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domingo, 26 de junio de 2016

EL CUMPLEAÑOS DE CLARA.

Se llamaba Clara y le gustaba su nombre. Porque significaba luz, claridad y ella hubiera querido que su vida fuera también así, luminosa como su nombre.
Pero, no podía evitar que una sombra de tristeza la acompañara siempre. Tenía la sensación de no haber sido nunca feliz y de que algo le faltaba, para llenar su vida.
Hoy era su cumpleaños. Se levantó temprano porque quería preparar una celebración, algo pequeño, solo para sus hermanas y un par de amigas.
Salió ilusionada a la calle a comprar flores y una torta. Quería que la casa estuviera llena de perfumes y colores y que su cumpleaños fuera, de la mañana a la noche, cada hora, cada minuto, un día perfecto.
Cuando volvió a la casa, le habló Nancy desde la cocina:
-Señora, la llamó Don Julio para avisar que hoy no almuerza aquí.  Su mamá le pidió que fuera a almorzar con ella.
Clara se mordió los labios, pero disimuló su frustración. No quería que Nancy notara cuanto le dolía saberlo. Estaba segura de que su suegra lo había hecho a propósito. De más sabía que Clara estaba de cumpleaños ese día. De esa forma le demostraba su desaprobación, el frío rechazo que le había profesado desde que se conociera. 
-¡ Esperaba una cosa mejor para mi hijo!- parecían decir sus ojos, mientras la recorrían de arriba abajo.
Acomodó las flores en los jarrones. Había elegido crisantemos amarillos que parecían trozos de sol aprisionados en la habitación. Abrió las cortinas y el esplendor de la mañana entró a raudales.
Su tristeza se replegó en el fondo de su pecho, como un animalito que se refugia en su madriguera y que recibe la advertencia de no salir inoportunamente...
A las cuatro sonó la campanilla de la puerta.
¡ Pero es tan temprano! pensó Clara. Les había dicho a las cinco y aún no se había vestido.
Nancy abrió la puerta y Clara escuchó una voz masculina que preguntaba por ella.
Instintivamente se llevó la mano al pelo para ordenarlo y luego salió al vestíbulo.
-¡ Arturo!  ¡ Qué sorpresa!
Mientras lo observaba, pensó:  ¡ Está más viejo!   Pero....yo también.
El miró hacia el comedor y vio la mesa preparada.
-¿ Molesto?
-¡ No, por favor!  Sólo que hoy es...
-Tu cumpleaños- completó la frase- ¿ Crees que lo he olvidado?
Y le mostró un ramo de violetas que ocultaba tras su espalda.
- ¡Violetas!-suspiró ella, con un hilo de voz.
-Tus preferidas. Eso tampoco lo he olvidado.
En su voz había un dejo de tristeza.
Clara se estremeció y sintió que el pasado se arrojaba sobre ella, como una enorme ola.
Recordó aquel verano. ¡ Arturo!  Le había pedido que lo dejara todo y que se fuera con él a Italia. Ella no tuvo valor...¿ Por qué había sido tan cobarde?
Recordó como su amor había ido apagándose de a poco, hasta no ser más que un tibio rescoldo entre cenizas.
Luego conoció a Julio y cuando él le pidió matrimonio, aceptó en seguida.
-¡ Hemos sido felices!- se aseguró a sí misma, porfiadamente.
Arturo había vuelto de Italia convertido en un pintor de renombre. Ella iba siempre a sus exposiciones y dejaba su firma en el libro de los asistentes:  " Felicitaciones. Con afecto, Clara"
 Ahora, Arturo la miraba y parecía adivinar su amargura, la súbita revelación del por qué de esa sombra que nublaba su vida.
La tomó de los hombros y le preguntó:
-¿ Has sido feliz, Clara?
Sonó la campanilla y al abrirse la puerta, voces femeninas llenaron el vestíbulo.
Arturo se apartó de ella y con un saludo breve abandonó la casa.
En el espejo, ella divisó su rostro pálido y el gesto dolorido de su boca, pero se rehizo en un segundo y recibió riendo los abrazos y los regalos.
¡ Feliz cumpleaños, Clara!



domingo, 19 de junio de 2016

UN REMEDIO MILAGROSO.

