban el menor interés.

Por esos días, llegó al barrio un gordito jovial y amistoso, llamado Javier.  Florencia notó que siempre se las arreglaba para estar afuera del Supermercado cuando ella salía y se apresuraba a llevarle las bolsas. Ya en la puerta de su casa, echaba mano al bolsillo y le ofrecía un caramelo. ¿ Te sirves?

Florencia trataba de hacerle el quite. ¿ Qué pensaría Julián si la veía conversando con él? 

Pero también se lo encontraba en la biblioteca, siempre entusiasmado leyendo a Salinger.

Se acercaba a ella en silencio y le ofrecía un chocolate o un maní confitado. ¿ Te sirves?  ¡ Con razón es tan gordo!- pensaba Florencia. ¡ Parece un hipopótamo con bermudas!  Y le daba mucha rabia que fuera precisamente él quien le demostrara interés, mientras su amado pedaleaba indiferente, con su nariz al viento. 

Pero, a principios de Febrero, Julián por fin había detenido su bicicleta frente a ella.  Florencia hacía media hora que leía la misma página. En ella, Míster Darcy humillaba una y otra vez a la pobre Elizabeth...

-¡ Hola!  Me llamo Julián- le informó, como si ella no lo supiera- ¿ No sales en bicicleta?

Ella enrojeció aún más, porque no tenía una.  Prefiero leer, dijo con timidez  y  bajó la vista sobre las páginas del libro. Él ni siquiera le preguntó qué leía y quedó claro que para él los libros era objetos raros apenas identificados. Pero su decepción duró poco frente al resplandor de sus ojos castaños, a los que el sol de la tarde arrancaba matices de miel...

Llegó el Dia de los enamorados y Florencia despertó soñando con Julián. La tarde anterior había pasado repetidas veces frente al banco donde ella fingía leer y siempre la saludaba y le sonreía como si quisiera decirle algo. ¿ Sería que por fin había empezado a corresponder a su amor? 

Cerca de las once de la mañana sonó el timbre. Un mensajero le traía un paquete envuelto en celofán.  ¡ Feliz Día de los enamorados!- le dijo, con intención.

Ella corrió a su pieza a abrir el paquete. Era una caja de chocolates en forma de corazón, acompañada de una tarjeta:

" Has conquistado mi corazón. Aquí te lo entrego lleno de amor.  Firmado " J "

    ¡" J " de Julián, naturalmente. Y Florencia la apretó contra su pecho.  ¡ Sus sueños más hermosos se hacían realidad!

Al atardecer se arregló con esmero y partió a la Plaza. Junto con el libro de Jean Austen, llevaba la caja de bombones.  Su corazón latía locamente. Estaba segura de que Julián aparecería de un momento a otro...

De pronto, divisó a lo lejos la figura bamboleante  del gordito majadero. Se aproximaba a la Plaza y se dirigía directo al banco que ella ocupaba.  ¡ Qué pesado ! Y justo aparecerse en el momento más inoportuno... ¿ Qué pensaría Julián si llegaba en ese momento? 

Bajó la vista y se concentró en las páginas de la novela.  Pero una voluminosa figura le obstruía la luz y vio a  Javier parado frente a ella.

-¡ Qué bueno que trajiste los chocolates, Florencia!  Me moría de ganas de probarlos...



6 comentarios:

  1. Los prejuicios son de los peores regalitos que nos ha dejado nuestra educación...

    Abrazo hasta allá.

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    1. No cabe duda de que a los quince años, el amor entra por los ojos. Y después también. ¿ crees que encantarse con lo hermoso es un prejuicio de nuestra educación?

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    2. ...de nuestra educación y subjetividad.

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  2. Eso es regalar con interés. Me temo que Javier tendrá más suerte de lo que esperaba y podrá comérselos todos, aunque sean aplastados contra su cara, con estuche y todo.
    No se puede tener todo, pero un poquito...
    Besooo, Lillian

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    1. Gracias, Gabiliante, por dejarme siempre tus simpáticos comentarios. El otro día entré a tu blog, pero había un cuento muy subido de tono según mi parecer, y no se me ocurrió nada.

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  3. Así se aprende de los errores y supuestos... Cuando se es tan joven muchos solo se quedan en lo que pudo ser...
    Un abrazo grande 🏵️🌹🌺

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