Estaba lavando las verduras bajo el chorro frío del grifo cuando sonó el teléfono.
- Seguro equivocado- pensó con fastidio.
Pero escuchó una voz familiar pronunciando su nombre.
-¡Mariela, tanto tiempo!. Soy Elena.
-¡Nena, qué sorpresa!. ¿Cómo supiste mi número?.
- Qué gusto, era la Nena. Habían sido tan unidas en el Liceo. Mariela era pobre pero así y todo, la Nena la había elegido por amiga.
-Estaré en Santiago hoy y querría verte.
Quedaron a las cuatro, frente a la Plaza de Armas.
Se sintió feliz y al mismo tiempo turbada. Miró sus manos ásperas, su pelo mal cortado. . . Y ¿Qué me pongo
No quería que la Nena viera su pobreza. Que adivinara lo poco que ganaba Pedro, recorriendo las calles todo el día con su maletín de muestras.
¡Ah, pero tenía el abrigo! Lo descolgó del closet con delicadeza. Era verde, con cuello de terciopelo. Pedro se había enojado cuando la vio llegar con el paquete.
-Y ¿Cómo crees que lo vamos a pagar ahora?
Pero al ver sus ojos arrasados de lágrimas, se arrepintió de su rabia y la abrazó.
Sí, se pondría el abrigo nuevo abrochado hasta abajo para que no se viera su falda raída. Los zapatos de taco todavía estaban bien.
En la tarde trajeron el gas y vino el cartero. Al final, salió atrasada a tomar el Metro.
Cuando bajó frente a la Plaza, ya eran las cuatro y veinte. Trató de correr pero le molestaban los tacones. Y había tanta gente que la empujaba y no la dejaba avanzar.
A mitad de la cuadra, la divisó a ella en la esquina. Alta y rubia, con su pelo brillando bajo el sol invernal. ¡Nena! Quiso llamarla pero no la habría oído, entre los vocinazos y los gritos de los vendedores. Cuando le faltaba poco para alcanzar la esquina, la vio mirar su reloj con fastidio y empezar a alejarse.
-Nena!-gritó. El semáforo cambió de luz. Escuchó un frenazo y gritos.
Atropellaron a alguien-pensó-Pero no puedo pararme a ver . ¡Tengo que alcanzar a la Nena!
De pronto vio que la calle parecía cambiada. Se había oscurecido y una niebla densa envolvía los edificios. ¿Me habré perdido? Se encontró, sin saber como, caminando por una plaza. Estaba tan cansada por haber corrido. . . Vio un banco y pensó en sentarse un momento. Había allí una anciana, con las manos juntas y la cabeza baja. Al verla de cerca reconoció a su madre. Pero ¿Cómo? Si ella había muerto hacía cinco años. . .
-Mamá- la llamó. La anciana alzó la vista y la miró con ternura.
Mariana se arrodilló y puso la cabeza en su regazo. Estaba tan cansada ¡Solo quería dormir!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Fue inútil-dijo el enfermero, retirando el oxigeno.
-Y ¿Supiste cómo fue?
-Sí, la atropellaron en el centro.
-Y ¿Saben quién era? ¿Andaba con alguien?
-No, pero mira. Ese abrigo era de ella. Revisa los bolsillos, es probable que encuentres el carnet.
ES una historia muy sorpresiva y muy bien narrada, con una delicadeza infinita, me gustó mucho. Saludos.
ResponderEliminarGran capacidad de síntesis.
ResponderEliminarDramatismo.
Mucha naturalidad en los diálogos.