Paulina entró a la Farmacia a comprar aspirinas para su mamá.
Había amanecido tan triste que no sabía si había sol o si estaba lloviendo.
Caminaba envuelta en la niebla de su melancolía, abriéndose camino por un bosque de árboles congelados.
Sin embargo, a su alrededor el aire era tibio y florecía todo, porque había llegado la Primavera.
Paulina no se daba cuenta. ¿ Cómo podría haberlo notado, si la semana anterior había perdido a su amor?
Sin darle explicaciones, Juan le había dicho que terminaban.
Paulina se sacó el anillito barato que él le había regalado y se lo entregó. El lo tomó en silencio y le volvió la espalda. Al doblar la esquina, la noche se lo tragó bruscamente y Paulina pensó que ya no volvería a verlo.
Cegada por las lágrimas, corrió hasta su casa.
Pero en su dormitorio había cosas que parecían obstinarse en hacérselo recordar. Su fotografía sobre el velador, el osito de peluche que le había regalado el Día de los Enamorados...Los tomó y los arrojó al papelero. 
 No fue suficiente. Con los ojos abiertos o cerrados,  seguía viendo el rostro de Juan, que su ternura  había aprendido de memoria.
Pasó una semana entera esperando que volviera. O que al menos, la llamara. El teléfono permanecía mudo y a ella le parecía que emitía un silencio ensordecedor.
Al fin comprendió que era cierto que todo había terminado y que tenía que olvidarlo. Pero , ¿cómo?
Se desesperó, porque a sus quince años creía que el amor es eterno. Que se ama una sola vez en la vida y que ella se moriría, ya viejecita, con el nombre de Juan en los labios.
Por eso, al entrar a la Farmacia, distraída, en lugar de aspirinas, le pidió al farmacéutico:
-Por favor, deme unas pastillas para olvidar.
El, que la conocía de niña, no pareció sorprendido. Al contrario, la miró muy serio y sin dudar un instante, le contestó:
-¡ Por supuesto!  Aquí tengo justo lo que necesitas.
Abrió una gaveta y le alargó un paquetito de comprimidos amarillos.
-Este es un nuevo medicamento que está siendo probado recién. Tú serás una especie de conejillo de Indias . Así es que no debes mencionárselo a nadie y empezar a tomarlo en seguida.
Al ver que ella, dudosa, abría su monedero, la detuvo:
-No, es una muestra gratis, porque están todavía en fase de experimento.
Camino a su casa, Paulina se echó una pastilla a la boca. Le pareció ácida y dulce, al mismo tiempo. Y llena de esperanzas, se imaginó que sería como tragar una semilla de olvido, que pronto echaría brotes en su desolado corazón.
Pasó una semana en que no sintió ningún alivio y pensó que el remedio no servía. Pero, una mañana, sin darse cuenta, levantó la vista y vio un pajarito que cantaba en las ramas de un árbol florecido.  El ave emitió un largo trino y después se perdió como una flecha en el aire resplandeciente.
- Ya llegó la Primavera- pensó Paulina- y yo no me había dado cuenta.  Respiró con ansias el aire perfumado y sintió su pecho liviano y fresco como hacía tiempo que no lo sentía.
 Con renovada confianza, siguió tomando las pastillas del olvido, que por fin le estaban haciendo efecto.
Su corazón se fue liberando poco a poco del nudo de llanto que lo tenía oprimido. Sus lágrimas se evaporaron al sol. Al principio formaron nubecitas blancas en torno a su cabeza. Después se fueron a llover sobre el jardín y ayudaron a florecer a las margaritas.
La figura de Juan fue retrocediendo, como si caminara hacia atrás.
Le pareció que un ancho río oscuro había empezado a fluir entre los dos y apenas lo divisaba parado en la otra ribera. Al fin, su rostro se desdibujó por completo.
¡ De veras que era milagroso el remedio del farmacéutico!
Fue a agradecerle y él la recibió sonriendo.
- ¿ Cómo estás, Paulina?  ¿ Se fueron ya las penas?
-¡ Sí, Señor! ¡ Muchas gracias!  Este remedio es fantástico...  ¡Cuando salga a la venta, será todo un éxito!

-Pero, mi niña- exclamó él, conmovido- ¡ Si eran solo caramelos de limón!


domingo, 12 de junio de 2016

EL TALISMÁN.

Olivia estaba desvelada y ya era más de medianoche. Todo el día se había sentido triste y desasosegada. 
Se levantó para ir a la cocina a calentar un vaso de leche. A través del vidrio de la ventana le llegó un extraño resplandor azul que venía desde la vereda opuesta.
Levantó la cortina y se quedó asombrada.
En la casa que había estado vacía durante meses se había instalado una tienda. La luz azul brotaba de un letrero hecho con tubos de neón.   Decía:  " Tienda de Medianoche. Artículos no tradicionales."
¡ Qué raro!- pensó- Si esta tarde pasé frente a esa casa y la vi tan cerrada como siempre...
Se vistió y cruzó la vereda, llena de curiosidad. La luz azul la envolvió como una atmósfera mágica.
Al fondo de la tienda vio a una señora de sonrisa amable, que parecía haberla estado esperando. Todo en ella era azul, el pelo, los ojos, el vestido... Olivia comprendió que era efecto de la luz, pero no pudo evitar pensar en el Hada Azul del cuento de Pinocho.
-Señora ¡ qué tienda tan curiosa tiene usted ! Y lo más raro de todo es que esté abierta a medianoche.
- Es para que vengan los que no pueden dormir.
-¡ Ah!  ¿Vende usted somníferos?
-¡ Claro que no!- respondió riendo- Lo que pasa es que los desvelados tienen siempre algún problema o alguna carencia que los preocupa y yo vendo aquí lo que puede remediar su inquietud.
Olivia se quedó callada mirando los anaqueles. Los vio llenos de frascos y cajitas envueltos en papel plateado.
-Y tú ¿ por qué no duermes?- le preguntó la señora.
-Porque tengo en el corazón un vacío tan hondo que ni todos los suspiros del mundo lo podrían llenar.
-¿ Y qué te gustaría comprar?
-Me gustaría comprar Amor.
-No, aquí no vendemos Amor- respondió la señora, poniéndose seria- Porque el Amor depende de los demás. En cambio vendemos Amar, que depende exclusivamente de nosotros mismos.   ¿ Entiendes la diferencia?
Olivia se quedó pensativa. Nunca había mirado las cosas desde ese punto. Siempre había ansiado que la amaran sin preocuparse de amar ella también .
Miró dentro de su corazón y vio una habitación vacía, con la puerta cerrada.
La señora azul sacó del anaquel una cajita plateada. En la tapa se leía AMAR.
-¡ Toma!  ¡ Llévatela! Dentro hay un valioso talismán, que debes tener siempre contigo.
-¿ Puedo verlo?
-No, no debes abrir la caja por ningún motivo.  Se perdería todo el encantamiento.
- ¿ Y cuanto vale?
-No te preocupes de eso, ahora. Llévala y la última noche del mes, vienes a pagármela. ¡ Y no será cara!  Te lo prometo.
Olivia se fue a su casa y se acostó ilusionada. Sobre su velador, la cajita irradiaba un suave resplandor. Y a través de la ventana, le llegaba la luz azul de la tienda , que brillaba como un faro en medio de la noche.
Toda la semana llevó con ella el talismán y sintió que a su influjo, su corazón se abría como una flor que ha estado cerrada demasiado tiempo.
Sin darse cuenta, empezó a prodigar afecto a otras personas que se hallaban solas . Y lo hizo generosamente, sin esperar retribución.
Una tarde en que se quedó a ayudar a una compañera a terminar un trabajo, ésta la invitó a una fiesta en su casa.
-Este es un año bisiesto - le dijo entusiasmada-  ¡y eso hay que celebrarlo! En realidad, es sólo un pretexto -agregó, riendo.
La noche de la fiesta, Olivia se vistió con esmero y  por supuesto,  no olvidó echar en su cartera la cajita con el talismán.
Pensó que al regresar, pasaría a ver a la vendedora, para pagarle el precio que ella le pidiera. ¡ Ninguno le parecería excesivo a cambio de esa magia que la hacía sentirse tan feliz !
La fiesta fué maravillosa y el hermano de su amiga, que había bailado con ella toda la noche, se ofreció acompañarla a su casa.
Al llegar, Olivia vió extrañada que no había luz en la tienda de Medianoche y que el letrero de neón había desaparecido.
A la mañana siguiente, llegaron unos albañiles y empezaron a pintar la casa. Otros retiraron escombros de su interior y trajeron máquinas para pulir el piso.  Un letrero de " Se vende"  apareció en una ventana.
Olivia comprendió que ya no volvería a ver a la señora de azul...
Tomó la cajita y la desenvolvió con cuidado. Era una caja de cartón muy corriente y al abrirla, vio que estaba vacía.

No se sintió muy decepcionada, porque ya hacía tiempo que había comprendido que la magia de Amar no se encontraba ahí dentro, sino en su corazón.


domingo, 5 de junio de 2016

UN EXTRAÑO ACCIDENTE.

Marcos se levantó con la cabeza pesada de sueño. No había dormido bien, pensando en el trabajo que tenía acumulado en su oficina. ¡ Era como si los asuntos más engorrosos y desagradables fueran a parar siempre a su escritorio!  Más de una vez le había parecido captar sonrisitas cómplices entre sus compañeros, que se ponían de acuerdo para alivianar sus tareas a costa de él.
Se metió a la ducha con los ojos cerrados y pisó el jabón que había caído dentro de la tina. Resbaló y su frente golpeó con violencia contra el grifo. Por unos segundos, vio todo negro, luego se recuperó y logró ducharse sin dar otro traspié.
Pero se sentía mareado y continuó así mientras iba por la calle a tomar el Metro.
Tropezó con un hombre y le pidió disculpas amablemente. El otro le palmeó el brazo, como quitando importancia al asunto, pero cuando Marcos le volvió la espalda, lo escuchó exclamar con rabia:
-¡ Idiota!  ¿ Tan temprano y ya andas borracho?
Marcos no hizo caso y se acercó al puesto de diarios.
Como cada mañana, el suplementero le tendió su periódico favorito y le recibió un billete. Marcos no se fijó que, al pasarle el cambio, el hombre le daba los buenos días con una sonrisa.
Ya se alejaba, cuando lo escuchó decir:
-¡ Otro amargado que no saluda!  Este parece un país de zombies...Nadie mira a nadie. Todos caminan ciegos hacia adelante, como si el mismo diablo los empujara...
Marcos se volvió, creyendo que el suplementero lo increpaba, pero lo vio de espaldas, acomodando unas revistas, sin reparar en él.
La cabeza le zumbaba como si tuviera adentro un colmenar de abejas. Miles de voces resonaban en su cerebro.  Parecía que  todos los transeúntes que pasaban le hablaban al unísono.
En realidad, nadie se fijaba en él.
Llegó al trabajo atrasado y entró a su oficina sin saludar a nadie.
De pronto escuchó venir, no sabía de donde, una voz muy dulce que susurraba:
-¡ Por fin llegó!  Creí que ya no vendría hoy...
Miró a todos lados y sólo vio a Marisa, la secretaria, parapetada tras el computador.
¿ Qué es ésto?  No entiendo lo que me pasa...Parece que estoy escuchando los pensamientos de la gente. ¿ Será a causa del golpe que me dí esta mañana?
Entró a la oficina del gerente, para disculparse por su atraso.
 Este lo miraba en silencio mientras Marcos hablaba, pero él oía claramente que, sin mover los labios, rezongaba molesto:
-¿ Hasta cuando me hace perder el tiempo este patán?  Como si me importara a mí su estúpido accidente...
En voz alta le dijo:
-¡ Lo siento mucho, Marcos!  Esos accidentes caseros son los peores. Tómese las cosas con calma y si se siente mal, se retira más temprano.
Salió de ahí, anonadado.
Acodado en su escritorio, pensó en la tremenda desgracia que le había caído encima. ¿ Cómo vivir así, sabiendo lo que la gente pensaba realmente de uno ?  Era una pesadilla...
Otra vez le llegó la misma voz dulce que había escuchado al llegar:
-Yo lo quiero- suspiraba- Pero él no se fija en mí. ¡ Llevo tanto tiempo tratando de llamar su atención...!
Marcos se paró de un salto y se acercó al puesto de Marisa.
-¡ No es que no me haya fijado en ti !  Es que yo no sabía...
Ella lo  miró, aterrada y Marcos se dio cuenta de que acababa de traicionar su secreto.
Retrocedió, balbuceando:
-Lo siento , no sé lo que digo. Esta mañana tuve un accidente y me duele mucho la cabeza.
En la tarde, empezó a escuchar una voz que parecía venir de la oficina del Contador Jefe:
-¡ Ya tengo todo listo!  ¡ Nadie sabe que tengo la clave de la caja fuerte!  ¡ Es ahora o nunca!  Esperaré a que todos se hayan ido....y después ¡ a volar!  Nunca más me verán ni el pelo...
Marcos no lo podía creer. ¿ Don Manuel?  El empleado más antiguo y de más confianza... ¿Estaba planeando un robo?  ¡ Y pensaba el ingenuo que no lo iban a descubrir !  Iba a arruinar su vida...¡ No!  No lo podía permitir...
Entró a la oficina del contador y lo vio inclinado sobre su escritorio, como abatido por una gran preocupación.  Al escucharlo entrar, ocultó algo con unas carpetas.
-¡ Don Manuel!- le suplicó Marcos- ¡ No lo haga!  Sospecharán de usted de inmediato. Dicen que siempre el empleado más leal es el que termina robando...
-¿ Qué dice?- gritó el contador, alterado- ¿ Como se atreve...?
Pero luego se distendieron los músculos de su cara y estalló en carcajadas.
-¿ Se refiere a ésto?-  le mostró la novela que ocultaba bajo las carpetas : " Confesiones de un ladrón"- ¡ Nunca pensé que sin darme cuenta estaba hablando... quiero decir, leyendo en voz alta!  Y usted creyó que....jajaja. ¡Qué chiste tan bueno, Marcos!
Pero, al  mismo tiempo,le oyó murmurar con rabia:
- ¡ No hay nada  más peligroso que un idiota!
Marcos volvió a su escritorio, rojo de vergüenza.
Tomó su maletín y se alejó de ahí, casi corriendo.
Por la calle lo perseguía el run run incesante de los pensamientos de la gente. Se apretaba la frente con las manos y creía enloquecer.
Al fin pudo descansar en la soledad de su departamento. Agotado, se tendió en su cama y sin darse cuenta, se quedó dormido.
Despertó cuando ya había amanecido. Notó que no estaba mareado ni le dolía la cabeza.
¿ Se habría terminado al fin su pesadilla?
En la calle no escuchó nada inusual. Sólo el ruido intenso del tráfico, a esa hora.  El zumbido de colmena dentro de su cerebro había desaparecido.
Al entrar al vestíbulo de la Empresa, notó una agitación extraña. Nadie estaba en su puesto. Había grupos que cuchicheaban, mirando en dirección a la oficina de la Gerencia. A través del vidrio se divisaba unos hombres de traje oscuro, que parecían de Investigaciones.
-¿ Qué pasó?- preguntó en voz baja.
-Don Manuel, el Contador jefe....Se arrancó con la plata de la caja fuerte...¿ Quién se lo iba a imaginar?
Marcos se acercó a Marisa, que lloraba en silencio.
-¡ Yo lo quería tanto!   ¡ Era tan caballero!  Me recordaba a mi papá...
Marcos sacó su pañuelo y suavemente, le secó las lágrimas.

No supo lo que ella pensaba ( ahora no ¡ menos mal! )  Pero sus ojos parecían hablar, cuando lo miraron con dulzura.